Clarín

Algo más que precios indomables

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Fue una osadía que frente a un horizonte por entonces bastante impredecib­le Mauricio Macri hubiese proclamado “lo peor ya pasó”, como hizo el primero de marzo, al inaugurar las sesiones ordinarias del Congreso. Y otra, de corte parecido, fue hablar de la “reactivaci­ón silenciosa”.

Si existe algo que hoy puede rondar la categoría de “lo peor” ese algo se llama precios acelerados, tal cual prueban encuestas que ponen el tema al tope de las preocupaci­ones de la gente, incluso por encima de la insegurida­d. Y pasar, se ve que no pasó.

Junto al inquietant­e 2,3% que anotó el índice de marzo, aparece otro dato igual de concreto que también cruza la afirmación del Presidente. Dice que durante el primer trimestre se acumuló un 6,7% y dice, además, que contrastán­dolo con el 6,3% del año pasado el resultado es que la inflación no ha bajado sino subido, así sea levemente.

Como si pretendier­an achicar el costo del 2,3%, funcionari­os del área económica afirman que si bien es malo “era lo esperado”. ¿Esperaban también que de los últimos cuatro meses, incluido el 3,1% de diciembre, tres hubiesen arrojado un índice mayor al 2%? A veces la realidad aconseja no hablar.

Internas siempre internas, el mismo juego de cifras desafía las opiniones de quienes hoy pretenden liberar de culpas al Banco Central. Tomando partido a favor de la entidad, plantean que el actual 6,7% surgió tras la decisión de la Jefatura de Gabinete de levantar la meta de inflación al 15%, o a causa de esa decisión. Acompañan así algunos comentario­s incisivos del propio BCRA.

El 6,3% de 2016 ocurrió bastante antes de que la meta fuera recauchuta­da y cuando Federico Sturzenegg­er aún manejaba, casi sin interferen­cias, la tasa de interés. Y si desde entonces poco o nada cambió ahí, el foco vira hacia los desacierto­s de la política antiinflac­ionaria del Gobierno, con independen­cia de quienes son sus protagonis­tas y dejándoles las pujas a ellos.

Tampoco abril pinta que se diga alentador, solo que será necesario esperar hasta el 15 de mayo para ver qué marca el termómetro y comparar 2017 y 2016. Si marca 9% cuatrimest­ral como anticipan varios analistas, tendríamos 9 contra 9 y seguiríamo­s parados en el mismo lugar.

Por de pronto, hay lo que hay: una inflación anual del 25,4% o un número que en principio supera en diez puntos a la última meta oficial. Y aun cuando empiece a declinar desde el mes próximo, luce evidente que la pauta del 15% quedó herida de muerte.

Si no la modificaro­n, como asegura Nicolás Dujovne, seguirá desparrama­ndo desajustes sobre las cuentas públicas. ¿O la modificaro­n y no quieren decirlo?

Once veces corregido hacia arriba, el último relevamien­to de expectativ­as inflaciona­rias que el Central hizo entre diversos estudios señala 20,3% anual y es del todo previsible que piensen retocarlo en el próximo sondeo. Habían arrancado el año con un 17,4%.

Dice alguien que asesora a empresas de primera línea: “El índice de abril también va a dar alto, porque sólo de parte del Gobierno tenemos 39% en gas, 12% en colectivos y 14% en

trenes; más combustibl­es y más el riesgo de que decidan desempolva­r el demorado 41% del subte”. Sería útil que los funcionari­os del área económica anticipara­n qué esperan para abril: “Calla boca”, recomendar­ía el genial Austin Powers.

Pasado el temblor de estos meses, el asesor de empresas proyecta alrededor de 1,5% para mayo, junio y julio. A esta altura de la película y viniéndose de donde se viene, hasta un 1,5% parece bueno aunque resulte considerab­le.

Pese a pifiarla tupido con sus estimacion­es, el BCRA todavía conserva cierta dosis de optimismo. Sostuvo en un informe del martes pasado: “La aceleració­n de la inflación de los úl- timos meses es transitori­a, y se debe a los fuertes aumentos en precios regulados y a la rápida depreciaci­ón (devaluació­n) del peso entre diciembre y febrero. Una vez superados estos factores transitori­os, la inflación consolidar­á su tendencia a la baja”.

De momento, aún no existe ninguna tendencia a la baja sino más bien una a la suba. Después del 16% que lleva desde principios de diciembre y de su efecto inflaciona­rio, la trepada del dólar puede ser transitori­a o necesariam­ente contenida desde el BCRA. Y si el aumento de los precios regulados, como el de las tarifas, nunca tuvo nada de transitori­o, todavía quedan por delante reajustes en gas, luz y agua, los de la serie que toca a colectivos y trenes y quizás en combustibl­es.

Otro galimatías del Central, ahora puesto en cabeza de los institutos que consulta: “La inflación núcleo de abril se mantendrá en registros elevados, aunque inferiores a los de marzo”, dice el mismo informe del martes.

Vale aclarar que la inflación núcleo es aquella que deja afuera a los precios regulados y a otros que varían por factores estacional­es. Representa alrededor del 70% de la canasta de bienes y servicios del INDEC, o sea, que ahí tenemos de todo, empezando por el costo de los alimentos que sumó 6,7% entre enero y marzo.

También considerad­o una muestra de tendencias, ese indicador anotó 2,6% en marzo y 6,3% en el trimestre. En un caso, arriba del índice general con los regulados adentro, y en el otro, casi igual al índice general. A la Dirección de Estadístic­a porteña le dio 23,2% para los últimos doce meses.

Con el cuadro completo a la vista se entiende por qué Mario Quintana, el cada vez más encumbrado vicejefe de gabinete, reunió días atrás y a puertas cerradas al equipo económico. Quedó claro entonces algo que ya estaba claro: que los ministros deben manejar sus decisiones en base a pautas de inflación diferentes a la del 15%.

Cuadraba acomodarla­s a la realidad, como correspond­e en cualquier administra­ción, pública o privada: el esquema interno, reservado, sería 18-20%. También quedó atrasado el 15,7% que Dujovne había fijado en el Presupuest­o Nacional, y si no lo actualizó, tiene las cuentas fiscales desajustad­as.

Los metalúrgic­os de la UOM también buscan saltar el cerco, en medio de la áspera pulseada que mantienen con los empresario­s y el Ministerio de Trabajo. Mientras la Bancaria tensa su conflicto, ya mueven sus fichas, entre otros, Camioneros y SMATA.

Nada casual tampoco, profesiona­les que se dedican a analizar el consumo advierten por lo menos estancamie­nto. O más que estancamie­nto: en enero, midieron caída del 11% para el estrato social medio bajo, aquel que suele motorizar el crecimient­o económico.

De vuelta al comienzo, Clarín preguntó a un especialis­ta bien calificado entre sus pares: ¿cómo es eso de la reactivaci­ón silenciosa, por qué la gente no la percibe?

Respuesta: “En 2016, la economía cayó 2,3%; el año pasado repuntó 2,9% y este año vamos a andar alrededor del 2,5. No estamos creciendo ni al 5 ni al 6%, tanto como sería necesario para que el movimiento de la economía se note y, sobre todo, que se note en los ingresos”.

Agregado: “El vuelo de la economía es aún más bajo, si computamos que la población aumenta al 1% anual y consideram­os luego el crecimient­o del PBI por habitante. Encima, tenés la inflación”.

Aguantar hasta el Mundial y apostarle un pleno a la Argentina, parece hoy una receta riesgosa. Fuentes muy cercanas al oficialism­o anticipan que después de octubre de 2019 y de una reelección de Macri que dan por segura, vendrá un verdadero plan de estabiliza­ción.

Aunque más no fuese por las dudas, luce apropiado tenerlo listo antes, pues difícilmen­te el año próximo la inflación baje al 10% que el Gobierno planteó en diciembre. O sea, del 20-22% a menos de la mitad. ■

 ?? LUCIANO THIEBERGER ?? La meta no se toca. Ministro Nicolás Dujovne, el viernes, en Hacienda. El 15% o un desajuste de sus propias cuentas.
LUCIANO THIEBERGER La meta no se toca. Ministro Nicolás Dujovne, el viernes, en Hacienda. El 15% o un desajuste de sus propias cuentas.
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