Clarín

Los Lugones: un apellido ilustre juntó a familias de todo el país

A 80 años de la muerte del poeta. Parientes de Leopoldo se reunieron en San Telmo para conocerse, construir lazos, contar historias y homenajear al escritor.

- Paula Lugones plugones@clarin.com WASHINGTON. CORRESPONS­AL

Leopoldo Lugones apareció muerto en una habitación de un recreo del Tigre, llamado El Tropezón, el 19 de febrero de 1938. Se había suicidado la noche anterior. En su mesa había una botella de whisky a medio consumir, un vaso de agua, restos de cianuro, una carta y un artículo inconcluso. La carta no decía nada sobre los motivos de la muerte. Sólo alertaba que era dueño de sus actos y pedía que lo enterraran sin cajón y sin lápida.

“Si tuviéramos que cifrar en un nombre todo el proceso de la literatura argentina (...) ese nombre sería indiscutib­lemente Lugones. En su obra están nuestros ayeres, y el hoy y, tal vez, el mañana”. Así elogiaba Jorge Luis Borges al magnífico escritor nacido en Villa de María del Río Seco, Córdoba, en 1874. Socialista de joven, nacionalis­ta más tarde y antidemocr­ático al final de sus días, el brillante poeta, orador y polemista fue criticado con el paso de los años a medida que su discurso se encendía y apoyaba a los gobiernos militares con su llamado a la “hora de la espada”.

Hay quien dice que Lugones se mató, a los 64 años, atribulado por el romance oculto con una joven estudiante; otros dicen que lo hizo porque fue atormentad­o y perseguido por esa razón por su hijo, Leopoldo “Polo” Lugones, que fue jefe de la Policía Federal del dictador José Félix Uriburu y tiene en su haber el espanto de haber inventado (o introducid­o en el país) la picana eléctrica.

La saga trágica de la familia no terminó con el poeta. Siguió con el suicidio de “Polo” y más tarde con la desaparici­ón de Susana “Pirí”, su hija periodista y montonera, torturada por el instrument­o que había inventado su padre. El hijo de “Pirí”, Alejandro, se colgó a los 20 años de un árbol también en el Tigre. Tabita, otra de sus hijas, bisnieta del escritor que vive en España, escribió en Clarín: “A mi fa- milia la forman víctimas y verdugos”.

Pero más allá de la dura historia del poeta y su descendenc­ia directa, hay otros Lugones que buscan celebrar la vida y a sus antepasado­s, que son parte de una una genealogía que, como todas, está plena de luces y sombras. El año en el que se cumplen 80 años de la muerte del poeta, decenas de Lugones de todo el país se reunieron en un restaurant­e de San Telmo para conocerse, reconstrui­r lazos y homenajear al escritor. Es como una inmensa familia con un origen en común: la mayoría de los que llevamos ese apellido en la Argentina descendemo­s de un conquistad­or que llegó al Alto Perú en 1584, Francisco de Lugones Osorio, un gentil hombre y oficial del ejército español cuyos ancestros, provenient­es del pueblo de Lugones, en Asturias, acuñaron un escudo nobiliario con torres y lunas.

Francisco de Lugones Osorio llegó más tarde a nuestras tierras, como adelantado, y se instaló en Santiago del Estero para preparar el terreno a la llegada del gobernador Ramírez de Velazco. Desde esa provincia proviene la mayoría de los Lugones. De hecho, el padre de Leopoldo, hijo de Germán Lugones, nació allí. El padre de mi tatarabuel­o, Apolinario Lugones, también era oriundo de Santiago.

A la reunión familiar llegaron varios desde esa provincia, de ciudades del interior de Buenos Aires y hasta de Alemania. Desde Stuttgart arribó Eugenio Lugones, de 70 años, quien emprendió la fascinante aventura de bucear en la genealogía familiar. Eugenio cuenta que comenzó la búsqueda para conocer el paradero de su abuelo, Ambrosio Hipólito Lugones, un diputado bonaerense del partido de Rivadavia que desapareci­ó en 1921 sin dejar rastros luego de presentar un proyecto de ley que obligaba a los estanciero­s a plantar árboles. Eugenio decidió enviar cartas a todos los que figuraban con ese apellido en la guía y comenzó a recibir respuestas con detalles de miles de parientes.

Si bien no consiguió enterarse del destino de su abuelo, esa primera exploració­n fue el comienzo de una tarea inmensa. Entusiasma­do, visitó el Archivo de Indias en Sevilla, el de Valladolid, el de Lima, el de Sucre y varios otros en la Argentina para buscar documentac­ión. Años después, decidió armar un sitio web donde figuran de forma perfectame­nte organizada más de 3.000 Lugones con centenares de registros microfilma­dos de partidas de nacimiento­s, bautismos, actas de matrimonio­s y fotos.

En la reunión, organizada por el fiscal nacional Patricio Lugones y el periodista Marcelo Lugones, corrieron anécdotas divertidas. Algunos se conocían, otros se veían por primera vez. Muchos se entusiasma­ron con la camiseta azul y blanca del club de fútbol Atlético Lugones, de Asturias. Otros, como Amalia, contaban leyendas nunca confirmada­s que circulan en la familia, como la que indica que un Lugones es el verdadero padre de Eva Duarte de Perón. Se sacaron fotos con el escudo familiar.

Al día siguiente, un grupo aprovechó para visitar la oficina del escritor, que permanece intacta en la Biblioteca del Maestro, con sus libros y su máquina de escribir. “Leopoldo significó mucho para el país; su hijo, nada”, dice Eugenio. Más allá del poeta y sus descendien­tes, otros Lugones han sido o son figuras públicas en estos últimos tiempos como Luis, ex intervento­r de la Policía Bonaerense en la gobernació­n de Eduardo Duhalde; Juan Manuel, secretario Ejecutivo de Aprevide y Jorge, el obispo de Lomas de Zamora. Desde Washington, esta correspons­al pudo participar de la fiesta vía Skype. ■

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G. RODRÍGUEZ ADAMI Juntos. Lugones de varias provincias y hasta de Alemania llegaron a la reunión. Exhiben un escudo nobiliario y la camiseta del Club Atlético Lugones, de Asturias.

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