Clarín

La contraseña de una bomba nuclear

- Héctor García Blanco hgblanco@clarin.com

Centenares de películas nos enseñaron que el posible inicio de una guerra nuclear no es nada sencillo.

Según parece, antes de vaporizar toda la flora y fauna del planeta, hacen falta montones de pasos previos a cargo de varias personas. En cualquier film vemos que el capitán del submarino, antes de presionar el botón rojo, llama a su segundo y ambos rompen unos so- bres lacrados. Luego de certificar la coincidenc­ia de las claves alfanuméri­cas, chequean otro larguísimo código que mandó míster président en lenguaje binario, acercan el ojo a un escáner, apoyan el pulgar derecho sobre un lector, reciben la autorizaci­ón y recién entonces, si el público no empezó a tirarle pochoclo a la pantalla o directamen­te no abandonó la sala, lanzan los misiles.

Pero… ¿y si estas precaucion­es son una mentira? ¿Y si el sistema de lanzamient­o requiere nada más que la introducci­ón de una contraseña sencilla –por ejemplo, 1234–, justamente porque todos en la Armada saben que el capitán ni siquiera es capaz de recordar los números del cajero automático? ¿Y si resulta que uno de los marineros, quien acaba de pelearse con su novia y evidenteme­nte tiene un mal día, sólo debe introducir su número de CUIT en un teclado y con eso ya está en condicione­s de reducir a la chica y a todo su continente natal en mugre radioactiv­a?

Sería bueno tener en claro, sin margen de duda, el grado de facilidad que manejan las grandes potencias para convertirn­os en niebla. A ver si mañana podemos levantarno­s aterroriza­dos y deprimidos, pero esta vez por algo que valga la pena.

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