Elecciones en Hungría: se reelige a un pionero del neofascismo europeo
Ultranacionalista y xenófobo, basó su campaña en la censura y el combate a la inmigración.
Los húngaros van este domingo a las urnas en unas legislativas convertidas en un plebiscito sobre la polémica figura del primer ministro Viktor Orban, un xenófobo ultranacionalista que realizó una campaña basada en atizar el odio contra los migrantes y contra ‘Bruselas’, concepto en el que engloba a todo aquel que denuncia su deriva autoritaria.
Orban, de 54 años y primer ministro desde 2010, cambió en los últimos años la Constitución húngara y la ley electoral para favorecer a su partido, el Fidesz. Intentó poner bajo control al Banco Central húngaro –independiente según la normativa europea-, construyó vallas en las fronteras con Hungría y Croacia y envió a su policía a apalear a cualquier migrante o refugiado que intentara llegar al país (este reportero presenció esos ataques en septiembre de 2015) aunque la inmensa mayoría sólo viera en Hungría un paso hacia el norte de Europa. El hombre que un día fue un disidente contra la dictadura comunista aprobó una ley de medios que dejó al país casi sin prensa independiente, intervenida o vendida a empresarios cercanos al poder que convirtieron a los medios en una máquina de propaganda a favor de Orban y que llegaron a comprar diarios para cerrarlos.
El país centroeuropeo es uno de los que tiene la menor tasa de inmigración de la UE (un 1,5% de población extranjera, de los que dos tercios son europeos), pero vivió una campaña electoral basada en el control migratorio como si estuviera inundado de migrantes. Orban también buscó un enemigo, el financiero y filántropo George Soros, judío y ciudadano estadounidense de origen húngaro que financia ong’s en Hungría. La campaña de Orban contra Soros incluyo carteles en las carreteras. Fue denunciada por antisemita.
La Comisión Europea denunció a Orban por incumplir las cuotas de reparto de refugiados, legislar contra las Ong’s y denunció que intentó cerrar la universidad privada, cantera de parte de la elite centroeuropea, que financia Soros. Orban es visto desde Bruselas como la punta de lanza de la deriva anti liberal que sufre Europa del este y que se da en Polonia, Eslovaquia y la República Checa. El premier húngaro ha puesto como ejemplos de sistemas políticos a imitar el turco, el chino y el ruso.
En los últimos años Orban recibió críticas desde la UE, EE.UU., la OSCE o la ONU, que consideran que debilita las instituciones y el sistema judicial al estilo de su admirado Vladimir Putin. Los medios públicos húngaros difunden la imagen de una Europa que viviría una crisis apocalíptica. Si uno se informa por la teve pública ‘M1’, en leuropa central los blancos son minoría, la delincuencia –por supuesto, por parte de los migrantes- hace imposible tomar el subte sin riesgo a recibir una puñalada y las mujeres son violadas –por los migrantes, por supuesto- impunemente.
Cada noche en horario de máxima audiencia, ‘M1’ cuenta que en las capitales europeas hay barrios enteros en los que se aplica la ley islámica y en los que la policía no puede entrar. En esa Europa a sangre y fuego que le vende ‘M1’ cada noche a los húngaros sólo hay un país seguro: “Hungría, porque no hay migrantes”.
Los sondeos electorales dan a Orban un 45% del voto, más de 20 puntos sobre el segundo partido en liza, la ultraderecha de Jobbik, seguidos por la socialdemocracia y los ecologistas. ■