Sin el mundial para evadirse, la realidad electoral abruma a Brasil
Encierro. A tres meses de las elecciones no hay un candidato fuerte visible. Con Lula preso, crece el neofascista Bolsonaro y aparecen otras figuras de segunda línea.
En este Mundial de Rusia los brasileños mostraron en un comienzo un calculado desánimo. Tal vez por cábala, cerca de 60% de los encuestados por Datafolha declaraba en mayo no tener el menor interés en la Copa. Lo cierto es que, luego de cuatro triunfos, la apatía se convirtió en una confianza absoluta por el “Hexa”, el título de campeones que podrían conseguir por sexta vez. El viernes fue solo llantos y conmoción. Se les había escurrido de las manos el único estímulo para sentirse de nuevo una nación. Ahora tienen otra realidad por delante: qué hacer el 7 de octubre cuando deban enfrentarse con las urnas.
A exactos tres meses de las elecciones, no hay ningún presidenciable que represente el sentir de la ciudadanía. Las variaciones del espectro son significativas: esta vez hay un candidato de la extrema derecha, uno de centroderecha, dos de centro-centroizquierda y otro de centroizquierda que es “imposible”. Los nombres son más o menos conocidos: Jair Bolsonaro, Geraldo Alckmin, Ciro Gomes y Marina Silva (que compiten entre ellos por el mismo electorado) y el ex presidente Lula da Silva. Salvo este último, que mantiene su 30% histórico, nadie supera 18%. Sin duda, Alckmin fue hasta ahora el favorito del establishment. Reunía las condiciones para ser presidente; pero le faltó una: el seguimiento de los votantes. No logra superar el 7%. Y ni siquiera lidera en su propio estado (San Pablo), al que gobernó durante 14 años. Perdió predicamento inclusive en los medios financieros y entre los capitanes de la industria.
Por ahí viene Bolsonaro, el candidato ultraconservador, al que algunos definen como “misógino”, que consiguió conquistar corazones del electorado masculino en base a presentar, en lo formal, una figura “fuerte” y desinhibida. Su figura nunca cayó bien en los sectores del poder económico. Pero ahora, con entre 17% y 18% de las preferencias, comenzaron a testearlo. Ya tuvieron con él varias reuniones acompañado por el neoliberal Paulo Guedes, un economista que sería su eventual ministro de Hacienda si su jefe pudiera erigirse en presidente. Solo que Bolsonaro tiene dificultades: no logra superar la traba que significa el rechazo entre las mujeres, la comunidad de gay y lesbianas y, también, los afrobrasileños.
Finalmente aparecen, empardados política y electoralmente, otros dos presidenciables: el laborista Ciro Go- mes y la sempiterna Marina Silva. Ni uno ni otro generan olas de entusiasmo. De Marina se escucha poco. Ella prefiere no armar revuelo. Es que en su imaginación contaría de partida con el 21% que obtuvo en la primera vuelta de 2014. Sin embargo, no hay confianza en cuantos brasileños pueda volcarse a su favor.
En cuanto a Gomes, que fue gobernador de Ceará (en el Nordeste), ya mostró sus tendencias oportunistas. Primero fue a ver a Lula, preso en Curitiba desde hace tres meses, con la ilusión de conseguir su apoyo. Se encontró con una barrera policial infranqueable. Ahora, en vista que la izquierda “rosée” no le da calce, busca por derecha. Así se puso en contacto con el DEM (Demócratas), sucesor del antiguo Partido del Frente Liberal que comandó un caudillo feudal de Bahía: el fallecido Antonio Carlos Magalhaes. Su nieto homónimo, quien comanda una versión aggiornada, duda a quiénes apoyar. A juzgar por la historia de su abuelo tendría que privilegiar a Alckmin. Después de todo, ACM (como lo rebautizaron con las iniciales) fue el mayor y mejor socio del ex presidente Fernando Henrique Cardoso. Pero en las actuales filas del DEM hay rebeldes: una parte importante quiere comprometerse con Ciro Gomes.
¿Y Lula? En el PT saben que su líder no podrá candidatearse. Pero esperará hasta último momento para elegir el sucesor. El nombre que pisa fuerte es el de Fernando Haddad, un profesor universitario que fue ministro de Educación e intendente de San Pablo; una tarea municipal que desarrolló con mediocridad. A su favor cuanta con ser un “intelectual” y no tener máculas en su historia política. Y en estos términos, este escenario termina en el preciso momento en que los brasileños se habían decidido a “hinchar por Rusia”. Es que en ese seleccionados tienen un representante gaúcho, Mario Fernandes, que hace 6 años se nacionalizó. ■