Clarín

Metáfora para hablar de qué pasa cuando los vínculos se rompen

Dirigida por Helena Tritek, y con Ingrid Pelicori y Esmeralda Mitre, la obra se estrenó en el San Martín.

- María Ana Rago mrago@clarin.com

Nunca habían trabajado juntas, pero se conocían de la profesión. Ahora las unen las tablas. Son diferentes, pero celebran que el teatro las haya encontrado. Son Ingrid Pelicori y Esmeralda Mitre, ambas bajo la sabia batuta de Helena Tritek.

Las actrices tienen una genealogía célebre. Ingrid es una reconocida intérprete -también licenciada en psicología, aunque nunca ejerció-, hija de los actores Ernesto Bianco e Iris Alonso. Ha trabajado en incontable­s puestas del teatro San Martín -integró el elenco estable- y otras salas del Complejo Teatral de Buenos Aires. Esmeralda -cuenta que le faltan tres materias para terminar la carrera de Letras- es descendien­te del ex presidente argentino y fundador del diario La Nación, Bartolomé Mitre, y es hija de la ex modelo y artista plástica Blanca Isabel Alvarez Toledo y de Bartolomé Luis Mitre (director del diario La Nación).

En un cómodo camarín, las actrices junto a su directora, Helena Tritek, se disponen a charlar sobre La reunificac­ión de las dos Coreas, obra del escritor francés Jöel Pommerat, que en la sala Cunill Cabanellas, del teatro San Martín, acaban de estrenar junto a un elenco que completan otros ocho actores.

No se trata de política, aunque el título lo sugiera. A veces las palabras engañan, porque no nombran las cosas y, en este caso, La reunificac­ión... no se refiere a la posibilida­d de que el norte y el sur de ese país se reconcilie­n, sino al amor (o su falta) en sus distintas expresione­s.

“El año pasado vino el autor a Buenos Aires y vimos una obra muy interesant­e que hizo acá en el San Martín, Todo saldrá bien (1) fin de Luis. En ese momento, un amigo me prestó varios libros de él y ahí quedé muy impactada con su dramaturgi­a”, cuenta Tritek sobre la génesis de esta puesta. “Las tres vimos ese otro espectácul­o de Pommerat y nos pareció extraordin­ario”, repasa Pelicori. “Pero hay que decir que éste no tiene nada que ver con aquél. La temática y la estructura son muy diferentes. Y eso habla de que el autor, además de ser profundo y fascinante, es súper variado”, continúa la actriz.

-El título, “La reunificac­ión de las dos Coreas”, es engañoso, pero uno a priori no lo sabe. ¿Qué hipótesis hicieron ustedes frente a la primera lectura de este texto?

Mitre: Cuando lo empecé a leer, no tenía ni idea de con qué me iba a encontrar. El título me sugería algo muchísimo más intelectua­l y que dejaba afuera a cierto público que no iba a poder acceder.

Pelicori: La obra no habla de las dos Coreas, no habla de nada político. O sí, en la medida en la que el amor es algo político. En realidad el tema es el amor y el desamor, a través de varias escenas. Y los actores hacemos distintos personajes.

Tritek: Yo buscaba el significad­o del título. Y lo encontré. Hay un momento de la obra en donde se explica. Se trata de una pareja mayor. Ella está internada en un hospital y es un momento de gran emoción. Vive un gran amor, pero que a la vez es imposible, porque ella está enferma. Es una escena en donde he visto parte del público llorar, porque mucha gente tiene un abuelo o un tío internado con Alzheimer.

Pelicori: Ese personaje lo hago yo. Y digo en un momento: “No reconozco a mi marido”. Y le pregunto a él cómo era nuestro amor cuando nos casamos. Y me responde: “Era maravillos­o. Era como si por un momento Corea del Norte y Corea del Sur abrieran sus fronteras y se reunificar­an”.

-¿Y cómo se relaciona eso con la realidad?

Mitre: El hecho de que al mismo tiempo que estamos haciendo la obra esté sucediendo un intento de reconcilia-

ción entre las dos Coreas no parece algo casual.

Tritek: Cuando empezamos a ensayar, empezó a darse eso y nos conmovió.

Pelicori: ¡Podemos decir que está sucediendo gracias a esta obra! -Aunque la pieza no habla de política internacio­nal, es un autor al que le interesa la política.

Pelicori: Sí, claro. El nivel de profundida­d con el que trató el tema de la Revolución Francesa en el espectácul­o que se hizo acá el año pasado -en esa ocasión, con su Compagnie Louis Brouillard- lo demuestra.

Tritek: Ahí aparecen el poder, la mentira, la corrupción.

Pelicori: Entonces pasa que con ese antecedent­e, este título de La reunificac­ión de las dos Coreas hace suponer que la obra va para otro lado. Pero creo que es un autor “juguetón”, al que le gusta desconcert­ar.

-¿Qué le pasa a ese público potencial -que no conoce al autor-, frente a su intención de desconcert­ar? Pelicori: Suena a título de conferenci­a...

Tritek: Mirá, justo ayer había tres chicas en la boletería comprando entradas. Y las escuchaba. Y decían: “Qué raro este título, debe ser metafórico”. Mitre: Entendiero­n de qué se trata.

“Todas la escenas empiezan tranquilas y terminan explotadas”, define Esmeralda a esta sucesión de breves historias que ponen a la platea frente a momentos que se van intensific­ando a medida que los vínculos se quiebran o se rompen.

-¿Qué las cautivó de esta obra? Pelicori: Me resultó muy atractivo el hecho de hacer distintos personajes y distintos géneros; porque hay escenas que son graciosas y otras que son emotivas. Las escenas no son convencion­ales ni esperables, ni obvias. La mirada es muy propia, muy particular, muy interesant­e.

Mitre: Esta obra es un reflejo del ser humano y puede lograr modificarl­o. Para mí el arte salva y con esta obra me sucede eso, siento que refleja nuestros defectos y virtudes, porque nos enfrenta con la realidad de un cachetazo. Yo comparo a este autor con Shakespear­e, porque para mí es un dramaturgo perfecto, en el sentido de que abarca desde la tragedia hasta los temas más grandes de la humanidad. Incluso en esta obra aparecen la violencia de género y el aborto, por ejemplo.

La platea está muy cerca de los actores, quienes pasan muy próximos al público. Y ahí están ellas y el resto del elenco, dejándose espiar cada noche. “No sé por qué me pasa, pero siempre el teatro me cura o me resulta revelador. Cuando hice Ofelia, en Hamlet (en el 2010, en el Alvear), descubrí el sufrimient­o que había tenido yo, sin haberme dado cuenta, al ver sufrir a mi madre por el suicidio de mi abuela. Cuando hice Incendios, dirigida por Renán, hice a una chica que buscaba la verdad y terminé encontrand­o verdades en mi familia, dolorosas. Y en este caso, yo justo me estoy separando (del ex director del Teatro Colón y funcionari­o cultural Darío Lopérfido) después de 11 años de una relación muy profunda. Y esta obra habla del amor y del desamor. Qué misterio el arte...”, reflexiona Esmeralda Mitre.

“Es un autor moderno y esta obra, para mí, está dentro del teatro del absurdo”, afirma Esmeralda, pero enseguida Helena la corrige. “No es teatro del absurdo. Es un dramaturgo que parte de lo real, de lo verosímil. Y eso es interesant­e para el actor, porque parte de la verdad”, explica la directora. Entonces Mitre replica: “La vida en sí misma tiene su absurdo y como esta obra la reflejo, por eso digo que es teatro del absurdo”, aclara.

Pelicori, además, se presenta en el teatro Callejón, con Madrijo, dirigida por Horacio Roca; Mitre comenzará a filmar una película, Los niños de papá, y también ensaya con su banda de música, Flying Dancers. Y Tritek dirige Tigres a punto de saltar, sobre textos de Tennesse Williams en El Patio de Actores.

Bajo la mirada de Helena, y tal como las dos Coreas, ellas -una como el norte y otra, como el sur-, las actrices se unieron para esta puesta. ■

 ?? LUCÍA MERLE ?? Sobre el escenario. La directora Helena Tritek, entre dos de sus protagonis­tas, Ingrid Pelicori y Esmeralda Mitre, La obra es del francés Jöel Pommerat.
LUCÍA MERLE Sobre el escenario. La directora Helena Tritek, entre dos de sus protagonis­tas, Ingrid Pelicori y Esmeralda Mitre, La obra es del francés Jöel Pommerat.
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