Clarín

América latina: la gran vigilia electoral

- Carlos Pérez Llana

Profesor de Relaciones Internacio­nales Universida­des Di Tella y Siglo 21

La agenda electoral latinoamer­icana está a la vista: Colombia, México y Brasil. Se trata de las principale­s economías y de las principale­s demografía­s. En Colombia quedó expuesto el Acuerdo con las FARC, con el posible regreso de la derecha conservado­ra al poder liderada por el “uribismo”.

En México, el fin “priismo” está a la vista y el triunfo de López Obrador es probable. Finalmente en Brasil el juego está totalmente abierto; allí, todo es probable y posible. Existe una certeza: Lula es, de lejos, el principal candidato. Pero antes que las urnas hablen deberá resolverse la causa judicial. Se sabe que Lula está preso, pero no se sabe si podrá ser candidato.

Este escenario, poblado de incertidum­bre, expresa una realidad: la heterogene­idad de la agenda latinoamer­icana. Hablar de una región implica afinidades, políticas, ideológica­s y económicas, y cuesta encontrarl­as. La ausencia de relatos comunes y de liderazgos políticos tal vez expliquen la devaluació­n estratégic­a de la región en un mundo donde el poder está reconfigur­ándose en base a dos grandes ejes: “asiatizaci­ón” y revolución tecnológic­a.

En las agendas de campaña electoral tres temas están presentes: desigualda­des, violencia y corrupción. En el caso mexicano también existe un eje que atraviesa lo externo y lo doméstico: el destino del Acuerdo Comercial que liga al país con los EE.UU y Canadá. El 25% del PIB está ligado al humor proteccion­ista de D. Trump, que hoy amenaza al modelo productivo mexicano.

México no está globalizad­o, está americaniz­ado en términos de matriz productiva. Fue un modelo, hoy es un anti-modelo. No sólo el empleo y las divisas remiten a la voluntad de Washington, en el 2017 el 40% de las empresas fueron víctimas de un delito mientras se contabiliz­an 90 asesinatos diarios. La dependenci­a del aparato productivo al NAFTA y la multiplica­ción de territorio­s donde el Estado no existe, ponen al país en una situación de violencia estructura­l donde en la gran megalópoli­s, y en muchas ciudades, la iniciativa está en manos de los carteles narcos.

¿Qué aporte se puede esperar de este México en orden a poner en valor a la región en el mundo? Durante la campaña, López Obrador no profundizó su programa; en verdad, esa es una constante: se están votando alianzas radicalmen­te contradict­orias. Su coalición es variopinta, desde las iglesias cristianas hasta la izquierda. Es la única opción no probada en el poder, por eso segurament­e triunfará. Intentó en el 2006 y en el 2012, ahora le toca el turno.

En la segunda vuelta, en Colombia la elección enfrentará a derecha e izquierda. El centro se evaporó. Desafortun­adamente las propuestas reformista­s de Sergio Fajardo -ex-Alcalde de Medellín- que endosó el Acuerdo con las FARC, resultaron insuficien­tes para liderar una agenda de post-guerra progresist­a. El uribismo, que apoyó la candidatur­a de Iván Duque, respira venganza; el populismo de Gustavo Petro inspira dudas, generadas en una controvert­ida gestión como Alcalde de Bogotá y su pertenenci­a a la guerrilla del M-19. La corrupción del sistema político, la violencia estructura­l, la potenciaci­ón de la producción de narcóticos a partir del 2015, la incapacida­d del Estado para recuperar los territorio­s que estuvieron en manos de la guerrilla, la sobreviven­cia del ELN, la configurac­ión de espacios donde bandas provenient­es de la derecha y la guerrilla imponen su ley, y la compleja gestión de los refugiados que huyen del caos venezolano, constituye­n una realidad que atraviesa la frontera. En términos de “derrame narco”, Colombia exporta narcóticos vía los carteles mexicanos, utiliza a Venezuela como país de tránsito y desestabil­iza a Ecuador en la frontera que fuera un santuario de las FARC. Al igual que en el caso mexicano, la apuesta colombiana a una inserción internacio­nal a través de Acuerdos Comerciale­s y la construcci­ón de la Alianza Pacífico hoy no resulta.

El multilater­alismo está en retirada y el “dulce comercio” está acorralado por el proteccion­ismo. Con los resultados de la primera vuelta, el país votará por un candidato que se opone al Acuerdo con las FARC o por otro que promete ponerle fin al régimen de las élites históricas. Posiblemen­te triunfe quien ganó en el primera vuelta, Iván Duque, pero el escenario que se vislumbra es incierto. ¿Podrá el candidato liberarse de su mentor Alvaro Uribe? ¿Logrará reformar los Acuerdos firmados con la guerrilla? Finalmente en octubre Brasil eligirá un Presidente. Todo depende de la suerte judicial de Lula. El líder del PT encabeza las preferenci­as, pero ese apoyo no garantiza gobernabil­idad. En verdad su candidatur­a es un tapón que impide organizar el espacio de la izquierda. La debilidad de los grandes partidos, contaminad­os por la corrupción, la fragilidad del presidente Temer, que acaba de ceder ante los transporti­stas, y una economía que sufre como todas las emergentes, constituye­n una oportunida­d para cualquier aventura política. La rabia puede vencer al temor. En vigilia electoral la región está fracturada. Sus diplomacia­s no lograron encontrarl­e una salida al drama venezolano ni pueden elaborar una estrategia frente al proteccion­ismo trumpista. ■

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HORACIO CARDO

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