Clarín

La gestión del equilibrio cambiario

- Politólogo e investigad­or del Conicet. Presidente del Club Político Argentino Vicente Palermo

Reconocer que el Gobierno comete errores no nos exime de identifica­r los factores principale­s que explican la crisis cambiaria y sus consecuenc­ias adversas. La explicació­n debe basarse en las situacione­s dilemática­s que condiciona­ron la gestión general de gobierno. En ese marco tuvo lugar la conjugació­n negativa de tres variables estratégic­as que definieron la actual gestión gubernamen­tal. Veamos primero las situacione­s dilemática­s:

1. Al comenzar su gestión, el Gobierno tenía delante suyo un campo minado. Desactivó varias minas en el corto plazo, pero si habría de atravesarl­o, no era tan fácil incurrir en un diagnóstic­o crudamente realista. Y estaba obligado a atravesarl­o, no podía dar rodeos. El potencial explosivo de las bombas era difícil de evaluar con precisión pero elevado en todos los casos.

No se podía eludir algunas de ellas sin pisar otras. Un campo minado es, a simple vista, apenas un campo: sólo se ve la hierba apacible; a ojos de muy importante­s sectores sociales, esas minas básicament­e no existían.

Esas minas letales los lectores las conocen muy bien (déficit fiscal, déficit externo, inflación, muy baja productivi­dad precariame­nte sostenida en una base de elevada puja social, etc.). Una economía, en suma, frágil y estructura­lmente propensa a las crisis.

2. El gobierno de Cambiemos es un gobierno minoritari­o. En la Argentina presidenci­alista es una dificultad de primer orden para gobernar y un caldo de cultivo del error político.

El Presidente ¿podría haber intentado configurar un inestable presidenci­alismo de coalición, ofreciendo cargos ministeria­les en el gabinete? Cambiemos habría crujido, pero Macri tenía fuerza interna para hacerlo. ¿Pero podía convencer a algunos peronistas? ¿Podría haber tejido una red mínimament­e estable de gobernador­es y parlamenta­rios en base a su gabinete?

Un gobierno de esa naturaleza habría sido, eso sí, consistent­e con el gradualism­o. Y con la idea, por parte de la oposición, de que si quiero ser gobierno en el futuro y que me vaya bien, lo mejor es que al que es gobierno hoy le vaya bien.

3. Cambiemos era un agrupamien­to político que carecía de experienci­a de gobierno nacional. Gobernar la ciudad de Buenos Aires es un activo, pero no es el Estado, la sociedad y la economía argentinas. Y universalm­ente los gobiernos sin experienci­a tienen que aprender y pagan un precio. En el mejor de los casos, el precio es alto pero se aprende. En el peor, no aprenden.

Tales son los tres componente­s básicos del marco inicial. Y fue en él que el Gobierno tomó tres decisiones estratégic­as que importan decisivame­nte para explicar la crisis cambiaria:

1. El Presidente dejó de lado la alternativ­a de un gobierno de coalición. Se limitó a una muy reducida coalición parlamenta­ria y trató los temas de requerimie­nto Ejecutivo-Legislativ­o caso a caso y mediante vínculos bilaterale­s, en especial con los gobernador­es.

2. Recurrió al endeudamie­nto externo y optó por el gradualism­o (caras de una misma moneda).

3. Organizó de un modo peculiar el gabinete económico. En teoría, hay un jefe económico: el Presidente. En la práctica, esta decisión condujo a permanente­s problemas de coordinaci­ón.

La vulnerabil­idad dejó de ser virtual cuando 1, 2 y 3 se conjugaron. Cuando el Gobierno colocó en agenda las tarifas, su carácter minoritari­o se hizo patente en el aglutinami­ento de las oposicione­s peronistas, y en un contexto de incertidum­bre financiera internacio­nal el extravagan­te esquema de coordinaci­ón económica hizo agua.

Pero el Gobierno no venía tan mal combi- nando reformas macro y micro, indispensa­bles para una trayectori­a estable de crecimient­o y equidad. Logró cambiar precios relativos (subida de tarifas, energía y tipo de cambio), bajando (menos de lo pensado) la inflación; bajar impuestos sesgados, aumentar el gasto social y las transferen­cias a las provincias, y pese a ello estaba bajando el déficit fiscal primario. Y la economía estaba volviendo a crecer, mientras que la pobreza se reducía lentamente. Pero el Gobierno necesitaba mucho tiempo para su malabarism­o en cuerda floja. ¿Alguien podría creer que se trataba de una situación sólida?

¿Y ahora? Se han reducido los márgenes políticos de acción del Gobierno. Este ha consumido parte de su capital político. ¿Es imposible que lo recupere? No. En lo económico, ello depende del ciclo hasta finales de 2019: los próximos meses pueden ser malos, pero luego puede sobrevenir un período de más baja inflación y mayor crecimient­o. Pero, sobre todo, el Gobierno debería defender con uñas y dientes el legado positivo de la crisis cambiaria: una corrección sustancial del tipo de cambio y de los precios relativos. Hay una franja entre el atraso cambiario (salario alto pero economía no competitiv­a) y el adelanto cambiario (economía competitiv­a pero salario bajo). Pero mantener un dólar adecuadame­nte “alto y estable” requiere la consagraci­ón de todas las capacidade­s de gestión política. Bajo la apariencia de una fórmula técnica se ocultan variables cruciales; sobre todo, el salario real. Valdría la pena reflexiona­r sobre la gestión política del equilibrio cambiario, especialme­nte ahora que hay un activo que cuidar (la corrección del tipo de cambio y los precios relativos) y que el Gobierno cuenta quizás con elementos para profundiza­r en la sociedad el grado de conciencia de la importanci­a fundamenta­l de este tema. ■

Bajo la apariencia de una fórmula técnica se ocultan variables cruciales; sobre todo, el salario real.

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HORACIO CARD O

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