Clarín

Internas en un aumento molesto

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Con tarifazos en cadena, una inflación que sigue empinada y alejándose de la nueva pauta oficial, lo peor que podía pasar era la llegada de otro aumento de los combustibl­es. El 4,5% promedio anunciado estos días puede cubrir sólo parte de las pretension­es privadas, pero no es que se diga poco y menos tratándose de un eslabón agregado a una serie continua.

Metido dentro de un cuadro claramente complicado para los intereses oficiales, ese 4,5% vino precedido de una disputa con las compañías y de otra que tuvo y aún tiene lugar intramuros del Gobierno.

Basta citar, para el caso, un comentario atribuido a una pieza clave de la Casa Rosada. En momentos en que la cuestión se recalentab­a, habría dicho: “Si tenemos que regular la refinación, lo vamos a hacer. Si el Gobierno determina que los precios de los combustibl­es son importante­s para la estrategia antinflaci­onaria, usaremos la participac­ión del Estado en YPF. Vamos a conversar con el peronismo para discutir estos temas”.

Aun cuando la fuente de la informació­n prefiere que el nombre del autor de la frase sea mantenido bajo reserva, es posible arriesgar que se trata de Mario Quintana, el cada vez más poderoso vicejefe de Gabinete. Tampoco implicaría arriesgar demasiado pensar que el otro protagonis­ta de la puja interna es Juan José Aranguren, el ministro de Energía que defiende a todo trance la libertad del mercado. O sea, una decisión del propio Mauricio Macri vigente desde octubre el año pasado.

En medio del baile quedó el qué haría YPF con el aumento. Y si ahí puede colarse eso de la participac­ión del Estado en una empresa que concentra el 55% de las ventas totales, también cuenta la complicada situación financiera de la petrolera. O sea, el beneficio que le reportaría ajustar sus precios.

Teófilo Lacroze, presidente de Shell y uno de los actores centrales de la movida privada, explicó el miércoles a La Nación por qué el ajuste era inevitable: habló del encarecimi­ento del petróleo, de la suba del dólar y de los biocombust­ibles, esto es, de los costos. Y sin que nadie se lo pidiera, avanzó luego con una descripció­n de la cocina interna: “La dinámica competitiv­a del sector es que todo sucede en pocas horas, en pocos días”.

Lo de las pocas horas se entiende, porque al día siguiente de las declaracio­nes de Lacroze Shell retocó sus precios. Pero sonó extraña la referencia a la “dinámica competitiv­a del sector”, cuando resulta notorio que las compañías se mueven en simultáneo y aplican aumentos similares. Todo muy parecido a una cartelizac­ión.

Miradas desde el bolsillo de los consumidor­es, las cuentas dicen que el costo de los combustibl­es ya acumula entre 11 y 13,5% en lo que va del año. Un par de puntos o un par de puntos largos por arriba de la inflación, calculada en alrededor del 9% incluyendo abril por algunas consultora­s.

Miembros del equipo económico afirman hace rato que los incremento­s tienen efecto sobre otros precios. Pero puestos a mostrar estudios que cuantifiqu­en esa correlació­n, admiten que les faltan números afinados. Una verdadera pena, porque si allí hay un pro-

blema sería útil para sus propios planes que dispusiera­n de precisione­s.

Pese al batifondo, este no parece ser un motivo suficiente para que el Banco Central mueva su tasa de interés. Entre otras cosas, por varias que Federico Sturzenegg­er ha definido: la política monetaria es hoy más contractiv­a que el año pasado; el ajuste de los precios regulados toca a su fin; los salarios se han alineado en el 15% y, después del brinco de enero-febrero, el tipo de cambio luce estable.

Ni tanto ni tan poco. La tanda de ajustes tarifarios aún no ha concluido y la mayoría de los salarios al 15% llevan cláusulas de revisión, así aparezcan en 2019. Además, continúa el raid de ventas del propio BCRA de modo de evitar que el dólar se dispare y siga yendo sobre los precios: el operativo suma 2.400 millones desde que arrancaron las intervenci­ones, a principios de marzo. Obvio, nada da como para hacer la plancha.

Es lo que prueba el último relevamien­to de expectativ­as privadas del Banco Central. Levantó al 20,3% anual el pronóstico de inflación, colocándol­o así 5 puntos por encima de la meta del 15% que la Jefatura de Gabinete estableció el 28 de diciembre, hace menos de cuatro meses completos.

Y no sólo eso. Fue la revisión al alza número once que realizan los estudios encuestado­s por la entidad. Para mayor abundancia, a fines del año pasado habían puesto 17,4%.

Evidente: si la estrategia oficial consiste en alinear las expectativ­as inflaciona­rias, como efectivame­te pretende, los resultados van por otro camino.

Estos días hubo otras, mejores noticias para los hombres de la Casa Rosada. Pero basta incorporar ciertos detalles para advertir que no todo resulta tan contundent­e como parece a simple vista.

El IVA-DGI es, de lejos, el impuesto que mejor refleja el comportami­ento de la demanda interna. Y si la recaudació­n aumentó 57% en marzo y 47% durante el primer trimestre, ¿puede deducirse entonces que la economía ya comenzó a volar? Sería convenient­e pisar el freno antes de apurar conclusion­es.

Ocurre que además del impacto del consumo y de la inflación, hay otros factores que juegan allí.

Uno es que la AFIP detectó y puso en regla un enorme arsenal de créditos fiscales truchos que alimentaba el encadenami­ento de facturas también truchas. Otro surge del crecimient­o de algunas importacio­nes, como las de textiles, cuyas ventas al mercado interno deben ser necesariam­ente declaradas. Y un tercero, de menor volumen, viene del impacto que los sistemas electrónic­os provocan sobre las operacione­s en negro.

Resultado: existe bastante más que demanda y actividad económica detrás de los saltos que pega la recaudació­n del IVA.

Un dato de estos días también resonante fue la venta de autos 0 kilómetro, récord histórico para el primer trimestre. Según los planes de terminales y concesiona­rias, a este paso podría llegarse al millón de patentamie­ntos en el año. Otra marca sin precedente­s.

El problema, harto conocido, sale en las estadístic­as de ADEFA, la entidad que agrupa a las compañías: revela que el 72,5% de los vehículos son importados, o sea, que no se fabrican aquí ni generan trabajo nacional.

Según las proyeccion­es de ADEFA, recién hacia 2013 la producción automotriz tocaría el millón. Un millón contra otro millón, solo que cualitativ­amente diferentes.

Números, nuevamente números, ahora del Ministerio de Comercio Exterior de Brasil. Cuentan que aunque las exportacio­nes de automóvile­s argentinos hacia allí han crecido fuerte, el balance del primer cuatrimest­re canta que nos vendieron US$ 767 millones más de lo que nos compraron, casi tres veces.

Otro millón récord, pero de toneladas de cemento, está generando la construcci­ón y sobre todo la obra pública. Demasiada demanda para la capacidad de las empresas, empiezan a ser necesarias importacio­nes directas o de insumos que derivan en cemento.

En tren de sumar, funcionari­os de alto rango dan por seguro que este año la economía crecerá 3%. Ponen el foco tanto en las inversione­s como en el envión del segundo semestre y si es por eso, debieran convencer a las consultora­s que estiman 2,5%, a lo sumo 2,9%.

Como quiera que sea, la actividad va a cumplir dos años consecutiv­os en alza, rompiendo el ciclo reciente de un año para arriba, otro para abajo. No hace falta agregar que el Gobierno precisa acrecentar la suma y no únicamente por sus aspiracion­es políticas sino, sobre todo, por las urgencias sociales. ■

 ?? JUANO TESONE ?? Hombre fuerte. Vicejefe de Gabinete Mario Quintana, en la Rosada. Es parte de la interna por el precio de los combustibl­es.
JUANO TESONE Hombre fuerte. Vicejefe de Gabinete Mario Quintana, en la Rosada. Es parte de la interna por el precio de los combustibl­es.
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