“El debate sobre el aborto supera la grieta y las divisiones facciosas”
Especial para
-Como estudiosa de temáticas ligadas con la sociedad civil y desde una perspectiva histórica, ¿cómo está viviendo el debate por los derechos de la mujer?
- Es un momento muy importante en términos de los derechos de las mujeres, de los reclamos de igualdad, que debieran inscribirse en un cambio que hiciera referencia no sólo a las mujeres sino, en general, a fortalecer la igualdad de derechos en todos los planos. Hay muchos otros sectores excluidos. Por lo tanto me parece que en ese sentido el feminismo que impulsó desde muchísimas décadas la igualdad de las mujeres también ha contribuido a generar conciencia de la igualdad de derechos en otros planos.
-¿Se está dando algún tipo de política de género desde el Estado?
-No veo mucho. Hay una retórica muy fuerte en torno a la igualdad de género que no necesariamente se condice con medidas concretas que produzcan transformaciones de fondo. Pero también debo decir que la retórica y el discurso tienen sus efectos, y la lucha que se da de los sectores a favor de la igualdad de género ya está teniendo un impacto. Por ejemplo, veo que en las universidades hay una población femenina mayor que la masculina, incluso en la docencia. Pero eso se invierte a favor de los hombres entre profesores titulares, decanos y cargos jerárquicos.
-¿La iniciativa del Gobierno promoviendo el debate sobre el aborto lo observa como una estrategia política para disuadir otras problemáticas de la actualidad o como un interés genuino, aun con varios funcionarios que ya se pronunciaron en contra?
- Cuando un político toma un tema, en general está vinculado a cuestiones de oportunidad. Ahora, dicho esto, me parece que el gesto político de colocar la discusión del aborto como tema en el Congreso y por lo tanto en la agenda pública lo aplaudo y me sorprendió proviniendo de este Gobierno. Yo no esperaba un gesto tan fuerte respecto de un tema tan controvertido donde además hay sectores muy fuertes del propio Gobierno que están en contra del aborto. El estudio de la política en la historia me ha mostrado que una vez que se desata un hecho, un proceso, nadie sabe cómo va a terminar. El hecho de colocar en la agenda pública el tema, abre un proceso cuyos resultados no los sabe el Gobierno ni nosotros y que va a depender mucho de los propios grupos que están a favor y en contra.
No veo algún tipo de política de género desde el Estado. Hay una retórica muy fuerte, pero no medidas concretas”
El estudio de la política en la historia muestra que una vez que se desata un proceso nadie sabe cómo terminará”
-¿Habrá vencedores y vencidos cuando todo termine? ¿El Gobierno puede perder o ganar?
- No lo sé. Yo espero que nuestra participación y que el movimiento a favor del aborto gane voluntades, porque estoy a favor de la despenalización. La discusión puede ser muy productiva, dependerá mucho de los actores en juego. La Iglesia todavía no ha salido oficialmente a disputar. Hay algo que es interesante en esto del aborto, que rompe de alguna manera la grieta K y anti K y genera un nuevo tipo de alineamiento y eso me parece que es un dato político no menor. No me gusta la idea de la llamada grieta, pero ahora tenemos gente que estaba en lados opuestos, incluso ministros del Poder Ejecutivo que ahora están juntos con quienes hasta el día anterior pensaban que no tenían nada que ver y eso también pasa entre nosotros. Una amiga mía me decía hace poco que estaba contenta porque a partir de este debate volvió a verse y conversar con amigos con los que antes no coincidía políticamente.
-¿El debate del aborto es algo así como el divorcio en los años ochenta?
-No sé, pero ojalá que salga bien. La diferencia, claro está, es que Alfonsín estaba a favor del divorcio y Macri con el aborto no sabe-
mos... Pero en todo caso es un reacomodamiento de los actores políticos frente a un tema que trasciende las divisiones facciosas y eso no está mal.
-En relación a estos fenómenos de reivindicación de los derechos femeninos, ¿cómo piensa que quedará en la historia el fenómeno “Ni Una Menos”?
-Es muy complicado el tema… Es importante como fenómeno porque pone sobre el tapete un problema, pero no estoy tan segura de que las soluciones que plantea sean las que más me gustan para una sociedad igualitaria. El fenómeno, sin dudas, es potente. Primero porque es un fenómeno muy heterogéneo que plantea problemas reales y presiona por soluciones.
-¿Cómo se reacomoda la historia en tanto disciplina frente a tendencias como el avance de las redes sociales y la posverdad?
-Dramáticamente. Voy a distinguir dos cosas. Una es la historia que hacemos los historiadores, la historia como disciplina, que tiene sus propias reglas, trayectorias, que por supuesto está totalmente en diálogo con las cosas que pasan en el mundo contemporáneo, como la revolución digital. Pero, además, también está el impacto y las presiones de las identidades, de la búsqueda de construcción de memorias que no es lo mismo que la historia, memorias que contribuyan a la construcción de colectivos que tienen una identidad particular, como el de las mujeres o los pueblos originarios, por ejemplo. Me parece que respecto del pasado, cualquiera puede decir cualquier cosa, ¿no? Los historiadores tenemos reglas, no podemos creer en la posverdad, tenemos que presuponer que hubo hechos, más allá de que la verdad no exista o sea inalcanzable, pero hay un postulado de verdad, protocolos de conocimiento y demás.
-Una nación tiene muchas memorias, no una sola…
- Totalmente. Una sociedad tiene muchas memorias. El problema de la memoria y la nación es otro capítulo, porque las naciones tal y como se construyeron, que no son eternas, fueron construidas a partir de una memoria nacional que unifica la gente y eso también está en crisis. Cuando se construye la Argentina como nación, no como república, no como Estado, ahí hay un importante trabajo de intelectuales y del Estado para generar un campo común que sirva de cemento a una sociedad muy disímil, que podía tener memorias particulares, muy heterogéneas. Esa memoria nacional hace rato que entró en crisis.
-¿Esta sociedad tiene memoria? Se usa la frase de que un pueblo sin memoria…
-Hay memorias operando todo el tiempo en el espacio público. Memorias en circulación, sí que las hay. Pero hay memorias en conflicto y se ve todos los días.
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo en torno a la historia de la dictadura, en torno a cosas más del pasado como la ocupación de los territorios indígenas.
-¿Pareciera que no se terminan y están en conflicto permanente?
-Y deberían seguir en conflicto... Creo que esas cosas no se resuelven porque lo que marcan es la existencia de un conflicto en el pasado, que ahora tiene sus manifestaciones en aquellos que se identifican con quienes pertenecieron a los distintos campos en conflicto.
-Por ejemplo, la discusión sobre la cantidad de desaparecidos de la última dictadura, que cada tanto vuelve, ¿le parece que aporta al debate?
-Me parece que hay memorias de distinta densidad también. Lo de los treinta mil desaparecidos revela aristas de un conflicto que es más grande que esa cifra. Me parece además que después de tantos años debiéramos saber los nombres de todos los desaparecidos, recuperar sus identidades. Yo quisiera saber quiénes son, pero soy un poco escéptica y no me parece que discutir el número implique negar, sino que es plantear un problema que sí es histórico respecto a quienes fueron víctimas y el destino de las mismas.
-¿Se terminaron los partidos políticos tal como fueron concebidos hace más de un siglo? ¿Hay un nuevo modo para definir lo que viene pasando en la Argentina?
-Me da la impresión de que en eso sí somos muy parecidos a lo que está pasando en general en las democracias del mundo. La figura tradicional del partido está colapsada y lo que tenemos ahora son organizaciones bastante nuevas, diferentes al tradicional partido político del siglo XX. Buscan atraer a un público que está más dispuesto a escuchar ofertas que a respetar su propia tradición en materia electoral, ya sea familiar o personal. Y que por lo tanto hay una proporción importante del voto que fluctúa de acuerdo al momento; esto se ha visto en todas las últimas elecciones. Me gustaría marcar que el partido político tal y como nosotros lo conocimos en el siglo XX fue un invento de ese siglo, un mecanismo de organización de la república democrática propio de ese momento.
-Este año se cumplirán 35 años del comienzo del último período democrático en el país. Desde una mirada histórica, ¿qué balance podría hacer?
-En estos 35 años, creo que la Argentina ha cambiado para bien. También, que los problemas de hoy no son sólo herencia del pasado ni exclusiva responsabilidad de los gobiernos recientes, aunque cada uno tenga su cuota. En mi balance, veo al gobierno de Alfonsín como un hito positivo fundamental, por el esfuerzo puesto en la construcción de una república democrática pluralista. Mi evaluación de los diez años de Menem es, en cambio, muy crítica. Concentración del poder político y reformas económicas que produjeron a mediano plazo un desmantelamiento del Estado, la ruina de sectores enteros de la industria, desocupación y pobreza. Un dato positivo: el debilitamiento del poder corporativo de los militares en el terreno económico. Salteo el corto período del gobierno De la Rúa y sucesores hasta las elecciones de 2003, y paso a los de Néstor y Cristina Kirchner, que considero como un ciclo. Medidas iniciales muy auspiciosas en materia social y económica, de derechos humanos, y de construcción política fueron luego opacadas por sectarismo partidario, la concentración del poder en el Ejecutivo y un personalismo creciente, a lo que se sumó corrupción del Estado y un manejo desacertado de la economía. El gobierno de Macri es, todavía, una experiencia en marcha, con sus avances y contradicciones. Veo como positiva la reconstitución del diálogo y la negociación entre el gobierno y otras fuerzas políticas y sociales. Preocupaciones, muchas: en primer lugar, la política de seguridad.