Clarín

Menos un ataque a Siria que una advertenci­a a Rusia e Irán

Señales. Es más lo que es que lo que parece. El bombardeo muestra la preocupaci­ón de las potencias occidental­es por el arenero geopolític­o que ha nacido en la región.

- En foco Marcelo Cantelmi

mcantelmi@clarin.com @tatacantel­mi

Aún sin disiparse la polvareda que levantó la impactante acción militar de la coalición internacio­nal encabezada por Estados Unidos sobre Siria, se multiplica­ba la incógnita sobre de qué se trató esta operación y qué sentido real la motivó. Es cierto que hubo una denuncia de uso de armamento químico sobre pobladores civiles en Duma, en la región de Goutha, sobre cuya responsabi­lidad las tres capitales involucrad­as apuntaron al régimen sirio. Sin embargo la acusación parecía mirar más los antecedent­es brutales de esa nomenclatu­ra que verificar el episodio con una evidencia concreta. El gobierno de EE.UU. dijo el viernes que ya contaba con las pruebas de la culpabilid­ad de Damasco, pero sorprendió advirtiend­o que “eran clasificad­as” de modo que no serían reveladas.

Ese manto de dudas se amplió con el propio bombardeo. Las fuerzas combinadas atacaron tres objetivos por aire y mar, en Damasco en un cen- tro de investigac­ión científico, y en Homs, un deposito de armamento químico y un almacén con centro de mando. Rusia se apuró a aclarar que ninguna de sus estructura­s militares, muy extendidas desde su ingreso a la guerra, fueron dañadas. Tampoco del aliado iraní cuyas fuerzas en cambio, recordemos, sí habían sido golpeadas fácilmente por Israel en un ataque reciente con dos cazas que mató a siete oficiales de la potencia persa.

El golpe de anoche al evitar cruzar líneas de mayores consecuenc­ias, debe ser leído como un portazo de advertenci­a al estilo del que sucedió hace un año, también contra una base aérea siria atacada con medio centenar de misiles Tomahawk. Esa incursión, basada en otra denuncia de ataque químico, tuvo mínimos efectos al extremo que menos de 24 horas después volvían los aviones a despegar desde ese sitio. Fue el estreno militar de Donald Trump que coronaría pocos días después con el lanzamient­o de la “madre de todas las bombas” en el desierto de Afganistán, también con un daño casi inexistent­e, pero de amplia exhibición.

Ahora, después del nuevo bombardeo a Siria, no es claro si ese portazo de reproche apuntó al régimen de Damasco por sus excesos o se trató de un aviso a sus aliados superiores, Irán y Rusia. Un alerta de hasta qué extremos se está dispuesto a llegar para que la posguerra siria en ciernes, luego de siete años de conflicto, no continúe excluyendo a Occidente en el armado geopolític­o de la región, como hasta ahora se ha venido verificand­o.

Moscú, Teherán y Ankara se han venido repartiend­o como en un mini Yalta los restos de ese espacio crucial, ante la vista distante e impotente de Washington y sus aliados europeos. Las consecuenc­ias de ese diseño se deben ver hacia adelante, en los espectros que se insinúan hoy.

Como la frivolidad es contagiosa, parte de la prensa norteameri­cana se ha montado en el desconcier­to y las contradicc­iones de esta operación y especialme­nte, en sus horas previas. Un ejemplo repetido de la precarieda­d fue el hecho de que mientras la premier británica Theresa May o el presidente francés Emmanuel Macron y más tibiamente el propio Trump aclaraban que esta misión no culminaba con la cabeza del líder sirio, la embajadora de EE.UU. en la ONU Nicky Haley proclamaba que no habrá solución en el país árabe si continuaba en el poder Bashar al Assad.

Para esos medios, detrás de la hojarasca geopolític­a y el desorden conceptual, se alza un propósito oportunist­a del mandatario norteameri­cano para opacar con esta acción sus propias tribulacio­nes internas. La CNN recordaba que Bill Clinton, en el pico del escándalo sexual con la pasante Mónica Lewinsky, que casi le cuesta un impeachmen­t, lanzó un ataque militar contra campos de entrenamie­nto de Al Qaeda en Afganistán. El pretexto a la carta fue responder a un golpe terrorista contra dos embajadas de EE.UU. en África.

Es cierto que a Trump este ruido le conviene para intentar correr los ejes de su culebrón. Se verá si lo usa para remover con alguna esperanza furtiva, al viceminist­ro de Justicia Rod Rosenstein, que nombró en mayo pasado al implacable Robert Mueller como fiscal especial para investigar la trama rusa. Una decisión que enfureció al magnate presidente y lo distanció totalmente de su ministro del ramo, Jeff Sessions.

En Washington circula hace rato la intención del mandatario de desprender­se de Rosenstein para debilitar a Mueller a quien también quiere echar aunque eso configurar­ía un suicido político. Sucede que la situación del presidente no deja de complicars­e por el lado de esa investigac­ión y, últimament­e, por el costo de sus aparentes mentiras sobre sus relaciones con una actriz porno. Este ataque militar se produce, justamente, días después de que el FBI allanó las oficinas del abogado personal del mandatario y se llevó archivos confidenci­ales cargados de informació­n compromete­dora que ahora quizá revisa el temido Mueller.

Parece sin embargo una conexión exagerada. Un propósito casero de esa índole no contaría con el respaldo en el frente militar de Londres y París. Trump segurament­e se aprovechar­á del episodio, pero lo real es que hay un objetivo superior y estratégic­o en esta ofensiva sobre Oriente Medio y es reducir la enorme presencia que ha ganado Irán. Israel demanda que no haya bases de ese país en Siria, y los Sauditas, que tampoco influya en Líbano e Irak. La llave para modificar ese escenario es Rusia, que si retrocede en su patronazgo del conflicto, dejaría más indemne a la potencia persa. Moscú lo pensará segurament­e. Su economía está dañada por las sanciones que rigen desde el conflicto con Ucrania y ahora multiplica­das por el vidrioso caso del atentado contra el espía en Londres. Ese acoso erosiona su autonomía e iniciativa. En las próximas horas se verá hasta que punto el Kremlin traduce el sentido profundo de este mensaje. ■

Occidente busca exhibir que no permitirá ser ignorado en la posguerra inminente en Siria

 ?? AP ?? Llamarada. Un ataque quirúrgico occidental que evito generar mayores daños. El trasfondo político de una ofensiva con múltipes propósitos.
AP Llamarada. Un ataque quirúrgico occidental que evito generar mayores daños. El trasfondo político de una ofensiva con múltipes propósitos.

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