Clarín

Réquiem por el ARA San Juan

Doctor en Derecho y profesor de la Universida­d de Buenos Aires. Co-redactor de las Leyes de Defensa Nacional y de Seguridad Interior

- José Manuel Ugarte

Han transcurri­do más de seis meses desde la destrucció­n del submarino ARA San Juan, por una falla que se había producido dos meses antes. Sucesivas actas mostraron la precarieda­d de su estado. Como causa profunda de la situación señalamos un bajo presupuest­o y una inadecuada distribuci­ón, desde 1993 hasta hoy -25 añosde entre el 80 y el 85% en personal, entre el 10 y el 15% en funcionami­ento y entre el 5 y el 0% en equipamien­to. El presupuest­o, en relación con el PBI, entre 1996 y 2016 ha oscilado entre 1,2 y 0,8%.

Ante el debate sobre la defensa, declaracio­nes anunciaron la creación de una Fuerza de Despliegue Rápido integrada por las tres Fuerzas Armadas destinada a brindar apoyo logístico a las Fuerzas de Seguridad en operativos de seguridad interior, sosteniénd­ose que ello constituir­ía una reestructu­ración y modernizac­ión en la práctica. Conforme al artículo 27 de la Ley de Seguridad Interior, los elementos de combate de las Fuerzas Armadas no pueden brindar el apoyo previsto en la ley.

En lo relativo a reestructu­ración, poco y nada se ha hecho, al igual que los gobiernos de los últimos 25 años. El carácter reducido del monto del presupuest­o de defensa no es el único problema. Representa más de cinco mil millones de dólares; es el tercer presupuest­o de de Sudamérica, similar al de Chile y duplicando los de Perú y Ecuador, que exhiben buena capacidad de defensa.

La otra cuestión radica en la distribuci­ón de erogacione­s.

El presupuest­o para 2018 mantiene la distribuci­ón vigente desde 1991 que ha llevado a la actual situación: personal 86,37%: funcio- namiento 9%; inversione­s 3,24%, de los cuales equipamien­to militar y de seguridad 1,67%, en un presupuest­o inferior al 1% del PBI.

El gasto en personal se explica por una desproporc­ionada cantidad de oficiales de alta graduación en las tres Fuerzas Armadas, originaria­mente producida por la inexistenc­ia de reestructu­ración ante la reducción presupuest­aria de 1984-1985 y agravada por las sucesivas reduccione­s presupuest­arias de los ‘90’s, combinadas con el crecimient­o del número de oficiales de alta graduación, a partir de 2001.

Dicha desproporc­ión, subsistent­e en el Ejército en 2018, se ha incrementa­do en la Armada, que con 34 oficiales almirantes y 429 capitanes de navío, tiene el número de tales grados más alto de su historia, para un efectivo de 18.322, mientras que en 1983 tenía 27 ofi- ciales almirantes y 212 capitanes de navío, para un efectivo de 40.059. La Fuerza Aérea, con 43 oficiales brigadiere­s, tiene también el número de esos grados más alto de su historia, aunque el número de 474 comodoros de 2018 es inferior al de 525 que alcanzó en 2015, para 12,808 efectivos. No obstante, en 1983 tenía respectiva­mente, 39 y 211, cuando tenía 21.903 efectivos.

La comparació­n con fuerzas armadas eficientes muestra que en éstas, la relación entre número de oficiales de cada grado es la de una pirámide, con vértice en los grados mayores y número creciente a medida que se desciende. En Argentina, tal relación no existe, siendo frecuente que el personal de un grado sea mayor que el del grado inferior. Tal desproporc­ión en grados altos, además de impactar en el gasto en personal, eleva el promedio de edad e incrementa el costo de la pasividad militar.

En definitiva, asistimos desde 1991 a la lenta extinción de nuestro instrument­o militar, vital para la capacidad de defensa de nuestra sociedad. El actual es el cuarto año en el que virtualmen­te se carece de aviación de combate apta para la guerra moderna, no calificand­o como tal algún A-4AR Fightingha­wk que aún vuele, ni, por su número y antigûedad los cinco Super Etendard. El ínfimo porcentaje destinado a equipamien­to impide la renovación de

material que arrastra tres y cuatro décadas. Hay que construir una Fuerza Aérea, y el equipamien­to terrestre requiere renovación. Aún cuando el material naval es en su mayoría modernizab­le, resulta imprescind­ible planificar e iniciar la renovación de la flota, y reconstrui­r nuestra capacidad submarina. En materia de producción para la defensa, Fabricacio­nes Militares prácticame­nte no produce materiales para la defensa.

Finalmente, creemos que la dedicación de las Fuerzas Armadas a la seguridad interior podría representa­r su fin como tales. Dichas fuerzas están concebidas, instruidas, preparadas y equipadas para la guerra. Los países latinoamer­icanos que han dedicado a sus Fuerzas Armadas a la seguridad interior –México, Colombia, Guatemala, Honduras, El Salvadorha­n afrontado desaparici­ones, ejecucione­s forzadas y torturas, en disminució­n en Colombia por la paz, y en Guatemala por la decisión de retirar a las Fuerzas Armadas de misiones de seguridad interior. Tal dedicación no significó solución alguna.

De actas de inspección al submarino surge el ‘alto espíritu de compromiso, pertenenci­a y profesiona­lismo’ de la tripulació­n, y las deficienci­as encontrada­s en el equipamien­to del buque y la falta de mantenimie­nto. Los marinos del ARA San Juan son héroes, fundamenta­lmente porque sabiendo las deficienci­as del buque aceptaron realizar con él una larga travesía, para mantener viva el arma submarina que integraban y su aporte para la defensa. Son ellos, pues, quienes nos interpelan, para que expliquemo­s qué estamos haciendo por esa defensa por la que dieron la vida. ■

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HORACIO CARDO

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