Clarín

Una comedia catalana que no causa gracia

Del mismo origen que “Merlí”, no sigue el paso exitoso de la serie del profesor de Filosofía. Aquí el planteo propone bucear, con un humor rancio y carente de frescura, en los vínculos familiares que el tiempo y algunos misterios dañaron.

- Pablo Raimondi praimondi@clarin.com

Bienvenido­s a la familia

Comedia Con: Melani Olivares e Iván Massagué Creación: Pau Freixas e Iván Mercadé Emisión: Netflix (13 capítulos de 52 minutos). “Las cosas no salen como una espera”, es una de las frases iniciales en los labios de Angela, una agotada mujer de 40 años que recibe la triste noticia de que, de un día para el otro, deberá dejar el departamen­to en el que vive junto a su cuñado y sus tres hijos. ¿El motivo? La orden de desalojo y el embargo -a nombre de su ex marido, que hace una década la abandonó-: ése es uno de los tantos misterios inocuos de Bienvenido­s a la familia, la flamante serie que se emite por Netflix y busca prolongar la (exitosa) racha catalana que comenzó con Merlí, que también se emitía por TV3.

Pero esta apuesta 2018 difícilmen­te tenga el éxito de su antecesora, ya que está plagada -y no de una forma positiva- de lugares comunes dignos del cine costumbris­ta de humor negro, género que transformó a Álex de la Iglesia como uno de los principale­s baluartes del cine ibérico.

Volviendo al conflicto inicial de Bienvenido­s..., al percance vivido por el clan (que sólo se soluciona con 150 mil euros para recomprar la propiedad) se suma el desafío interno (y dilema) que tiene Angela (Melani Olivares): pedirle dinero prestado a sus padres, a quienes no ve desde hace muchos años.

Desde el momento en que ella llega, junto a su familia, a la mansión de sus progenitor­es todo se alborota y atropella en el guión. La histórica incomunica­ción con sus padres deriva en una serie de sorpresas que llevan al argumento desde el fuego lento directo al punto de ebullición.

¿Ejemplos? Los jóvenes desconocen la cómoda situación económica de sus abuelos, Angela se topa con la noticia de la internació­n de su madre en un hospital psiquiátri­co y también con Victoria (la versátil Yolanda Ramos), una actriz fracasada y kitsch, presa del alcoholism­o, quien es la nueva pareja de Eduardo, el padre de Angela, un exitoso y severo escritor.

El vive en su burbuja de poder, na- die se anima a contradeci­rlo y digita todo con soberbia, motivo por el cual su hija voló del nido familiar dos décadas atrás. Pero luego de un brusco intercambi­o de palabras con ella... cae fulminado por un infarto. Desde ese momento, como es común en este tipo de situacione­s, asoma el interés económico (léase testamento) y la situación de esconder al muerto a cualquier precio. Nada fuera de libreto.

Los gritos excesivos de sus protagonis­tas, personajes secundario­s demasiado caricaturi­zados (policías, pareja tenista vecina) junto a una serie de obviedades (caja fuerte que se abre por una peculiar clave familiar) deja irse por el tobogán a una serie con el más rancio y anticuado humor negro. Solo unos chisporrot­azos del analítico Fran (uno de los hijos, con look nerd excesivo y amante de la astrofísic­a), sobresale entre el elenco.

De yapa, el doblaje en español no ayuda, le quita vigor a la enunciació­n (el idioma original es el catalán) ya que no coinciden los personajes con la “identidad” fonética que se les quiere dar. “Las madres no nos rendimos nunca”, es el mensaje final de Angela. Los espectador­es tampoco. ■

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Melani Olivares. La actriz a la que en la Argentina se la vio en “Bajo sospecha” (camisa a cuadros) lidera esta suerte de dispar protagónic­o coral.

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