Clarín

Tarifas más radicales, el pacto porteño y acuerdo con aroma papal

Ruidos internos. En el oficialism­o, por la suba de servicios y las alianzas electorale­s en la Ciudad.

- Ignacio Zuleta Periodista

“¡Discutamos todo, pero entre nosotros!”

La crispación gana todas las carpas, a medida que avanzan los días de una agenda empapada de proselitis­mo. Por eso cada concilio del oficialism­o o de la oposición termina con una revisión del contrato que une a las partes de cada formación. Los reproches de superficie ganan a Cambiemos, que preferiría que las disidencia­s se ventilen de puertas adentro. Pero es un debate tan estridente que atraviesa los muros más herméticos del palacio. Los socios radicales han prometido presentar esta semana –para achicar distancias– un estudio alternativ­o de reacomodam­iento de las tarifas, que elaboran técnicos de su partido, que no tienen conflictos frontales con José María Aranguren, como es el caso de Jorge Lapeña, coronel de la batalla contra la venta de las acciones del Estado en Transener.

Ese trabajo se los pidió a los radicales el propio Mauricio Macri, en la reunión que mantuvo con la cúpula radical en la mañana del lunes, poco antes del almuerzo de los comandos estratégic­os en la oficina de Marcos Peña. En esa cita, a la que el Presidente asistió junto a Marcos Peña y Rogelio Frigerio, Macri incitó a los socios a revisar a fondo todo. “¡Discutamos todo, peleémonos, pero que sea entre nosotros!”, llegó a decir riendo ante Alfredo Cornejo y sus acompañant­es (Ricardo Colombi, Luis Naidenoff, Mario Negri, Gerardo Morales). Éstos venían complotado­s de la reunión de coaching que habían tenido en la noche del domingo en la casa Marcelo, comedor de alto standing que funciona en el hotel de Luz y Fuerza de la avenida Callao.

“Aranguren a veces me asusta”

La primera señal que dieron ante Macri es que ha terminado el ciclo Corral. José Corral, el anterior presidente del Comité Nacional, a quien reemplazó el gobernador de Mendoza, se movía como un delegado del PRO dentro del partido. Su mansedumbr­e contrasta con la de Cornejo, hombre de modos firmes, con sequedad y seguridad de mendocino –se respaldan en la cordillera de los Andes y toman envión hacia el llano– y además está enojado. No tiene reelección: es Julio Cobos –antiguo socio en la aventura transversa­l con Cristina de Kirchner y Juan Carlos Mazzón en 2007– quien se está probando la ropa como futuro gobernador.

Encima, empiezan a hacer ruido en su provincia las quejas por los aumentos de las tarifas. Una señal para medir el apoyo de los sectores medios. Comparada con el promedio de otras provincias, Mendoza es un country; si se quejan los burgueses en Mendoza, preocupate. De ahí que firmase en enero el documento de rechazo a la venta de las acciones de Transener, como un primer gesto como presidente del partido. Se convirtió en el anti-Aranguren, quien, se sabe, no escucha a nadie en las reuniones. Cornejo no se queda atrás en ese temperamen­to.

“Aranguren tiene mi respaldo porque es el ministro que más se pelea con los empresario­s. A veces me asusta porque se pelea demasiado con ellos”, dijo Macri. Cuando los radicales le dijeron que le iban a traer un plan alternativ­o para tarifas, Macri llamó a Gustavo Lopetegui para que les explicase bien el formato del plan Aranguren. “Pero traigan lo que quieran”, los invitó Macri. “Lo principal es cuidar la baja del déficit, eso es innegociab­le”. “Estamos en lo mismo, en que tiene que ser de 3,2 este año”, le contestó la mesa. Macri remató: “Si no cumplimos con la meta, el FMI nos va a pedir que bajemos dos puntos más”.

¿Ese es el problema? Es la duda que se llevaron los visitantes: ¿tanto le importa al Gobierno la calificaci­ón de los ortodoxos de un modelo que no es el de esta administra­ción?

El árbol y nuestros parientes

En los escarceos amorosos entre los participan­tes de la cita con Macri hubo reproches sobre la falta de consulta. “¿Para qué?”, dijo Peña. “Ustedes tiene varios ministros, Santos (Gustavo, Turismo) es de ustedes, como Dujovne”. Macri miraba con media sonrisa, y se rió cuando los radicales le respondier­on: “Santos hace 15 años que dejó de ser radical, y fue ministro de De la Sota y de Schiaretti, que fue quien se los trajo como ministro. ¿Dujovne? Tampoco lo puso el partido”.

Macri parece gozar con esos pedidos de cuentas a Peña y Frigerio (a este último los radicales lo consideran el ministro más anti-radical del gabinete). Uno de los legislador­es le puso más alegría al cruce: “El Gobierno tiene muchas ocupacione­s para andar revisándon­os el árbol genealógic­o a los radicales, y después poner en los cargos a nuestros parientes sin consultarn­os”. El tono de Cornejo le impuso gravedad a la cita, que terminó con promesas como si fueran del mismo equipo. Lo son, pero juegan partidos distintos.

El pacto de La Calesita

Esto se demostró en una segunda cita, que es quizá la que juntó más masa de poder del ofi- cialismo. Vamos a llamarlo el “Pacto de La Calesita”, porque acá las cosas se dicen por su nombre. La Calesita (técnicamen­te La Nueva Calesita) es una parrilla que está en Panamerica­na y General Paz –la calle del mundo, diría González Tuñón–. Allí se encontraro­n el miércoles a una hora letal, la de la siesta en el Conurbano, Elisa Carrió y Alfredo Cornejo en la primera cita entre la jefa de la Coalición y el presidente de la UCR. Los juntó quien los quiere cerca y amigos, Horacio Rodríguez Larreta, que es el CEO del macrismo. Lo inventó él, y espera trascender los tiempos de Macri, a quien sucedió como gobernador de la CABA y espera heredar como presidente algún día.

El encuentro ocurrió entre el almuerzo de Mariano Rajoy con los legislador­es en Diputados, y la cita que tenía prevista Cornejo en la tarde de aquel día con más de un centenar de funcionari­os de su partido en el Gobierno nacional. No estuvieron sólo estos tres que reúnen el mando formal e informal de Cambiemos. Los acompañaro­n Mario Negri, el mejor amigo político de Lilita, y Diego Santilli, el vice porteño que está solo y espera. Tiene que decidir si será compañero de fórmula de Larreta en una reelección. O si, para preservars­e como sucesor en 2023, revolea la moneda y sale del escenario para construir esa nueva biografía. Si se queja es de lleno.

“Acelerar no, dar testimonio”

El “Pacto de La Calesita” enumera algunos puntos, de sutil trámite:

1) Habrá Cambiemos en la Capital.

2) No será como un acuerdo del PRO y la Coalición con Martín Lousteau. Será con la UCR del distrito, aun cuando sea para que todo termine en una PASO entre Larreta y Lousteau para la candidatur­a a jefe de Gobierno. “Sin esa PASO, no tiene sentido Cambiemos

Alfredo Cornejo, el jefe de la UCR, llevó la voz de las quejas contra Macri. Y el Presidente le contestó pidiendo propuestas.

El ministro Juan José Aranguren es criticado por opositores y oficialist­as. Pero tiene un defensor de lujo: Macri.

El macrismo cuenta a Nicolás Dujovne como funcionari­o radical pero en la cúpula del partido no lo toman como propio.

Elisa Carrió descuenta que habrá alianza de Cambiemos en la Ciudad para 2019. Pero pide no acelerar tiempos.

El asesor papal Juan Grabois presionó en el Congreso para apurar un proyecto para escriturar en las villas.

Según el senador Miguel Pichetto, una oficina del Congreso para auditar el prespuesto era frenada por CFK.

Capital”, dice Larreta.

3) Ese acuerdo es una cuestión nacional, con lo cual el comité de Cornejo tendrá intervenci­ón. Su misión es sentar al Comité Capital en la negociació­n, que se parece más a un armisticio. La UCR se queja de que Larreta fumiga a los radicales de lo cargos y sólo les ofrece algo si se doblegan.

4) Carrió reconoce la necesidad de la alianza porteña, pero fija condicione­s. No les pone nombre y apellido, pero se conoce su ánimo anti Nosiglia y anti Angelici, con el que veta todo acercamien­to pacífico. Lo mismo con Lousteau, con quien se dijo que es muy difícil negociar, ya que en cada aparición pública toma más distancia de Cambiemos. “No hay que acelerar, hay que dar testimonio”, así sintetizó Lilita, profética, su posición.

5) Larreta no está decidido aún a unificar la fecha de elecciones de la Ciudad con la Nación, y eso le pone los tiempos al acuerdo, que son lentos. Pondera la oportunida­d de unificar y contribuir con el efecto arrastre, al proyecto de reelección sin balotaje. Pero también cree que, si Capital vota antes, corta lo que puede ser una racha de triunfos peronistas en provincias, que ya han anunciado que adelantará­n. Los radicales en esa mesa creen que en realidad la racha peronista sólo la cortan triunfos en provincias como Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos, adonde el PRO y el macrismo puro todavía deben demostrar que juegan a ganador, y no a acordar con otros sectores, aun del peronismo.

Tuneleros en acción

Estas rispideces contrastan con el ánimo conciliado­r de otras jornadas, que han puesto en acción a los tuneleros de la política. Por ejemplo, el acuerdo entre el oficialism­o y las organizaci­ones de la economía popular –es decir, el tridente de San Cayetano, que conduce en los hechos el asesor papal Juan Grabois– para acelerar el tratamient­o del proyecto de expropiaci­ón de terrenos en villas, para dárselos a sus ocupantes. El texto del proyecto estaba redactado entre las partes a fines del año pasado y se demoraba el envío al Congreso. Grabois le advirtió al Gobierno en la semana que pasó, a través del jefe del bloque PRO, Nicolás Massot –uno de los redactores de la norma– que si no se movían, las organizaci­ones iban a llevar el proyecto al Congreso con la firma de los bloques de la oposición. Éstos estaban esperando esta oportunida­d, pero Massot se movió rápido y el jueves apareció en mesa de entradas la iniciativa, con las firmas de los jefes del interbloqu­e Cambiemos.

¿Presión? Con un aviso bastó, y el proyecto sale con fritas porque en realidad tiene un fuerte aroma vaticano. Habrá detalles para discutir, como el financiami­ento de esta iniciativa, por lo menos revolucion­aria. En el texto se dice que en el presupuest­o de cada año se debe votar una partida para pagar las expropiaci­ones, y que deberá votarse también la procedenci­a de los fondos. Además, se discutirá cómo pagarán los villeros los lotes que reciban, porque habrá alguna forma de pago, acomodada a las condicione­s de cada habitante.

“Cristina boicoteaba todo”

Y si de presupuest­o se habla, otro entendimie­nto interparti­dario debutó en el Congreso con pedidos de auxilio celestial. Fue con la presentaci­ón de la Oficina de Presupuest­o del Congreso, para asesorar en materia económica y auditar todos los proyectos en los que se mueva una moneda. Es una vieja idea de legendario­s legislador­es de las comisiones de Presupuest­o, que estuvieron en el lanzamient­o, como Raúl Baglini y Oscar Lamberto. El ex senador Juan Manuel Abal Medina fue quien presentó la última versión del proyecto, después de que los gobiernos anteriores lo postergase­n.

“Cristina lo boicoteó, porque boicoteaba todo proyecto bipartidar­io”, dijo Miguel Pichetto. En realidad, agrega Abal, ningún gobierno quería esa oficina, que es en última instancia otra barrera de control. “Por eso presenté el proyecto, que era viejísimo y había perdido estado parlamenta­rio, entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones de 2015. No se sabía quién sería presidente y todos firmaron”, recordó.

A Luciano Laspina, presidente de Presupuest­o de Diputados, lo palmeaban porque dicen que su mérito fue doblegar la voluntad de dos ministros de este gobierno, que tampoco querían que se creara esta oficina (Alfonso Prat-Gay y Nicolás Dujovne). Escuchaba estas historias Jason Jacques, que es el jefe de la oficina de Presupuest­o del parlamento de Canadá, invitado al seminario de lanzamient­o de la OPC, y aportó: “Pasa en todos lados. En Canadá debimos ir en recurso a la Corte Suprema, para que el Ejecutivo nos diera la informació­n para trabajar”.

Marcos Makón, que ganó el concurso para dirigir la oficina en la Argentina, respondió con un gesto de “uy, la que me espera”. La primera prueba será en junio. Para ese mes el ministerio de Hacienda debe enviarles la primera tarea: los informes de ejecución del presupuest­o de 2017. Ahí te quiero ver. ■

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