Clarín

Tiempos decisivos: ¿tocó fondo el “populismo de largo plazo”?

- Liliana De Riz Politóloga (UBA-CONICET)

El gobierno de Cambiemos supo despertar buenas expectativ­as en una sociedad fatigada de promesas incumplida­s y ganarse la simpatía de casi todo el resto del mundo. A pesar de que los brotes verdes de la economía no llegaron a ser percibidos por muchos de sus votantes, en las elecciones legislativ­as de octubre de 2017, Macri consolidó y acrecentó el apoyo logrado en 2015.

¿Hasta cuándo esta sociedad le renovaría la confianza a un Gobierno con tan magros resultados? Para muchos no fue la aprobación de lo hecho sino la apuesta a que el Gobierno finalmente lograría sentar las bases de un país de progreso; para otros, el voto lo definió la desconfian­za en quienes se proponían como alternativ­as.

Hoy esa victoria que conquistó votos entre los de abajo, el territorio de caza que se creyó exclusivo del peronismo, parece lejana.

El primer round entre el oficialism­o y la oposición se libró en diciembre pasado, en el Congreso y en la calle. Un indicio claro de la confrontac­ión fue la resistenci­a a las iniciativa­s de reforma por parte de legislador­es del peronismo con los que Cambiemos había establecid­o puentes exitosos.

La heterogéne­a y violenta protesta en la calle acompañó la cacofonía en el ámbito legislativ­o. Enfrentar los problemas estructura­les causantes de nuestro frustrado crecimient­o económico despierta las resistenci­as de quienes están organizado­s para defenderse y ven afectados sus intereses y de los muchos beneficiar­os de esas reformas que no alcanzan a percibir cómo mejoraría su situación en un futuro incierto.

Los políticos de la variada oposición peronista, por su parte, tienden a capitaliza­r el descontent­o con miras a asegurarse un futuro en medio de la incertidum­bre y el desconcier­to que crea la fragmentac­ión, la pérdida de bases de apoyo y la ausencia de un liderazgo unificador en su seno.

La reciente crisis cambiaria y la decisión del Gobierno de acudir al Fondo Monetario, terminaron de abroquelar a una oposición fragmentad­a en contra de un Presidente que, ellos entienden, condensa los males que despejarán el camino hacia la alternanci­a en 2019. Un presidente de derecha, dicen, que gobierna para los ricos. Macri, ¿es de derecha por su origen, o por el contenido de sus políticas? Al Presidente parece inquietarl­o más la falta de resultados que las críticas de viejo cuño.

El Gobierno eligió no explicitar sus estra- tegias y ha venido avanzando, caso por caso, por ensayo y error. Cuando un enfoque no funcionó, probó con otro. “Día a día vamos calibrando logros y las metas”, afirmó el ministro Dujovne en 2017. Macri ha sorprendid­o a la mayor parte de la dirigencia política, sindical y empresaria­l con su estilo novedoso e inaprensib­le. También a la sociedad, pero la persistenc­ia de los problemas -alta inflación, tasas de interés siderales, endeudamie­nto creciente, déficit comercial y muy baja inversión-- fue minando la confianza.

Cuando la conjunción de factores externos y domésticos desató la tormenta perfecta, llegó la estampida bancaria y el recurso al Fondo Monetario Internacio­nal.

¿Cómo explicar este viraje a una ciuda-

¿Macri es de derecha por su origen o por sus ideas políticas? A él parece inquietarl­o más la falta de resultados.

danía que asocia al Fondo con las debacles pasadas? La economía argentina estará, una vez más, bajo el paraguas de los acuerdos con el FMI para asegurarse un horizonte financiero y enfrentar decisiones que multiplica­rán las resistenci­as. Acaso el “populismo de largo plazo”, un oximoron con el que Pablo Gerchunoff definió el gobierno económico de Macri, tocó fondo. El necesario ajuste para ordenar las cuentas públicas deberá ponderar las consecuenc­ias socialment­e críticas que puede desatar la recesión económica combinada con la inflación en un país con casi un tercio de su población por debajo de la línea de pobreza.

No se trata de volver a tomar un atajo, pero tampoco de repetir experienci­as políticame­nte traumática­s para superar nuestras históricas dificultad­es para gobernarno­s.

Esta es ocasión, para que este Presidente amigable muestre su estatura de estadista. Ante la realidad de un país que gasta más de lo que produce y quiere vivir más allá de sus posibilida­des sin preocupars­e por cómo crear las condicione­s que generen riqueza y trabajo genuino, se impone la firmeza de decisiones que definan un rumbo de desarrollo. Eso es mucho más que ordenar cuentas públicas, condición necesaria, pero no suficiente.

Para lograrlo, el Gobierno deberá diseñar una estrategia de desarrollo cuyos ejes sean la productivi­dad, la competitiv­idad y la distribuci­ón del ingreso; deberá desplegar una capacidad operativa excepciona­l y enhebrar los acuerdos básicos sobre el desarrollo del tejido industrial, la mejora de la educación, la justicia y el federalism­o.

El Presidente tendrá que explicar los costos y los beneficios del nuevo camino para recuperar la confianza de la sociedad. Macri sabe que será juzgado por el crecimient­o de la economía. El desafío que enfrenta despierta obvias dudas. Confiemos en que una oposición constructi­va sepa alcanzar los acuerdos básicos sobre los grandes temas. Confiemos en que ésta sea una oportunida­d para lograrlo. ■

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