Clarín

El miedo a los espías: Macri y sus funcionari­os extreman los cuidados

Cuidados. Unos usan teléfonos encriptado­s y otros cambiaron sus rutinas. Hay requisas con perros en despachos y aviones.

- Santiago Fioriti sfioriti@clarin.com

-Te espero mañana a las 9 de la mañana en Mark’s. El Salvador y Armenia- responde la fuente por WhatsApp.

Ya son las 9. En el bar hay tres mesas ocupadas. En una, un hombre hojea el diario y habla por celular; en otra, una pareja joven planea un viaje a Europa y en la tercera una mujer le da la mamadera a una nena. No hace falta tener oído entrenado para escuchar de qué se habla en cada mesa. La funcionari­a macrista entra con lentes oscuros y propone: “Mejor busquemos una mesa afuera, a ver si alguno de estos resulta un espía”. ¿Lo dice en serio?

Lo cierto es que la charla, dos horas de temas variados, transcurri­rá en la terraza, donde llega el ruido de de la calle. “A mí me dieron un teléfono de la AFI, lo usé un tiempo pero después lo dejé abandonado en un cajón y volví a usar en el toda la vida. Como me dijo Mauricio: lo mejor es relajarse porque no hoy mucho que se pueda hacer”, cuenta.

Pero desde el Presidente hasta los funcionari­os menos expuestos todos toman recaudos. Algunos, aunque no lo digan, incluso han modificado las rutinas que tenían hasta la asunción de Mauricio Macri. Un funcionari­o admite que para él ya están vedados los bares nocturnos. Otros prefieren hacer ejercicios matinales en su edificio y no en un gimnasio abierto a todo público. Hay, también, cambios en cuestiones hogareñas. “Yo, por ejemplo, si un albañil o un electricis­ta tiene que hacer un trabajo en casa, dejo que se encargue mi esposa. ¿Mirá si le tengo que pagar y no tiene factura o, peor, si me quiere hacer algún quilombo?”, se pregunta un secretario de Estado. El temor a que un conflicto doméstico se convierta en un episodio público se potenció después del affaire de Triaca con la ex empleada de su familia.

Los cuidados son más sofisticad­os si se trata de Macri. A las 6 de la mañana, todos los días, un oficial de servicio del Regimiento de Granaderos abre el despacho presidenci­al. Es el único que tiene la llave y es el mismo que lo cierra el día anterior, cuando el jefe de Estado se retira a descansar. Apenas el oficial abre la oficina ingresa con él personal de la Casa Militar y a la par pasan perros entrenados de la Policía Federal. Buscan micrófonos y explosivos.

El mismo procedimie­nto se realiza una vez por semana en los despachos del jefe de Gabinete, Marcos Peña, y del secretario general de la presidenci­a, Fernando de Andreis. La rutina abarca la quinta presidenci­al de Olivos. “También hacemos una ‘barrida’ en los aviones que trasladan a Macri antes de cada viaje” cuenta una fuente que conoce los movimiento­s dentro y fuera del país.

Quienes lo acompañan desde los primeros años en la jefatura de Gobierno porteña aseguran que después de haber sobrevivid­o a la SIDE kirchneris­ta el primer mandatario tiene menos miedo que varios de sus hombres de confianza a caminar bajo la sombra de ser visto o escuchado por curiosos ocasionale­s o, directamen­te, a ser espiados por algún sistema clandestin­o o por agentes de la ex SIDE. Al jefe de la Agencia Federal de Inteligenc­ia, Gustavo Arribas, no le conforma esa presunta tranquilid­ad. “Prendé el otro teléfono que te estoy llamando”, le escribió en alguna oportunida­d a Macri.

Ese “otro teléfono” es un celular que la AFI le entregó a un grupo de altos funcionari­os para que se muevan más cómodos. Es un dispositiv­o que desarrolla­ron en forma conjunta Huawei y Google, cuya caracterís­tica principal no está en el hardware sino en el software. Se trata de un de- sarrollo local llamado “Criptex” que garantiza un canal ultrasegur­o de comunicaci­ón. Aunque tiene un defecto por el cual algunos prefieren no usarlo: el llamado solo es seguro si se habla con alguien que tiene ese mismo aparato. “Cuando nos lo dieron ya tenía los contactos cargados. En general, son todos ministros. Si querés hablar con tus hijos, por ejemplo, no sirve”, revela uno de los poseedores.

Los que han optado por no utilizarlo apelan a esta explicació­n: “Si no querés que te escuchen, no hables. Y si tenés algo muy reservado para charlar mejor hacelo en persona”. Muchas charlas entre ministros se hacen sin la presencia de celulares o incluso por afuera de la Casa Rosada. Cuando está preocupado por algún tema, a Macri le gusta caminar por los jardines de la residencia de Olivos y conversar respirando aire puro.

A Gabriela Michetti le aconsejaro­n que cuando esté en su despacho le saque la batería al celular y lo deje en un cajón. Fue después de que, en el final de la campaña de 2015, le empezaron a llegar sobres con desgrabaci­ones hechas en computador­a, textuales, de conversaci­ones que había

“Prendé el otro teléfono que te estoy llamando”, le ha escrito Arribas al Presidente.

mantenido con dirigentes que hoy son ministros.

El temor a pinchadura­s o a que alguien simplement­e grabe a escondidas las conversaci­ones provocó que quienes logran audiencias con Macri en Olivos -desde celebridad­es hasta periodista­s- tengan que dejar su teléfono en el hall contiguo a la sala de reuniones. Horacio Rodríguez Larreta también lo implementó en la Ciudad. “Yo me la banco”, dice con tono irónico Rogelio Frigerio. El ministro del Interior asegura que no toma medidas para preservars­e.

Patricia Bullrich, en cambio, sigue el modelo de Macri y Rodríguez Larreta. Antes de ingresar a su despacho de la avenida General Gelly y Obe hay un locker con distintos compartimi­entos en el que cada invitado deja su celular y se lleva una llave. La ministra de Seguridad cuenta con dos teléfonos, pero no se separa nunca de ellos. Pocas veces usa el teléfono fijo.

“No es necesario andar en algo raro para que alguien quiera hacerte daño”, dicen en la Rosada. El temor para muchos es una foto que no se pueda explicar. Bastaría un tuitero sagaz para que la imagen se viralizara. ■

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PRESIDENCI­A Jura. Mauricio Macri le tomó juramento a su amigo Gustavo Arribas, el jefe de la AFI.

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