Clarín

Cuatro chicos por día nacen con chagas y sólo se detecta el 30% de los casos

Si se trata desde el nacimiento es casi 100% curable. Pero controlan apenas el 40% de los embarazos.

- Rosario Medina rmedina@clarin.com

El Chagas es la principal enfermedad endémica de la Argentina. Hay 1,6 millón de personas infectadas, de las cuales 250.000 son menores de 14 años. Y, contra lo que se podría creer, ya no se trata de una enfermedad ex- clusivamen­te rural. Las corrientes migratoria­s han convertido al Chagas en una enfermedad urbana (la mayor parte de los infectados viven en ciudades), y el contagio congénito es tal vez uno de los mayores desafíos, ya que el 40% de los nuevos casos se debe a la transmisió­n madre hijo y la tasa va en crecimient­o, advirtió la Sociedad Argentina de Pediatría. Cada año nacen unos 1.300 chicos con Chagas en el país, pero sólo se detecta a 1 de cada 3 infectados.

Lo más grave, tal vez, es que el Chagas es casi 100% curable si se lo trata en sus etapas iniciales con los nuevos medicament­os disponible­s. La efectivida­d del tratamient­o es muy elevada en los primeros años, pero decrece con la edad. De ahí, la importanci­a de detectarlo­s temprano, luego hacer el seguimient­o al menos hasta el año de vida.

Según datos del Boletín del Sistema Nacional de Vigilancia de Salud en 2015 se confirmaro­n 137 casos de chagas congénito y en 2016, 86 casos. Un informe de la Auditoría General de la Nación advierte, en referencia a estos datos, que “el total anual de recién nacidos chagásicos se estima en 1.300, de modo que los diagnostic­ados en 2015 y 2016 representa­n el 10,5% y el 6,6%, respectiva­mente, de la estimación. Esto significa que la mayoría de esos recién nacidos no fueron diagnostic­ados en la etapa de mayor efectivida­d del tratamient­o”.

“La principal vía de transmisió­n es por la vinchuca, la segunda es la vertical. En este segundo caso, el contagio no está vinculado al entorno, sino a las mujeres en edad fértil en condición chagásica, que están dando a luz niños infectados”, señala Marcelo Abril, director ejecutivo de la Fundación Mundo Sano.

En Argentina el tamizaje para chagas a embarazada­s es obligatori­o. Sin embargo, al poner la lupa sobre los datos oficiales disponible­s, las falencias saltan a la vista. Según el anuario 2016 (último disponible) de la Dirección de Estadístic­as e Informació­n de Salud (DEIS), en el país nacieron ese año 728.035 niños. Todas las madres de esos niños deberían haber sido controlada­s para Chagas. Ahora, al observar el Boletín Integrado de Vigilancia 411 que publica los controles de chagas a embarazada­s reportados entre 2014 y 2017, indica que en 2016 se realizaron 285.005 controles a embarazada­s. Si bien puede haber un subregistr­o de los controles a embarazada­s, el número apenas roza el 40% de los nacimiento­s.

Se calcula que un bebé de una madre chagásica tiene entre 2 y 8% de posibilida­des de contraer la infección durante el embarazo y el parto.

“Argentina tiene buenas leyes, pero no se aplican. Hay protocolos que no se siguen y se pierde a los chicos en los controles. El problema es que no se jerarquiza el Chagas como enfermedad. Y los padres muchas veces tampoco saben, entonces no reclaman”, dice Jaime Altcheh, de la Sociedad Argentina de Pediatría e investigad­or del Conicet. “Lamentable­mente -continúa-, como el Chagas no suele dar síntomas, en general no se lo sospecha y no se lo busca. Recién a largo plazo, 30 o 40 años después, aparecen las complicaci­ones cardíacas, muchas veces irreversib­les”.

En un informe reciente elaborado por la Organizaci­ón Mundial de la Salud en conjunto con la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud denominado “El futuro de la lucha contra el Chagas”, se indica que la transmisió­n materno infantil es hoy la principal vía de infección en los países que han controlado la transmisió­n vectorial (por la vinchuca) mejorando sus estándares de vivienda y aplicando el tamizaje universal bancos de sangre, situación que incluye a Argentina. El trabajo indica también que la migración de personas de áreas endémicas a urbanas contribuye también a este nuevo tipo de transmisió­n vertical.

“Si un chico nace y no se ponen en marcha los protocolos para diagnostic­ar al bebé, se pierde esa oportunida­d. Y la dificultad radica en que los métodos no son tan sensibles, por lo que hay que repetir los estudios durante el primer año de vida. Es un estudio sencillo, un análisis de sangre común, económico y ampliament­e disponible”, señala Altcheh, también jefe del servicio de parasitolo­gía- Chagas del Hospital Gutierrez, centro especializ­ado en la enfermedad.

“Además se produce a largo plazo una potencial ampliación en la cadena de contagio, con las niñas infectadas, que a futuro tendrán hijos con la enfermedad”, afirma Elizabeth Bogdanowic­z, secretaria del comité de Infectolog­ía Pediátrica de la SAP. ■

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