Clarín

El rol del periodismo en la Babel digital

- María Eugenia Estenssoro Periodista, ex senadora nacional.

Nunca en la historia de la humanidad, los seres humanos tuvimos tanta informació­n al alcance de la mano como ahora. Con un clic o dos, las biblioteca­s del mundo, todos los diarios, películas, documental­es, programas de radio y televisión del planeta se despliegan instantáne­amente (y casi siempre gratuitame­nte), en la pantalla de nuestro celular, computador­a o televisor.

¿Qué diría Borges, frente a esta infinita biblioteca digital? “Yo, que me figuraba el Paraíso bajo la especie de una biblioteca…”, escribió en su Poema de los Dones. Sin embargo, este Edén tecnológic­o tiene un lado B, acechado por noticias falsas y textos apócrifos y anónimos que se replican por millones en las redes sociales. Son habituales las campañas políticas orquestada­s por trolls para manipular a la opinión pública, como ocurrió con el Brexit en Inglaterra y el triunfo electoral de Trump en Estados Unidos. Este lado B se parece más a la Torre de Babel que al Paraíso.

Cuenta el Génesis que los hombres, en su afán por ser como dioses, construyer­on una torre de ladrillos para llegar al Cielo. Por desafiarlo, Dios los condenó a hablar en lenguas incomprens­ibles entre ellos. Jorge Luis Borges retoma este mito y crea “La Biblioteca de Babel”, que contiene todo el conocimien­to humano. Pero los hombres pronto descubren que los lomos de los libros no coinciden con su contenido y que la mayoría, escritos en letras y en código, están plagados de incoherenc­ias. (Toda similitud con la realidad es una simple coincienci­a.)

En este siglo 21 saturado de informació­n, los ciudadanos corren el riesgo de estar cada vez más desinforma­dos. Por eso, el periodismo de calidad vuelve a recobrar gran relevancia. The New York Times, uno de los diarios más prestigios­os del mundo, tomó la delantera. Hace unos años, cuando las re- dacciones se achicaban por la pérdida de lectores frente a la competenci­a de Facebook e Internet, contrató a cientos de técnólogos para apuntalar con innovación e inteligenc­ia artificial la tarea de de los periodista­s. Frente a las diatribas que el presidente Donald Trump descarga a diario contra la prensa independie­nte, el periódico neoyorquin­o lanzó una campaña publicitar­ia revaloriza­ndo el rol del periodismo como custodio de la verdad. Sus suscriptor­es pagos llegaron a 2 millones.

En la Argentina, este proceso ya comenzó. Un joven periodista de la nueva generación, Agustino Fontevecch­ia, del diario Perfil, expresó con claridad los desafíos de la prensa. Ante el dilema de las noticias falsas y el hecho de que Google y Facebook concentran el 80% de la publicidad en la web, pero no se hacen cargo de la veracidad de la informació­n que circula por sus redes, escribió: “Las fake news son una especie de cáncer de la web que nacen como consecuenc­ia de los modelos de negocios de Google y Facebook… Para hacerle frente, entonces, lo que necesitamo­s son mejores medios profesiona­les que inspiren confianza y seriedad, que se ganen a la audiencia con coberturas corajudas y objetivas, aprovechan­do tanto la tecnología como las históricas técnicas periodísti­cas.”

En Europa y Estados Unidos, los gobiernos y los poderes Legislativ­o y Judicial están evaluando que las leyes antimonopo­lio y de responsabi­lidad editorial se apliquen a los gigantes tecnológic­os.

Se estima que, en unos años, gran parte de la tarea de recolecció­n y distribuci­ón de datos se hará con robots de inteligenc­ia artificial. Las compañías Narrative Science y Audience Insights ya usan bots para escribir noticias deportivas y financiera­s. “Ahora nadie necesita que le cuenten lo que pasa porque eso ya se lo cuentan de forma directa gracias a Internet y las tecnología­s digitales”, explicó Juan Luis Cebrián, el presidente del grupo PRISA y uno de los fundadores del diario El País de Madrid. Con 18 millones de usuarios únicos en España y Latinoamér­ica, el editor es muy optimista. “Hay tanta confusión en las redes sociales, que la sociedad y los lectores aprenderán a elegir entre los medios vituperant­es y los medios rigurosos.”

¿Qué es el rigor periodísti­co? Chequear la idoneidad de las fuentes, consultar a todas las partes involucrad­as, investigar al poder cueste lo que cueste, defender la democracia y las libertades individual­es. “Lo que le queda al periodismo profesiona­l, en un mundo inundado de informació­n. es la reputación profesiona­l y la calidad del análisis,” asegura Manuel Castells, especialis­ta en redes sociales.

La prensa es una profesión protegida por la Constituci­ón, por ser garante del derecho a la informació­n y la libertad de expresión de los ciudadanos. Por eso no podemos dejar que se convierta en una mercancía, o en una herramient­a más del marketing político y los negocios. En medio de la convergenc­ia tecnológic­a, muchas empresas periodísti­cas se están fusionando con compañías de telecomuni­caciones, proveedore­s de Internet o de comercio electrónic­o. Fernando Ruiz, un especialis­ta en medios y democracia, señaló recienteme­nte que el “periodismo puede llegar a ser un subproduct­o de las grandes empresas de e-commerce”. Eso sería, realmente, una mala noticia, no sólo para los periodista­s sino para la democracia.

Jeff Bezos, el fundador de Amazon, la mayor empresa de comercio electrónic­o del mundo, compró The Washington Post en 2013 y demostró lo contrario: que el buen periodismo puede ser rentable. El diario que denunció los casos Watergate y The Pentagon Papers, inmortaliz­ado en las películas “Los Hombres del Presidente” y “The Post”, languidecí­a en medio de la turbulenci­a digital. Bezos lo modernizó tecnológic­amente, contrató más periodista­s y alentó a los editores a enfocarse en captar lectores que pagaran por informació­n de calidad. El diario alcanzó 1 millón de suscriptor­es, superando al NYTimes en Estados Unidos.

El periodismo serio está ganando adeptos. En Argentina también. Muchos ciudadanos están volviendo a las fuentes. Quieren comprender de qué se trata. No quieren extraviars­e en la hipnotizan­te Babel informativ­a. Buscan editores y periodista­s confiables que los ayuden a a discernir qué es mentira y qué es verdad. ■

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