Clarín

De la mano de De la Serna

Notable trabajo de composició­n del actor, en la piel de un ambicioso gestor de intereses. Magistral.

- Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

Los que temían verse superados por un universo que a la mayoría nos es ajeno, como el de los gestores de intereses, bien podrían ya soltarle la mano a ese miedo. No es un ensayo sobre el tema, ni una simulación de un programa periodísti­co de denuncias, ni se para a uno u otro lado de la grieta para levantar el dedito acusador. El lobista, que ayer a las 22.45 estrenó El Trece, sobrevuela la mugre de los negociados políticos, le corre el velo al asunto más de una vez, pero, fundamenta­lmente, se ocupa de la vida un hombre y de sus arrabales. De sus emociones controlada­s y de sus sombras liberadas. Para que la compleja estructura de Matías Franco traspase la pantalla se necesita, evidenteme­nte, de un actor como Rodrigo de la Serna. Lo suyo, esta vez, tal vez una vez más, es magistral.

Si es cierto aquello de que uno hace camino al andar, en el andar de Franco está su génesis. El no camina como lo hacía Lombardo en El puntero (una de sus criaturas de ficción más adorables), ni como lo hacía Esteban Soldeyra, uno de los pacientes de Tiempos compulsivo­s, por citar sólo a dos de sus últimos trabajos. Mentón levantado, pechito inflado, pisar canchero, manos en los bolsillos, aroma a “me llevo todo puesto, eleganteme­nte”. Así mueve De la Serna a su personaje por los laberintos de una ficción que levanta notablemen­te el nivel de la televisión argentina.

En cada paso va desgranand­o su soberbia, su ambición, su poco envidiable escala de valores, sus confusione­s sentimenta­les, su prepotenci­a en el mercado en el que enfrenta a una peligrosa rival, Natalia Ocampo (Leticia Brédice), casi salida de su mismo molde.

En tiempos de “streaming” (vía In- ternet, se puede ver cuando uno quiera) y On demand, se vuelve difícil comentar un estreno, porque tal vez uno habla de lo que pasó cuando el otro todavía no lo vio. O tal vez el otro ya vio la serie completa, cuando uno va comentando recién el primer episodio. Estas variables son posibles porque, apenas terminado el debut de anoche por la TV abierta, los 10 ca- pítulos de la miniserie ya quedaron disponible­s para los clientes de Flow y del Canal 1 HD de Cablevisió­n. Y el que se emitió anoche por El Trece se pasará recién hoy por primera vez en el cable, a través de TNT (irá los jueves a las 23).

Sin ánimo de develar misterios, se puede decir que el unitario que dirige Daniel Barone sigue a Matías por los rincones de los turbios negocios entre particular­es y empresas con el poder de turno. La astucia, la frialdad y la falta de ética son tres de las caracterís­ticas de este hombre que permite el notable lucimiento de De la Serna, a quien jamás -ni en el mínimo detalle- se le escapa el personaje.

Con menos pantalla que el protagonis­ta, al menos en el capítulo inicial, el estreno también mostró el talento y las sutilezas gestuales de Darío Grandinett­i, como el pastor Elián Rojas Ospina, y de Brédice, entre otros buenos trabajos. La rica galería de personajes, bien delineados por la pluma del autor, Patricio Vega, invita a bucear por los vínculos entre ellos, casi un sello de fábrica de las produccion­es de Pol-ka.

Con un relato ágil, una estética atractiva y las licencias que ofrece la ficción para echar luz sobre una oscuridad de la realidad argentina, El lobista ya mostró sus cartas. Y cuenta con De la Serna como su imbatible ancho de espadas. ■

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Lluvia de plata. Franco (De la Serna), bajo un derrumbe de billetes.

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