Le dieron 25 años de cárcel a un cura por abusar de siete chicos
Fue denunciado por siete víctimas. Los ataques fueron entre 1985 y 1993 en el seminario de Paraná. Tendrá prisión domiciliaria hasta que el fallo quede firme.
Es Justo Ilarraz. Cometió los abusos entre 1985 y 1993, mientras era preceptor de un seminario en la ciudad de Paraná, Entre Ríos. El sacerdote quedó con arresto domiciliario hasta que la condena quede firme. Las víctimas le pidieron al Papa Francisco que intervenga la diócesis.
El cura Justo José Ilarraz mira a la jueza Alicia Vivian, quien lee la decisión que tomó el tribunal que ella preside. No le saca la vista de encima. Evita mirar hacia atrás donde todas las cámaras y flashes le apuntan. Los fiscales Francisco Ramírez Montrull y Álvaro Pierola permanecen con el ceño fruncido. El clima es tenso. La sala de audiencia de Paraná quedó desbordada por la presencia de denunciantes, familiares y medios. Vivian habla en un tono lineal, pero da - en el inicio del fallo- una pista: habla del “resguardo a las víctimas”. Ya no son los locos, los envidiosos, los celosos, los interesados, los bocasucias, los blasfemos. Son las víctimas. Más tarde lo confirma con una dura condena: 25 años de prisión de cumplimiento efectivo por abusar sexualmente de 7 chicos en el seminario de Paraná entre 1985 y 1993, cuando él era preceptor. Ilarraz niega con la cabeza y levanta sus cejas al oír el sólido peso de las palabras. Será su único gesto en los 5 minutos que demoró la lectura de la sentencia. Las víctimas y sus familiares quiebran en llanto y se funden en abrazos.
El sacerdote Justo José Ilarraz quedó detenido con prisión preventiva domiciliaria en Paraná hasta que quede firme la sentencia de la Cámara del Crimen de Paraná. Ayer, tras conocerse la condena, debió esperar que le trajeran una tobillera electrónica en la Alcaidía de los tribunales paranaenses, a los fines de controlar sus movimientos. La Fiscalía había advertido sobre el riesgo de fuga del acusado. El cura no podrá salir de la vivienda sin orden judicial, “bajo apercibimiento de revocarse éste beneficio” si así lo hiciera.
Para los familiares y las víctimas, comenzó una nueva etapa.“Es una paz interior. Pero también creo que va a impulsar a otras víctimas. El Papa Francisco a partir de ahora tiene que mirar a su pueblo. Este es el momento de que haga algo. Tiene que echar mano al seminario e intervenir el arzobispado. La gente ya descree después de esto y necesita que alguien le devuelva la poca fe que queda”, dijo Fabián Schunk, uno de los tres denunciantes que estuvieron ayer en la sentencia. La historia de Fabián es especial porque fue uno de los pocos que llegó a ser sacerdote, pero frustrado por el nulo eco que las autoridades hicieron de sus denuncias internas, dejó los hábitos. Hoy tiene dos hijos y una esposa, bases que lo impulsaron a que realice sus denuncias. “Es de las penas más altas que se le ha dado a un sacerdote en Argentina por hechos de abuso. Nos han dado la razón en un 99% y estamos muy conformes con ello”, comentó el abogado querellante Marcos Rodríguez Allende.
“Hoy encontraron por parte del Estado, un Tribunal que los ha escuchado. Es relevante lo que ha sucedido hoy. Es histórico para la provincia y el país. Este no es el primero ni el último procesamiento: hay alrededor de 70 procesos penales abiertos en el país por personas que en el rol de sacerdote abusan de niños”, indicó a Clarín el fiscal Álvaro Pierola. “No puedo dejar de pensar en las víctimas, hoy empieza su verdadera sanación. Y no tengo dudas que si estuvieron 30 años voces calladas y fueron escuchadas, puede generar un mensaje motivador para aquellos que no se animaron. Otras víctimas seguro existen pero quizá no se han animado”, agregó.
Sobre ese punto ya hay una situación concreta. Un testigo había mencionado, durante las audiencias, el nombre de Sergio Romero, otro ex seminarista que había dejado la provincia tras los abusos. El Tribunal llegó a él, radicado en el sur del país, y le pidió comparecer. Lo hizo. Y fue un punto valioso para la causa: corroboró las denuncias de sus ex compañeros y también habló de su caso particular. Se transformó en la octava víc-
tima que hablaba como tal sin ser denunciante. “Para mí fue dejar de correr, de escaparme, dejar que ese monstruo salga”, había dicho a los medios. En los considerandos de la sentencia, prevista para el 1° de junio, se prevé que se trate el tema de testigos que declararon que habían sido abusados. Pero también creen que puede ser una inyección de ánimo para otros que no se quisieron exponer en toda esta extensa etapa.
Para las víctimas, de todas formas, aún hay un capítulo de esta historia que no quedó cerrado con la condena de ayer. Muchos de ellos aún miran de reojo los movimientos de la Corte Suprema, que tiene un pedido de prescripción desde 2015 sin resolver. Esto abre un interrogante difícil de responder ante la contundencia de este fallo. ¿Qué hará el máximo tribunal de la Nación? Aquí se juzgó a Ilarraz por delitos cometidos en su etapa como prefecto de disciplina y guía espiritual en el Seminario de Paraná entre 1985 y 1993. Sin embargo, una resolución a favor de la prescripción anularía lo actuado en la justicia entrerriana. Pero también “podría generar una cataratas de juicios en el país si la Corte falla contra la prescripción”, como le dijo a Clarín una alta fuente judicial. Es más, hasta uno de los abogados querellantes advirtió al inicio del proceso que podía ser en vano todo “el gasto que demanda un juicio de esta envergadura y el drama que significa para los protagonistas directos del caso”. ■