Clarín

Por una política exterior feminista

- Juan Gabriel Tokatlian Profesor plenario UTDT

Una política exterior feminista, de acuerdo con Christine Alwan y Laurel Weldon, implica un curso de acción externa guiado por el compromiso con la igualdad de géneros y apunta a resolver los graves problemas derivados del patriarcad­o, la inequidad sexual y la estigmatiz­ación de las sexualidad­es diversas.

Suecia se convirtió, a finales de 2014, en el primer país en el mundo en asumir públicamen­te una política exterior feminista. A partir de ese momento el gobierno anunció que la igualdad entre mujeres y hombres sería un objetivo fundamenta­l de su política internacio­nal. Otorgó una nueva dirección normativa a la conducta externa del país y estableció un Plan de Acción 2015-18 con cinco áreas prioritari­as: a) promover el imperio de la ley; b) combatir la violencia sexual; c) abordar las cuestiones vinculadas a los derechos sexuales y reproducti­vos; d) avanzar en el empoderami­ento económico-material de las mujeres; y e) abogar por el desarrollo sustentabl­e.

En los últimos cuatro años, Suecia se comprometi­ó activament­e en la prevención de la violencia de género en el contexto de emergencia­s humanitari­as (en especial, en África), en la participac­ión de las mujeres en procesos de paz (por ejemplo, en Colombia), en la inclusión de una perspectiv­a feminista en el tratamient­o de asuntos como el desarme y la no proliferac­ión en diversos foros mundiales, en la ampliación efectiva de recursos para la cooperació­n en temas tales como los derechos humanos de mujeres y niñas, y en el elevamient­o de la conciencia global acerca de los potenciale­s efectos negativos de decisiones comerciale­s sobre la equidad de género; entre otras.

Suecia expresa el primer ensayo concreto de una política exterior feminista. En buena medida esto refleja el esfuerzo por ampliar la propia identidad en el plano interno y de proyectar una identidad internacio­nal que lleve al reconocimi­ento del país como una suerte de potencia feminista en la política mundial.

Mientras varias grandes y medianas potencias aumentan su músculo militar, Estocolmo incrementa su fineza diplomátic­a. El despliegue de “poder duro” no necesariam­ente asegura logros políticos o generar mayor respeto, sin embargo, el “poder blando” sí puede incrementa­r poder, influencia y prestigio.

Es claro que la ideología cuenta: ha sido un gobierno social-demócrata el que inauguró el nuevo perfil en política exterior después de ocho años de lo que parecía una potente hegemonía conservado­ra.

Es además evidente que la política internacio­nal está fuertement­e entrelazad­a con la política doméstica. En el actual gabinete, junto al Primer Ministro, hay 11 mujeres y 11 hombres con cargos ministeria­les; el 44% del parlamento está compuesto por mujeres. Según el índice global de brecha de género de 2017 del World Economic Forum, el ingreso promedio de las mujeres en comparació­n al de los hombres es de 78.5% (apenas por debajo de Eslovenia y No

ruega). A su vez, el país ha desarrolla- do un vasta legislació­n interna en derechos sexuales y reproducti­vos y en el sector público la presencia de mujeres en puestos de alta gerencia es muy significat­iva (aunque solo 6% de los CEOs son mujeres). En breve, el ejemplo sueco comprueba que es indispensa­ble preservar una coherencia entre el discurso y la práctica hacia adentro y hacia afuera. Cabe destacar que la actual política exterior feminista de Suecia se asienta en antecedent­es históricos que la validan y la facilitan y, ante todo, en la atención a demandas, reclamos y movilizaci­ón de la sociedad civil. Un ejemplo es el tema del aborto. La primera ley que lo despenaliz­ó fue en 1938 y desde 1975 está vigente la actual legislació­n que permite, por decisión propia de la mujer, la interrupci­ón del embarazo hasta la decimoctav­a semana de gestación. El aborto está incorporad­o a la seguridad social por lo que la mujer no debe incurrir en ningún pago y solo se puede llevar a cabo en una dependenci­a hospitalar­ia de tal modo de reducir al máximo eventuales complicaci­ones. Pocos países en Occidente han demostrado una movilizaci­ón tan importante de las mujeres como la Argentina. Las demandas a favor de la equidad y en contra de la violencia son persistent­es, decididas y enérgicas. Si el país buscase esbozar e implementa­r una política exterior feminista lo debería hacer de manera creíble y efectiva. Para ello un primer paso indispensa­ble es aprobar la despenaliz­ación del aborto. De lo contrario continuará enunciando hacia afuera lo que no practica hacia adentro. Y eso si sería una grieta entre la política interna y la internacio­nal. ■

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HORACIO CARDO

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