Tras un show político, Lula quedó preso y ya cumple su condena por corrupción
La demorada detención del ex presidente de Brasil
El ex presidente se entregó anoche, después de un homenaje a su esposa fallecida y que convirtió en un acto político. Marchó detenido a Curitiba, donde cumplirá la condena de 12 años que le impuso la Justicia por favorecer a una constructora con contratos de Petrobras. Su candidatura presidencial se torna inviable y su partido deberá encontrar a un reemplazante.
Marcelo Cantelmi El derrumbe y la decepción
Para la justicia y para la policía federal el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva se entregó a sus carceleros. Para él la figura fue diferente: “No tengo miedo, no estoy escondido y voy a presentarme en las barbas de ellos para probar mi inocencia”. Esta frase fue la que le permitió zanjar la distancia entre lo que debía hacer y lo que le reclamaban los manifestantes: “No se entregue!”, le gritaban. De todos modos nada fue sencillo este sábado, que se inició públicamente con una misa y terminó con una multitud y un caos en el sindicato metalúrgico que le bloqueó el auto que lo llevaría a entregarse para cumplir su condena de 12 años por corrupción.
Al ejercer la opción de “despedirse” de la masa de seguidores, el ex jefe de Estado buscó recolocarse en el centro de la escena. Después de una homilía, en honor a su mujer Marisa Leticia, el ex jefe de Estado intentó salir a las 17 horas rumbo al aeropuerto de Congonhas, en un auto particular para viajar a Curitiba. En cuanto iba a salir, los manifestantes le cerraron el paso. Recién una hora después pudo ingresar una vez más al vehículo.
La aeronave que lo iba a transportar fue fletada por la propia PF. Poco antes, por la mañana el juez de la Corte Suprema Gilmar Mendes, quien voto a favor de Lula y encabeza el tribunal electoral, dijo que el ex mandatario es inelegible ya para los comicios de octubre para los cuales figuraba como favorito en las encuestas. En agosto ese tribunal definirá lo que ya se ve como un hecho.
El homenaje a su mujer, fallecida en 2017, se inició con una hora y media de retraso. Ella iría a cumplir 68 años. El acto fue en el Sindicato de Metalúrgicos del ABC, la base política de origen de Lula y donde se refugió ignorando la intimación del juez Sergio Moro que le exigió entregarse el viernes por la tarde.
Fue en ese contexto que el líder del PT decidió despedirse de la masa de seguidores con un discurso preciso. Acusó a Moro, de albergar “un sueño de consumo”: el de “impedir que Lula vuelva. Porque para ellos los pobres no pueden hacer política”. El ex mandatario recordó, también, que tuvo oportunidad de asilarse en Uruguay: “Llegué muy próximo a la frontera con un grupo de compañeros que me decía: Lula huya a territorio uruguayo. No quise. También me decían que me asilara en las embajadas
de Bolivia, de Rusia y de Uruguay. Tampoco acepté esa alternativa. Voy a cumplir el mandato (de prisión)”. De tal suerte, el encarcelamiento del dirigente petista terminó por ser un escenario para uno de sus discursos más emotivos, pero también políticamente certeros.
Sus palabras apuntaron en contra de un sistema judicial que, dijo, apenas lo había condenado a él. Inclusive le dio oportunidad de expresarse no solo ante sus seguidores sino ante los canales de TV que transmitían el acto. “No estoy en contra del Lava Jato .dijo-. Tienen que atrapar a los culpables ... El problema es que no se puede juzgar bajo las presiones de la llamada opinión pública. Si usted quiere ser juez y votar, en el juzgado, según las voces de las calles, largue la toga y vaya a hacer política”.
La forma en que Lula quiso presentarse ante la policía federal de Curitiba fue negociada durante toda la noche del viernes y madrugada del sábado por la jefatura de ese organismo y los dirigentes del PT. En esas citas arreglaron que el ex gobernante sólo sería detenido después de pronunciar su discurso, a posteriori de la misa por su mujer. Los abogados tuvieron una última reunión con los agentes federales a las 8 de la mañana de este sábado. Y allí definieron la logística para llevar al dirigente al aeropuerto de Congonhas.
Uno de los temores de los directivos del PT era “la seguridad de Lula”, según dijeron. Por esa misma razón no prosperó la idea de buscar al ex presidente en la sede del sindicato metalúrgico.
Tanto los federales como el gobierno de Michel Temer, temían un desmadre de la situación, en un momento de enfervorización de la multitud que estuvo todo el tiempo rodeando el sindicato.
También el juez Moro se vio obligado a evitar radicalizaciones y suspendió un decreto de prisión preventiva que debería haber empezado a regir después de las 17 del viernes, cuando terminó el plazo que le había dado al ex mandatario para presentarse. El propio Lula prefirió bajar “la temperatura”, frente a aquellos que postulaban una resistencia sin fin.
En cuanto al sindicato que lo vio nacer como dirigente Lula dijo: “A ellos les debo mi conciencia. Esa fue primer escuela. Aprendí allí sociología, física, química, y mucho de hacer política. Sobre todo, cuando iba a las puertas de las fábricas a preguntar a los compañeros trabajadores cómo hacer las cosas en nuestro país”.