Cuando los ruidos tapan las ideas
Diputados da su veredicto y la polémica se despliega maratónica en el Congreso y en un punto atenúa la atención que siempre despierta el comienzo del Mundial. Incluye de todo: desde posiciones serias y fundadas hasta el oportunismo de falsos indecisos que sólo por especulación esconden su voto.
En el medio, otra vez la moda de tomar colegios de élite de la Ciudad que impulsan otra moda: modificar el lenguaje y reemplazar vocales por la e, con la venia del mismo rector del Buenos Aires. Alumnas que no hablan de mujeres sino de cuerpos gestantes: debieran decir cuerpes ya que cuerpos es sustantivo masculino. Y para hombres, mejor hombros.
Lo más profundo queda encubierto por superficialidades, generalizaciones y fanatismos. Ruidos de los más radicalizados de uno y de otro bando a quienes no les importa si consiguen el efecto contrario al buscado. Si alguien oye a los talibanes antiabortistas casi se vuelve abortista. Y al revés.
Una de las cosas positivas de este debate o como quiera llamárselo es comprobar que los discursos extremos, gritoneados y agresivos alejan a quienes buscan acercar. Nada novedoso: los fanatismos son piantavotos.
Las exageraciones quitaron seriedad a la discusión. También algunas truchadas como la de Daniel Lipovetzky, de Cambiemos y jefe de la Comisión de Legislación. Difundió que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la misma a la que apelan habitualmente exfuncionarios kirchneristas denunciados por corrupción, se había pronunciado en favor del aborto. La maniobra fue desbaratada por otra dirigente de Cambiemos, la embajadora en la OEA Paula Bertol. Si esto lo hace un diputado, ¿Qué queda para otros con menos responsabilidades?
Según Lipovetzky, un tenaz impulsor de la legalización, la CIDH respalda la idea de que un embrión no es persona. Es la discusióncentral: si un aborto es o no es equiparable a quitar una vida. Los antiabortistas dicen sin vueltas que abortar es matar. Y que hay que proteger la vida desde su concepción.
Nada parecido a lo que piensan los que están a favor del aborto. Un embrión no es equiparable a un ser humano porque si bien la vida comienza con la concepción, las características propias de una persona se adquieren a lo largo de la gestación. Interrumpir un embarazo no significa asesinar a nadie.
No hay consenso entre los científicos y tampoco hay consenso entre los dos bandos sobre las cifras de abortos clandestinos y sobre las muertes que producen los abortos clandestinos. Obvio, no hay registro de los abortos ilegales precisamente porque no son legales. Sí está claro que hay un negocio en eso y que eso pega sobre los más pobres, que tienen la tasa más alta de embarazos adolescentes.
El aborto es legal en casi todos los países desarrollados y en esos países que legalizaron el aborto la cantidad de abortos no subió y la mortalidad materna bajó. Prácticamente no hay muertes por abortos donde está permitido. Pero aún estos datos son puestos en duda por los militantes antiaborto. Todo o casi todo es propicio para la demagogia.
No es lo mismo estar a favor del aborto que estar a favor de despenalizar el aborto. Que no esté prohibido no fuerza a nadie a hacerlo. No se trata de imponer el aborto sino de permitir el aborto. Y que quienes decidan abortar tengan acceso a la salud pública. Ahora queda la decisión final del Senado.
Una de las cosas positivas del debate es comprobar que los fanatismos son piantavotos.