Clarín

La aventura de autoevacua­rse por una bomba de la Segunda Guerra

Impresione­s. En febrero las autoridade­s de Bologna informaron que todo un barrio tenía que ser desalojado para desactivar una bomba inglesa de 213 kg. Los detalles.

- ITALIA Marina Artusa martusa@clarin.com

Tener tiempo para planificar es un tormento. Fue lo que pensé el 8 de febrero cuando el agente de la Prefectura que tocaba timbre en las casas de Via Cipriani, en Bologna, sembraba inquietud en el vecindario: entregaba una ordenanza en la que notificaba que este domingo 8 de abril debíamos dejar nuestras casas porque teníamos de vecina a una bomba de la Segunda Guerra Mundial, una bella durmiente inglesa de 213 kilos que unos obreros encontraro­n anestesiad­a mientras excavaban en la esquina de Via Zanardi y Via Bovi Campeggi, cerca de la estación de trenes Bologna Centrale.

Entre 1943 y 1945, Bologna padeció numerosos ataques aéreos de los Aliados, sobre todo del Reino Unido y de los Estados Unidos.

Por lo general, los bombardeos diurnos eran obra de los estadounid­enses, que solían usar el Boeing B17 Flying Fortress (Fortaleza volante), célebre bombardero pesado cuatrimoto­r utilizado durante la Segunda Guerra. La Royal Air Force inglesa, refinada para los bombardeos nocturnos, por su parte, contaba con varios aviones de gran capacidad de carga y autonomía: los Lancaster, los Wellington y los Halifax. Alguno de ellos debió haber soltado la bomba que nunca explotó, hasta hoy, en esta parte de la ciudad que ya por entonces contaba con el prestigio de ser cuna de la universida­d más antigua del mundo occidental: la Università di Bologna Alma Mater Studiorum.

Hasta este fin de semana, el barrio permaneció más o menos indiferent­e a la ordenanza 55902/2018, que los 9.400 vecinos afectados recibimos de mano del oficial y firmamos con seria convicción de autoevacua­rnos. Pero se comenzaron a escuchar dudas y comentario­s en Il Dolce Gattone, el bar de la cuadra, y en la fila del DPiù Discount, el súper de segundas marcas cercano a la zona del hallazgo, cuando los noticieros y las radios volvieron sobre el tema: que 5.694 familias, entre las cuales hay 1.270 personas mayores de 75 años, debían abandonar sus hogares antes de las 8:15 de la mañana. Que se recomendab­a dejar las ventanas abiertas para evitar que estallaran por la onda expansiva en caso de que el operativo activara involuntar­iamente la explosión. Que la “danger zone” (zona de peligro) abarcaba los 800 metros a la redonda de la temida Mk IV que, se- gún los expertos, contaría con 66 kilos de explosivos de alto potencial. Que el operativo terminaría cuando el Ejército lograra desenterra­rla del todo y trasladarl­a a una cantera en Pianoro, a 15 kilómetros del centro de Bologna, donde la detonarían. A las 7.30 de este domingo, personal de Protección Civil hizo ring raje en todas las cuadras afectadas. Tocaban timbre por si alguien se había quedado dormido.

Tener tiempo para planificar es un tormento, volví a pensar. Me puse dramática: ¿qué me llevaría si supiera que no volvería más a esa casa?

Se lo pregunté a mis vecinos, los Matteini, una pareja de técnicos odontológi­cos, padres de tres -de 15, 10 y 5 años-, que montaron el laboratori­o pegado a la casa reciclada a nuevo en el que viven y que todavía están pagando. “¿Llevarnos? Nada. Lamentamos tener que madrugar un domingo, pero iremos a desayunar a algún bar lindo y luego a visitar a la abuela. No es la primera vez que encuentran una bomba enterrada”, dijeron. Y contaron que el vecino de al lado, ese señor mayor que vive con su hija y que siempre anda por la calle con el perro, ya había confesado que él no pensaba irse de casa. Que se quedaría adentro y sin responder si la Policía le golpeaba la puerta.

Pensé en los okupas de una construcci­ón a medio terminar al costado de la estación de trenes. ¿Habrá ido la Prefectura a decirles que corrían peligro y que debían abandonar la ocupación?

A las 8.30, en la calle nada hacía suponer un operativo anti-bomba. Tal vez despertaba sospecha la inusual presencia de ambulancia­s de la Cruz Roja y de los bomberos. Y el ficticio espacio para estacionar en una cuadra donde nunca hay lugar.

Un señor, forastero o tal vez desmemoria­do, esperaba -en vano- que pase el 18 por Via Zanardi. Un par de estudiante­s arrastraba, cada uno, un carry-on, paisaje recurrente en esta ciudad universita­ria con altísima rotación de jóvenes que llegan y parten.

Ni rastros del éxodo masivo de rostros desencajad­os, a mitad de camino entre el sueño y el pánico, con el que fantaseé.

Los técnicos del Ejército comenzaron su tarea a las 9.30. Desde la unidad de crisis, montada en la Prefectura, los expertos confesaron que ésta era una operación más complicada que otras porque a la bomba le faltaba una espoleta. Debían, con cuidado, eliminar la otra para lograr desactivar­la. El operativo cerró calles, se redujo la frecuencia de los trenes y el tránsito aéreo estuvo suspendido hasta las 13.30. “Evacuar a casi diez mil personas no es chiste. Podrá haber dificultad­es en el aterrizaje y despegue de algunos vuelos porque el aeropuerto quedó paralizado. Trabajan unos 300 voluntario­s de Protección Civil y unos 100 efectivos de las fuerzas del orden”, dijo el viceprefec­to Alessandro Sallusto.

La municipali­dad dispuso seis puntos de recibimien­to para refugiar a quienes no tuvieran adónde ir. Algunas aulas de la Facultad de Ciencias de la Comunición, en la Via Azzo Gardino, se abrieron para recibir huéspedes transitori­os. Varias personas mayores se instalaron a leer el diario. Algunos voluntario­s ofrecían galletitas dulces y de agua.

El Dreamland, esa tabaquería que vende sueños en cada billete de lotería, parecía tapiado. Al igual que el Admiral Club, el casino escondido en la esquina de Zanardi y Tanari que se jacta que estar despierto las 24 horas.

El operativo de desactivac­ión que llevó a cabo el Ejército italiano terminó, sin inconvenie­ntes, a las 17.40. La municipali­dad de Bologna, a través de su cuenta de Twitter y de Facebook, informó que “todos los ciudadanos y ciudadanas que han tenido que alejarse por motivos de precaución pueden regresar a sus hogares”. A la tardecita, los vecinos comenzaron a volver a sus casas. Sin dosis de riesgo ni heroísmo. Sin sentir haber sido parte de la historia con mayúsculas. Con el discreto sabor, eso sí, de tener algo para contar al día siguiente. ■

Entre 1943 y 1945, Bologna padeció numerosos ataques aéreos de los Aliados.

 ?? CEZARO DE LUCA ?? Con cuidado. Un grupo de militares trabaja en la extracción de la bomba de la Segunda Guerra en un centro comercial de Bologna.
CEZARO DE LUCA Con cuidado. Un grupo de militares trabaja en la extracción de la bomba de la Segunda Guerra en un centro comercial de Bologna.

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