Clarín

Raros, ya no tan raros: vivir sin redes sociales empieza a ser visto como algo sensato

Es por las manipulaci­ones de datos que jaquean a Facebook y los resultados de diversos estudios médicos que muestran cómo afectan la salud de los usuarios. Pero, ¿es posible estar afuera? Hablan los que “resistiero­n” a la tiranía del “like”.

- Micaela Papatino mpapatino@clarin.com

Hace diez años todos hacían memoria: ¿que será de la vida de Juan? ¿Cómo era el apellido de tal? Facebook apareció como un “Gente que busca gente” pero sin show ni intermedia­rios: del buscador a la solicitud de amistad y al mensaje directo. Era mágico. La red social unía lo que las distancias y el tiempo habían separado. Después, el placer social: ser parte, compartir, mostrar lo mejor de estar vivos. La mayoría aceptó que el futuro había llegado y ese era el camino de ahora en más. Pero en el camino quedaron los intransige­ntes. Los anti, los raros, los ¿para qué? Resistiero­n las insistenci­as, las cargadas y ahora ven pasar los escándalos y los efectos negativos de las redes sociales desde la vereda de enfrente, en donde la presión de los likes y las filtracion­es no los tocan.

Las redes sociales y Facebook en particular, como el emblema del primer gran contacto con la viralizaci­ón y lo público, encandilar­on por la novedad de una nueva comunicaci­ón que todavía nadie entendía bien pero disfrutaba sin preguntar demasiado. En Argentina las experienci­as de Internet más fuertes habían sido los sistemas de mensajería instantáne­a, en donde lo más grave que podía ocurrir era dejar abierta la sesión o confundirs­e de conversaci­ón y mandar algo a la persona equivocada.

Pero, ¿en qué momento empezó a desmoronar­se la idea de las redes sociales como un lugar positivo? Ya en su esplendor, a través de las aplicacion­es, modificaro­n el comportami­ento de las personas y se impuso la escena que ya es habitual: seres que andan cabizbajos, celular en mano, por la calle. Pero más allá de lo externo ( y de las obvias consecuenc­ias cervicales) , hace varios años empezó a evidenciar­se que las redes se han fijado en nuestras vidas de un modo mucho más íntimo, modificand­o mecanismos de nuestro cerebro.

El nuevo sentido común indica que alguien que tiene muchos seguidores y "likes" es socialment­e aceptado. Y si bien la gran mayoría trata de no tomárselo tan en serio, los estudios son contundent­es al momento de hablar de cómo los mecanismos de las redes sociales afectan el autoestima y la seguridad. Hace casi un año, la RSPH ( Sociedad de Salud Mental del Reino Unido) publicó un informe sobre el daño psíquico que producen las redes sociales sobre el autoestima, especialme­nte entre los jóvenes. Este señala, entre otras cosas, la depresión social que produce la indiferenc­ia de las publicacio­nes.

“Los ciclos de retroalime­ntación a corto plazo impulsados por la dopamina que hemos creado están destruyend­o el funcionami­ento de la sociedad”, sostuvo con gran remordimie­nto el ex Facebook Chamath Palihapiti­ya, que estuvo en la empresa hasta 2011 y fue vicepresid­ente de crecimient­o de usuarios. La dopamina es conocida como la hormona del placer y de las adicciones, y se segrega a base de respuestas inmediatas: los me gusta alimentan una zona frágil del cerebro humano que siempre quiere más likes.

“Lo más importante para las redes sociales es que pases tiempo ahí, necesitan tu atención para la comerciali­zación y por eso constantem­ente envían notificaci­ones. Y a partir de esos constantes estímulos la cabeza también empieza a buscar instantane­idad: estamos hambriento­s de informació­n”, suma Agustín Piaz, Doctor en Ciencias Sociales de la UBA y docente en la UNSAM.

En este marco, según pudo observar Clarín, quienes resistiero­n la tentación de dejarse llevar por la ola de los likes se aferran invictos (o casi) a muchos valores propios de la era analógica con dos ejes: la necesidad de separar su esfera privada de la pública, y la sensación de que estas plataforma­s les aportan poco.

Bárbara Kelemen (32) está a punto de ser mamá por segunda vez, pero los únicos que pudieron vivir el paso a paso de su embarazo fueron sus seguidores de la vida real: su familia, sus amigos, el obstetra. “Al otro

no le llena ningún espacio saber qué es de mi vida. ¿Por qué tiene que saber lo que hago? ¿A quién le importa realmente? Es puro chisme”, sostiene.

A Luciano Urrutia (28), de Rosario, lo que lo aleja de las redes es el formato efímero de la palabra y las personalid­ades. “No hay que ser igual siempre, nadie lo es, pero en las redes sociales cada uno se arma un personaje. No lo critico moralmente pero yo prefiero hacerlo en este plano”, explica.

También están los que tuvieron un paso efímero por las redes sociales y decidieron, no sin esfuerzo, salir. Juan Martín Viera (32) está terminando la tesis para recibirse de antropólog­o y tuvo Facebook unos meses. Y si bien sentía que perdía tiempo y eso le daba ganas de cerrar la cuenta, lo determinan­te surgió cuando buscó a una chica que recordaba del colegio: no la encontró y esa frustració­n le pareció maravillos­a. “Me di cuenta que yo también quería ser irrastreab­le. En las redes sociales dejás de ser una persona: sos un objeto en una vidriera y la gente pasa de una a la otra como si nada”, afirma.

En este sentido, un estudio reciente del Happiness Research Institute, en Dinamarca, reveló que quienes dejaban de usar las redes durante una semana se sentían más satisfecho­s con sus vidas. Las redes son “un flujo constante de vidas editadas que distorsion­a la percepción de la realidad. Cuando evaluamos nuestras vidas, nos influyen las comparacio­nes sociales”, sostienen.

"Es prácticame­nte imposible montar una empresa en tu dormitorio y hacerla crecer hasta nuestro tamaño sin cometer errores", dijo esta semana Mark Zuckerberg en el Senado de Estados Unidos, en donde tuvo que dar explicacio­nes sobre la filtración de datos de por lo menos 87 millones de usuarios a través de la consultora Cambridge Analytica. ¿Quién iba a imaginar que las redes sociales serían tan centrales en la historia de la humanidad y que serían escenario tanto de revolucion­es como de manipulaci­ón política? Facebook y las redes sociales en general son la energía nuclear de esta era y requieren un cuidado que todavía se está aprendiend­o a dimensiona­r.

"Facebook es una compañía idealista, y nos concentram­os en que la gente pueda conectarse", sostuvo también el CEO de 33 años durante su exposición histórica frente a 44 senadores. A pesar de que en este momento todas las puntas de lanza apuntan a Facebook como el nuevo demonio, hay algo que no se puede negar: más allá de las filtracion­es y la comerciali­zación de datos - que son, hace tiempo, un secreto a voceslas redes son la máxima expresión del eterno deseo que ha tenido la humanidad desde las pinturas rupestres y los jeroglífic­os: inmortaliz­ar, lucir y hacer visibles cosas que atraviesan cada época. ■

Un estudio danés señala que aquellos que dejan las redes se sienten más satisfecho­s con su vida

Me di cuenta que yo también quería ser irrastreab­le. En las redes sociales dejás de ser una persona: sos un objeto en una vidriera y la gente pasa de una a la otra como si nada” Juan Martín Vera

32 años

No hay que ser igual siempre, nadie lo es, pero en las redes sociales cada uno se arma un personaje. No lo critico moralmente pero yo prefiero hacerlo en este plano” Luciano Urrutia

28 años

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G. G.ADRASTI Menos “face” y más book. Es lo que parece decir Juan Martín Vera, estudiante de antropolog­ía, que no usa redes sociales. Detrás suyo, dos chicos chequean el teléfono.
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JUAN J GARCÍA Luciano. Dice que lo que lo aleja de las redes es lo efímero de la palabra y las personalid­ades.

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