Un pibe de película
El director se emocionó con la vida de un chico que sufre bullying por su discapacidad y la lleva al cine.
Tiene 9 años y sufre parálisis cerebral. Conmovió a Campanella, que filmó un corto sobre su vida.
Ian (9) tiene encefalopatía crónica no evolutiva, un desorden generado por un defecto o una lesión -en su caso, falta de oxígeno durante el parto- que repercute en la movilidad y el lenguaje. Fue la segunda persona en Argentina en usar un avanzado sistema de comunicación llamado Tobii que le permite manejar una computadora con los ojos y, así, interactuar con el mundo que lo rodea. Su mamá, Sheila Graschinsky, lucha desde hace años para mejorar la calidad de vida de las personas con enfermedades neurológicas y motrices y, con ese objetivo, golpeó las puertas de Mundo Loco, la productora del galardonado director de cine Juan José Campanella, para contarle un sueño: hacer un corto que visibilice la discapacidad y las huellas que deja la desinformación.
La conexión fue inmediata y, después de casi un año de trabajo, el corto está listo y será estrenado en mayo en el festival de Cannes.
Sheila es especialista en gestión del conocimiento y trabajó en empresas multinacionales hasta que, en 2012, decidió dedicarse de lleno al entrenamiento de su hijo y creó la Fundación Ian (antes, Gecenym) para ayudar a otras familias en la misma situación.
Cada vez que llevaba a su hijo a un centro de rehabilitación, veía que los alumnos de una escuela se agolpaban sobre el alambrado para reírse y gritarles a los chicos con discapacidad que entraban a la institución. Ian, como otros, no podía expresar con palabras su dolor, pero las lágrimas corrían por su rostro.
Y un día tuvo una epifanía: escribiría El regalo, un cuento que acercaría la discapacidad a los más chicos y lo tendría en la cartera para regalarlo en cada ocasión que alguien agreda a su hijo y así combatir la falta de información sobre el tema.
El director y su equipo leyeron el libro, pero no pudieron sacarse de la cabeza la historia que le dio origen: “Era tan poderosa, tan honesta y real que, en lugar de dibujar una idea de cómo es la integración, quisimos contar cómo se sufre y se vive realmente esta problemática”, explica a Clarín conmovido, Gastón Gorali, socio de Campanella -con quien ya había trabajado en Metegol, entre otros proyectos-.
“Me interesan los personajes frágiles que están en una situación de desprotección y, con un hijo chico (tiene diez años), todo lo que tiene que ver con un niño se potencia. Por lo que decidimos poner todos los recursos de Mundo Loco para hacer el corto”, cuenta Campanella, ganador de un premio Oscar por El secreto de sus ojos y ferviente interesado en la realidad política y social de la Argentina.
“Personalmente, el vínculo más grande que tuve con una enfermedad fue con el Alzheimer de mi madre, que es lo que retraté en El hijo de la novia. Ahí vi lo que es la desprotección de una persona cuando tiene problemas para comunicarse: en lugar de tratar de ser puente para facilitar la comunicación, la sociedad se
El vínculo más grande que tuve con una enfermedad fue con el Alzheimer de mi madre. La retraté en ‘El hijo de la novia’” Juán José Campanella, productor
‘descomunica’, se desengancha y piensa que no es una persona con sentimientos porque no los puede expresar. Con mi padre hablábamos mucho del tema filosófico de qué es lo que hace a una persona, y eso te hace muy sensible a darte cuenta que, aunque el otro no pueda comunicarse, está ahí, presente, y somos nosotros los que tenemos la obligación de tender ese puente”, afirma Campanella.
La narración de Sheila fue el puntapié inicial, pero el gran protagonista de la historia, el propio Ian, fue un activo participante en todo el proceso. No solo visitó al equipo de trabajo en varias oportunidades, sino que él relató qué era lo que quería transmitir, a través de entrevistas y charlas con sus terapeutas.
La historia buscó relatar su punto de vista: lejos de tener un sentimiento de venganza o justicia, describió que le hubiera gustado poder volar y abrazar a todos esos nenes que lo cargaban. Y fue tan fuerte, tan compasivo su mensaje, que lo hicieron “volar”: así decidieron que el corto sería animado.
“Los recursos visuales de la animación te llegan directamente al corazón, no tenés intermediarios. La animación te lleva directo, es una especie de flechazo directo a las emociones”, dice Gorali, también guionista del corto. “Hay ciertos mensajes en los que es mucho más potente llegar a la gente a través de la emoción que de la razón: podés mandar un volante de lo que es esta discapacidad, pero no lo vas a vivir de la misma manera que viendo el corto; quizás no sabés cuántos chicos hay con esta condición, pero te sensibiliza de una manera muy especial”, dice Campanella.
En ese ida y vuelta que requieren los primeros pasos y el armado del guión, decidieron que reflejarían desde el nivel de producción el camino arduo que debe hacer Ian todos los días para integrarse y pertenecer a un grupo. Y se embarcaron en hacer una combinación de técnicas muy poco frecuente en el cine: unieron los escenarios en stop motion con personajes texturados diseñados en 3D de última generación.
Una pareja de artistas tucumanos había atraído a Campanella con un corto publicado en la red social Twitter armado de manera artesanal, con materiales reciclados y hasta restos de basura; hicieron un trabajo si-