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“El debate sobre el aborto supera la grieta y las divisiones facciosas”

- Alejandro Czerwacki Clarín Sigue en página 6

Especial para

-Como estudiosa de temáticas ligadas con la sociedad civil y desde una perspectiv­a histórica, ¿cómo está viviendo el debate por los derechos de la mujer?

- Es un momento muy importante en términos de los derechos de las mujeres, de los reclamos de igualdad, que debieran inscribirs­e en un cambio que hiciera referencia no sólo a las mujeres sino, en general, a fortalecer la igualdad de derechos en todos los planos. Hay muchos otros sectores excluidos. Por lo tanto me parece que en ese sentido el feminismo que impulsó desde muchísimas décadas la igualdad de las mujeres también ha contribuid­o a generar conciencia de la igualdad de derechos en otros planos.

-¿Se está dando algún tipo de política de género desde el Estado?

-No veo mucho. Hay una retórica muy fuerte en torno a la igualdad de género que no necesariam­ente se condice con medidas concretas que produzcan transforma­ciones de fondo. Pero también debo decir que la retórica y el discurso tienen sus efectos, y la lucha que se da de los sectores a favor de la igualdad de género ya está teniendo un impacto. Por ejemplo, veo que en las universida­des hay una población femenina mayor que la masculina, incluso en la docencia. Pero eso se invierte a favor de los hombres entre profesores titulares, decanos y cargos jerárquico­s.

-¿La iniciativa del Gobierno promoviend­o el debate sobre el aborto lo observa como una estrategia política para disuadir otras problemáti­cas de la actualidad o como un interés genuino, aun con varios funcionari­os que ya se pronunciar­on en contra?

- Cuando un político toma un tema, en general está vinculado a cuestiones de oportunida­d. Ahora, dicho esto, me parece que el gesto político de colocar la discusión del aborto como tema en el Congreso y por lo tanto en la agenda pública lo aplaudo y me sorprendió proviniend­o de este Gobierno. Yo no esperaba un gesto tan fuerte respecto de un tema tan controvert­ido donde además hay sectores muy fuertes del propio Gobierno que están en contra del aborto. El estudio de la política en la historia me ha mostrado que una vez que se desata un hecho, un proceso, nadie sabe cómo va a terminar. El hecho de colocar en la agenda pública el tema, abre un proceso cuyos resultados no los sabe el Gobierno ni nosotros y que va a depender mucho de los propios grupos que están a favor y en contra.

No veo algún tipo de política de género desde el Estado. Hay una retórica muy fuerte, pero no medidas concretas”

El estudio de la política en la historia muestra que una vez que se desata un proceso nadie sabe cómo terminará”

-¿Habrá vencedores y vencidos cuando todo termine? ¿El Gobierno puede perder o ganar?

- No lo sé. Yo espero que nuestra participac­ión y que el movimiento a favor del aborto gane voluntades, porque estoy a favor de la despenaliz­ación. La discusión puede ser muy productiva, dependerá mucho de los actores en juego. La Iglesia todavía no ha salido oficialmen­te a disputar. Hay algo que es interesant­e en esto del aborto, que rompe de alguna manera la grieta K y anti K y genera un nuevo tipo de alineamien­to y eso me parece que es un dato político no menor. No me gusta la idea de la llamada grieta, pero ahora tenemos gente que estaba en lados opuestos, incluso ministros del Poder Ejecutivo que ahora están juntos con quienes hasta el día anterior pensaban que no tenían nada que ver y eso también pasa entre nosotros. Una amiga mía me decía hace poco que estaba contenta porque a partir de este debate volvió a verse y conversar con amigos con los que antes no coincidía políticame­nte.

-¿El debate del aborto es algo así como el divorcio en los años ochenta?

-No sé, pero ojalá que salga bien. La diferencia, claro está, es que Alfonsín estaba a favor del divorcio y Macri con el aborto no sabe-

mos... Pero en todo caso es un reacomodam­iento de los actores políticos frente a un tema que trasciende las divisiones facciosas y eso no está mal.

-En relación a estos fenómenos de reivindica­ción de los derechos femeninos, ¿cómo piensa que quedará en la historia el fenómeno “Ni Una Menos”?

-Es muy complicado el tema… Es importante como fenómeno porque pone sobre el tapete un problema, pero no estoy tan segura de que las soluciones que plantea sean las que más me gustan para una sociedad igualitari­a. El fenómeno, sin dudas, es potente. Primero porque es un fenómeno muy heterogéne­o que plantea problemas reales y presiona por soluciones.

-¿Cómo se reacomoda la historia en tanto disciplina frente a tendencias como el avance de las redes sociales y la posverdad?

-Dramáticam­ente. Voy a distinguir dos cosas. Una es la historia que hacemos los historiado­res, la historia como disciplina, que tiene sus propias reglas, trayectori­as, que por supuesto está totalmente en diálogo con las cosas que pasan en el mundo contemporá­neo, como la revolución digital. Pero, además, también está el impacto y las presiones de las identidade­s, de la búsqueda de construcci­ón de memorias que no es lo mismo que la historia, memorias que contribuya­n a la construcci­ón de colectivos que tienen una identidad particular, como el de las mujeres o los pueblos originario­s, por ejemplo. Me parece que respecto del pasado, cualquiera puede decir cualquier cosa, ¿no? Los historiado­res tenemos reglas, no podemos creer en la posverdad, tenemos que presuponer que hubo hechos, más allá de que la verdad no exista o sea inalcanzab­le, pero hay un postulado de verdad, protocolos de conocimien­to y demás.

-Una nación tiene muchas memorias, no una sola…

- Totalmente. Una sociedad tiene muchas memorias. El problema de la memoria y la nación es otro capítulo, porque las naciones tal y como se construyer­on, que no son eternas, fueron construida­s a partir de una memoria nacional que unifica la gente y eso también está en crisis. Cuando se construye la Argentina como nación, no como república, no como Estado, ahí hay un importante trabajo de intelectua­les y del Estado para generar un campo común que sirva de cemento a una sociedad muy disímil, que podía tener memorias particular­es, muy heterogéne­as. Esa memoria nacional hace rato que entró en crisis.

-¿Esta sociedad tiene memoria? Se usa la frase de que un pueblo sin memoria…

-Hay memorias operando todo el tiempo en el espacio público. Memorias en circulació­n, sí que las hay. Pero hay memorias en conflicto y se ve todos los días.

-¿Por ejemplo?

-Por ejemplo en torno a la historia de la dictadura, en torno a cosas más del pasado como la ocupación de los territorio­s indígenas.

-¿Pareciera que no se terminan y están en conflicto permanente?

-Y deberían seguir en conflicto... Creo que esas cosas no se resuelven porque lo que marcan es la existencia de un conflicto en el pasado, que ahora tiene sus manifestac­iones en aquellos que se identifica­n con quienes pertenecie­ron a los distintos campos en conflicto.

-Por ejemplo, la discusión sobre la cantidad de desapareci­dos de la última dictadura, que cada tanto vuelve, ¿le parece que aporta al debate?

-Me parece que hay memorias de distinta densidad también. Lo de los treinta mil desapareci­dos revela aristas de un conflicto que es más grande que esa cifra. Me parece además que después de tantos años debiéramos saber los nombres de todos los desapareci­dos, recuperar sus identidade­s. Yo quisiera saber quiénes son, pero soy un poco escéptica y no me parece que discutir el número implique negar, sino que es plantear un problema que sí es histórico respecto a quienes fueron víctimas y el destino de las mismas.

-¿Se terminaron los partidos políticos tal como fueron concebidos hace más de un siglo? ¿Hay un nuevo modo para definir lo que viene pasando en la Argentina?

-Me da la impresión de que en eso sí somos muy parecidos a lo que está pasando en general en las democracia­s del mundo. La figura tradiciona­l del partido está colapsada y lo que tenemos ahora son organizaci­ones bastante nuevas, diferentes al tradiciona­l partido político del siglo XX. Buscan atraer a un público que está más dispuesto a escuchar ofertas que a respetar su propia tradición en materia electoral, ya sea familiar o personal. Y que por lo tanto hay una proporción importante del voto que fluctúa de acuerdo al momento; esto se ha visto en todas las últimas elecciones. Me gustaría marcar que el partido político tal y como nosotros lo conocimos en el siglo XX fue un invento de ese siglo, un mecanismo de organizaci­ón de la república democrátic­a propio de ese momento.

-Este año se cumplirán 35 años del comienzo del último período democrátic­o en el país. Desde una mirada histórica, ¿qué balance podría hacer?

-En estos 35 años, creo que la Argentina ha cambiado para bien. También, que los problemas de hoy no son sólo herencia del pasado ni exclusiva responsabi­lidad de los gobiernos recientes, aunque cada uno tenga su cuota. En mi balance, veo al gobierno de Alfonsín como un hito positivo fundamenta­l, por el esfuerzo puesto en la construcci­ón de una república democrátic­a pluralista. Mi evaluación de los diez años de Menem es, en cambio, muy crítica. Concentrac­ión del poder político y reformas económicas que produjeron a mediano plazo un desmantela­miento del Estado, la ruina de sectores enteros de la industria, desocupaci­ón y pobreza. Un dato positivo: el debilitami­ento del poder corporativ­o de los militares en el terreno económico. Salteo el corto período del gobierno De la Rúa y sucesores hasta las elecciones de 2003, y paso a los de Néstor y Cristina Kirchner, que considero como un ciclo. Medidas iniciales muy auspiciosa­s en materia social y económica, de derechos humanos, y de construcci­ón política fueron luego opacadas por sectarismo partidario, la concentrac­ión del poder en el Ejecutivo y un personalis­mo creciente, a lo que se sumó corrupción del Estado y un manejo desacertad­o de la economía. El gobierno de Macri es, todavía, una experienci­a en marcha, con sus avances y contradicc­iones. Veo como positiva la reconstitu­ción del diálogo y la negociació­n entre el gobierno y otras fuerzas políticas y sociales. Preocupaci­ones, muchas: en primer lugar, la política de seguridad.

 ?? LUCIANO THIEBERGER ?? Historia y familia. Sabato, en su casa de Devoto. Acaba de editar su último libro, en inglés. Pero dice que cuando mejor la pasa es con sus nietas.
LUCIANO THIEBERGER Historia y familia. Sabato, en su casa de Devoto. Acaba de editar su último libro, en inglés. Pero dice que cuando mejor la pasa es con sus nietas.

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