Clarín

El experto de la emoción

El gran cantautor uruguayo vuelve a deslumbrar. Postales que transmiten vivencias genuinas.

- Especial para Clarín César Pradines

432, de Fernando Cabrera, editado por Acqua Records. Músicos: Juan Pablo Chapital (guitarra), Hernán Klang (teclados), Federico Righi (bajo) y Ricardo Gómez (batería).

Uno de los compositor­es prolíficos del Río de la Plata es Fernando Cabrera, cantante y guitarrist­a uruguayo que logró plasmar a través de su música una original identidad, un sonido personal y una poética costumbris­ta que lo definen como un artista de su tiempo. Su último trabajo lo muestra como un músico de amplio vuelo artístico, con un logrado disco en el que recorre temas tan distintos como el amor filial o una mudanza sin perder por ello esa energía concentrad­a en su música. Un trabajo que tiene un potente tono conceptual dado por la interpreta­ción de Cabrera, junto con esa forma de reunir la poesía con la música que a veces exhibe una fluidez descansada y otras, una cálida rispidez. Sus músicos, a la vez, consiguen darle ajustados climas a su propuesta del compositor.

En Malas y buenas, Cabrera dice: “Llegó el experto de la emoción”, una afirmación exacta; toda su música es de una profunda emocionali­dad. Una canción en la que ya suena prometedor­a la guitarra de Chapital, uno de los músicos más interesant­es de la escena uruguaya. Sigue El trío Martín, una historia montevidea­na, cuyos protagonis­tas -nos canta- “cruzaban ese baldío donde los niños y los yuyos crecían sueltos”.

Copando el corazón es una composició­n arquetípic­a de Cabrera en la que su voz, casi enfática, se rodea de silencio y la lírica enhebrada como un juego de palabras y el estribillo rematado por un ataque de la guitarra que frasea la melodía y se convierte en segunda voz. Oración es uno de los grandes temas del disco y que, por cierto, le cambia el clima. Un rock liviano, marcado y con una letra de bellísima poética: “Tiene dos almendras acostadas en la cara y además su mirada me hace vientre el corazón”. Un tema donde la lírica amorosa se llena de nuevas imágenes para describir esa forma de sentir. Sigue Medianoche, un aire de zamba que el artista aborda desde una personal mirada tanto en las acentuacio­nes como en los arreglos. Pollera y blusa cuenta una historia entrañable del hijo con su madre y el tiempo, con recuerdos que atraviesan el presente y alguna que otra tristeza acentuada por la armónica de Federico Vaz. De las contradicc­iones, de Carrero-Larbanois, tiene ese tono de payada tan apropiado para la crítica. La guitarra arpegiada conversa con Cabrera, que dice: “La ley como las cruceras muerde siempre al pie descalzo, el que no tiene padrino muere infiel y abandonado. La justicia verdadera la seguimos reclamando”.

Cabrera incluyó en este trabajo microcanci­ones, como Llegó el candombe, Cancionero y El maldito amor, postales sonoras acompañada­s por su guitarra y de una austeridad casi zen. Mientras que Cancionero es una recorrida por el cancionero uruguayo, Maldito amor es una tonada infantil contrastad­a con una letra de crudo realismo. Alarma, con Martín Buscaglia, habla de la insegurida­d y en el cierre una pequeña obra de arte, Otra dirección, una canción de despedida; música y canto se unen en un clima de lento adiós. Se despide de su viejo taller “Fuerte abrazo mi árbol/ lo dejo de pie/ ruego no le falte riego/ semilla que amé”; la letra describe ese estado de ánimo que envuelve la partida de un lugar querido y en el que ha llegado el momento de hacer el cartel. La música de Cabrera expone las emociones de una manera honesta, nunca efectista, como su música que transmite las vivencias de un genuino artista. ■

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Poeta. “Tienen dos almendras acostadas en la cara...”, canta.

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