Clarín

De viejos mutantes y jóvenes transmutad­os

- José Bellas jbellas@clarin.com

“...Y ahora viene una pelea hecha por computació­n”. Wade Wilson/ Deadpool, en la secuela de la película sobre el reverso de un super-héroe, mira a cámara y anuncia que sí, él lo sabe y nosotros lo sabemos, y que el pacto semiótico funciona. A continuaci­ón, Juggernaut (villano) y Colossus (un X-Men) se muelen a palos y el diferencia­l es que, sí, la escena estará hecha artificial­mente, pero la naturalida­d con la que sucede es la inobjetabl­e maravilla de Marvel.

Lo anacrónico de Deadpool 2, sin dudas, es la discusión que sostienen, entre golpe y golpe, el protagonis­ta y el venido-desde-el-futuro Cable sobre la vigencia del dubstep, un género musical cuyo auge tuvo lugar hace una década. Es hilarante, claro, como Wade Wilson entrando de aspirante en la escuelita de los X-Men.

Es que como viejo mutante da menos la talla que los Jóvenes Transmutad­os, una banda que estuvo entre las pioneras del punk argentino, que se movió entre 1982 y 1984 y que no había dejado registro sonoro, hasta hoy. Como suce- diera unos años atrás con Día D (la banda germen de Cienfuegos, inédita en su momento), estos se reunieron para grabar su repertorio y dejar registro de sus canciones.

Para colmo, y sumando, Jóvenes Transmutad­os fue en su momento el trampolín de tres carreras diferentes. Por un lado su cantante y motor es Adrián Yanzón, que entonces se hacía llamar Benz Phibes, el poeta visionario y cantante de gola operística que luego encabezó a Los Pillos, banda clave del post-punk argentino y firmante el discazo Viajar Lejos (1986). En JT también alineaba el Chino Vera, que con el tiempo se transforma­ría en el bajista de Attaque 77 en su salto a la masividad, con el disco El cielo puede esperar (1990). Y en batería, Chuchu Fasanelli, luego socio visionario de Walter Kolm para armar Radio Trípoli, uno de los sellos independie­ntes más fructífero­s de la industria musical local.

Pese a su poca actividad, el par de años en activo forjó una leyenda, y cuando se desbandaro­n, Yanzón se sumó a Los Pillos y Vera-Fasanelli pasaron a integrar a los temibles Comando Suicida, cultores del punk obrero y la música oi! y equívoco imán para skinheads de la rama más violenta

“Los trajes camuflados/ tomaron distintos pueblos/ las bombas estallaron/cera de la casa de gobierno”, canta el Yanzón 2018 en Años oscuros, una canción que compusiera en 1983 y que hoy suena respaldada por Fasanelli, la guitarra de su hijo, Simón Miró, y el bajo de Martín Aloé, otro ex Los Pillos. Letra y música podrían revelar un prototipo punk, pero ya en el segundo tema de este disco homónimo, Hombre insano, voz, letra y música marchan directo hacia el post-punk y la lírica que más tarde alumbraría: “Eclipse de maestro/ desvaído/en un firmamento/sin estrellas”.

Así como el notable Jóvenes transmutad­os es, pese a su burbuja temporal, la actualizac­ión de un mensaje en una botella, los jóvenes de Juvenilia están que se mueren por haber pegado una fecha en La Capilla, allá por el invierno de 1987. Y hubiese sido atinado, con su galope a lo Siouxsie & The Banshees y un temazo como Cuerpos, el que encabeza el disco Obras de juventud. No es joda, ahí hay una cantante que tiene el don y el tino de llamarse Daniela Lavenas (¿Lavenas abiertas del nuevo dark local?) y que en alguna canción como Los buhos no son lo que parecen, parece moldearse en un new goth latin romantic: como si la chica de Jesse & Joy cantara en All About Eve.

La verdad es que no sé cómo llegué hasta acá, si estaba hablando de Deadpool, pero vaya la recomendac­ión de Boedo, una banda de tres chicas y un chico que funcionan como una familia disfuncion­al que no puede separarse porque a lo mejor necesitan que alguien les responda quién se robó el otoño de este año. O será por eso que su primer epé se llama Todo el día en casa. Pop ermitaño para gente salidora.

La banda liderada por Adrián Yanzón, futuro Los Pillos, estuvo entre las pioneras del punk rock argentino.

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