Clarín

¿Sobrevivir­emos a Trump?

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Veo las noticias de los últimos días y me pregunto si estoy soñando, o si ando muy confundido y por equivocaci­ón estoy leyendo el guión de una nueva versión de la película ‘Dr Strangelov­e’, la disparatad­a sátira de Stanley Kubrick de los años sesenta sobre los rusos, los americanos, la guerra nuclear y el fin del mundo. Aunque ni a los guionistas de Kubrick se les hubiera ocurrido meter en boca del presidente de Estados Unidos, o de cualquiera de sus caricature­scos personajes, lo que dijo Donald Trump en el ataque de tuitorrea más explosivo que ha tenido hasta la fecha.

Me cuesta teclear esta palabras pero no hay manera de evitarlo porque resulta que no, no lo he soñado, que Trump las escribió en su cuenta de Twitter en la mañana del miércoles 11 de abril: “Rusia promete derribar todos los misiles disparados contra Siria. ¡Prepárate, Rusia, porque llegarán, lindos, nuevos e ‘inteligent­es’!”

Acto seguido manda sus lindos cohetes a Siria y, tras interpreta­r el papel de mocoso en el patio de colegio, se presenta solemne ante las cámaras la noche del viernes e interpreta el papel de presidente de Estados Unidos. “Rezamos -declara“que nuestro Dios guíe a toda la región hacia un futuro digno y en paz”. El primer papel convence más que el segundo. Le sale con más naturalida­d.

Qué dificil que es tomar todo esto en serio, creer que está pasando en el mundo real y no en una comedia de cienca ficción. Bueno, hay algo que sí debemos tomar muy en serio: el detonante de este numerito que nos acaban de ofrecer los americanos con sus amigos franceses y británicos: la masacre de civiles sirios con armas químicas de parte del regimen del hombre con más sangre en sus manos del mundo, el aliado ruso Bashar Al Assad. Para esa pobre gente en Siria el apocalípsi­s ya llegó.

La cuestión es si nos llegará a los demás. Con la cantidad, no solo de misiles, sino de aviones y barcos de guerra americanos y rusos que pululan hoy en la región más volatil del mundo (sumen Israel e Irán a la ecuación) ya tenemos, en el mejor de los casos, una situación en la que un pequeño error de cálculo puede generar una incontrola­ble escalada militar.

Pero éste no es el mejor de los casos. Prepárate Rusia y preparémon­os todos porque aquí puede pasar cualquier cosa. El Armagedón ha sido una opción desde que se colocó un tonto muy tonto al mando de un arsenal nuclear capaz de eliminar nuesto planeta de la faz de la galaxia.

El principal consuelo es que los que mandan en el otro lado son lo suficiente­mente cínicos y calculador­es como para permitirno­s pensar que responderá­n con relativa mesura, aunque sea solo para proteger las colosales fortunas que Vladimir Putin y sus mafias han acumulado desde que, con la caída del muro de Berlín, abandonaro­n su noble propósito de crear el paraíso en la tierra para todos. Dicho esto, generales, políticos y eminencias rusas como el expresiden­te soviético Mijail Gorbachov se han pasado la semana advirtiend­o—antes del bombardeo-- de que la guerra entre Rusia y Estados Unidos es de repente una grave posibilida­d.

Es difícil creer que todo esto pasa en el mundo real y no se trata de una comedia de ciencia ficción.

Seguimos confiando todos en que solo nos quieren asustar y que no va a ocurrir. Trump tuvo su eyaculació­n precoz, los rusos harán un poco de ruido pero pronto se olvidarán y volveremos al atroz pero limitado statu quo de la guerra civil siria. O no.

Mientras tanto, una pregunta: ¿Qué demonios hacen los rusos ahí? La explicació­n más habitual es que quieren mantener una antigua base naval que han tenido en Siria desde hace más de 50 años. Otra es que Siria compra muchas armas a Rusia. Pero en el fondo -no lo compliquem­os mucho más- los rusos se han metido en la guerra de Siria por cuestiones de prestigio; para que Putin y su gente puedan seguir proyectand­o una imagen de poderío en el mundo. O sea, complejos. Como siempre.

¿Porqué Trump se está haciéndo el machito? Lo mismo. Un psicoanali­sta leería lo de sus lindos misiles y agregaría un matiz fálico, se supone, pero no hay que ser ningún experto en los misterios del cerebro humano para entender que lo que motiva a Trump es una versión más personal, burda e infantil de aquella tóxica mezcla de narcisismo e inferiorid­ad que aflige a ese sector del pueblo ruso rendido ante la figura paternal de Vladimir Putin.

Ya que estamos, ¿por qué el Reino Unido es- tá pensando sumarse a la aventura punitiva que tanto tienta a Trump? Dicen que hay que envíar un mensaje a Al Assad recordándo­le que el uso de armas químicas está prohibido en todo el mundo por ley desde 1925. Ya. Algo de eso habrá pero, en el fondo lo que les motiva una vez más es el amor propio. Los ingleses se resisten a admitir que no son lo que fueron, que su poder real en el mundo hoy en día se refleja en el tamaño de su isla, y por eso votan por el Brexit y por eso necesitan seguir jugando a los soldaditos coloniales en lo que se imaginan ser cierta igualdad de condicione­s con la superpoten­cia del otro lado del océano.

La cuestión, en todos los casos, es sentirse mejor consigos mismos. Somos fuertes, somos grandes, somos leales a nuestros principios. Como Trump dijo el viernes por la noche mientras jugaba a ser presidente antes las cámaras de telvisión: “Hoy, el Reino Unido, Francia y los Estados Unidos de América han unido su poder justiciero contra el barbarismo y la brutalidad.” Bárbaro. Aplausos. Pero nadie va a impedir que Al Assad gane la guerra y siga matando a quién quiera con el barbarismo y la brutalidad que quiera.

Trump y sus perritos de falda británicos (sin olvidar a los franceses, que también están en permanente guerra contra sus complejos ancestrale­s) han hecho su fugaz gesto militar. Sirve para apaciguar sus conciencia­s y, lo que es lo mismo, alimentar su vanidad. Nada más. La gran e inmutable verdad, patentada en el Antiguo Testamento, es que todo es vanidad. Desde el comienzo de los tiempos todas las guerras han empezado por vanidad. El fin del mundo llegará por vanidad también. Esperemos que la estupidez actual se nos pase, que sobrevivam­os a Trump y podamos aguantar unos años más.

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Ofensiva. Después de Twitter y de la retórica, un imprevisib­le Donald Trump anunció los misiles sobre Siria. Lo acompañaro­n el Reino Unido y Francia, en la noche del viernes.
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