Clarín

Cuando los ruidos tapan las ideas

- Ricardo Roa

Diputados da su veredicto y la polémica se despliega maratónica en el Congreso y en un punto atenúa la atención que siempre despierta el comienzo del Mundial. Incluye de todo: desde posiciones serias y fundadas hasta el oportunism­o de falsos indecisos que sólo por especulaci­ón esconden su voto.

En el medio, otra vez la moda de tomar colegios de élite de la Ciudad que impulsan otra moda: modificar el lenguaje y reemplazar vocales por la e, con la venia del mismo rector del Buenos Aires. Alumnas que no hablan de mujeres sino de cuerpos gestantes: debieran decir cuerpes ya que cuerpos es sustantivo masculino. Y para hombres, mejor hombros.

Lo más profundo queda encubierto por superficia­lidades, generaliza­ciones y fanatismos. Ruidos de los más radicaliza­dos de uno y de otro bando a quienes no les importa si consiguen el efecto contrario al buscado. Si alguien oye a los talibanes antiaborti­stas casi se vuelve abortista. Y al revés.

Una de las cosas positivas de este debate o como quiera llamárselo es comprobar que los discursos extremos, gritoneado­s y agresivos alejan a quienes buscan acercar. Nada novedoso: los fanatismos son piantavoto­s.

Las exageracio­nes quitaron seriedad a la discusión. También algunas truchadas como la de Daniel Lipovetzky, de Cambiemos y jefe de la Comisión de Legislació­n. Difundió que la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos, la misma a la que apelan habitualme­nte exfunciona­rios kirchneris­tas denunciado­s por corrupción, se había pronunciad­o en favor del aborto. La maniobra fue desbaratad­a por otra dirigente de Cambiemos, la embajadora en la OEA Paula Bertol. Si esto lo hace un diputado, ¿Qué queda para otros con menos responsabi­lidades?

Según Lipovetzky, un tenaz impulsor de la legalizaci­ón, la CIDH respalda la idea de que un embrión no es persona. Es la discusiónc­entral: si un aborto es o no es equiparabl­e a quitar una vida. Los antiaborti­stas dicen sin vueltas que abortar es matar. Y que hay que proteger la vida desde su concepción.

Nada parecido a lo que piensan los que están a favor del aborto. Un embrión no es equiparabl­e a un ser humano porque si bien la vida comienza con la concepción, las caracterís­ticas propias de una persona se adquieren a lo largo de la gestación. Interrumpi­r un embarazo no significa asesinar a nadie.

No hay consenso entre los científico­s y tampoco hay consenso entre los dos bandos sobre las cifras de abortos clandestin­os y sobre las muertes que producen los abortos clandestin­os. Obvio, no hay registro de los abortos ilegales precisamen­te porque no son legales. Sí está claro que hay un negocio en eso y que eso pega sobre los más pobres, que tienen la tasa más alta de embarazos adolescent­es.

El aborto es legal en casi todos los países desarrolla­dos y en esos países que legalizaro­n el aborto la cantidad de abortos no subió y la mortalidad materna bajó. Prácticame­nte no hay muertes por abortos donde está permitido. Pero aún estos datos son puestos en duda por los militantes antiaborto. Todo o casi todo es propicio para la demagogia.

No es lo mismo estar a favor del aborto que estar a favor de despenaliz­ar el aborto. Que no esté prohibido no fuerza a nadie a hacerlo. No se trata de imponer el aborto sino de permitir el aborto. Y que quienes decidan abortar tengan acceso a la salud pública. Ahora queda la decisión final del Senado.

Una de las cosas positivas del debate es comprobar que los fanatismos son piantavoto­s.

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