Esa libertad ficticia que “alienta el consumismo”
En esta época, muchas personas creen ser libres porque usan la ropa desalineada, se pintan el pelo de colorinches o se lo cortan y peinan de modo estrafalario. También apelan a los tatuajes y llegan a cubrir gran parte de sus cuerpos con los símbolos más desafiantes que pueden encontrar. Pero, ¿son realmente libres? En general, no creo. El que tiene tanta necesidad de mostrarse libre, ¿no será porque, en el fondo, intuye que no lo es? “Dime de qué alardeas y te diré de qué careces”, reza un sabio dicho popular.
En todo caso, esa es la libertad ficticia que el propio sistema consumista alienta, la de los colorinches y el aspecto exterior. En una época en la que la apariencia es casi todo, no podía darse de otra manera. Pero no hay que olvidar que “las apariencias engañan”, ni que “todo lo que brilla no es oro”. Otra vez, la sabiduría popular nos orienta en este análisis. La verdadera libertad es la mental, la de pensar, sentir y crear de un modo singular, sin estar atados a los esquemas ideológicos -por lo general comerciales- que hacen que cada vez nos parezcamos más en las cuestiones esenciales, y que busquemos diferenciarnos sólo en las apariencias, ni siquiera.
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