Mengele, del poder nazi a la miseria y la locura
Un libro reconstruye el final del temible médico.
El hombre se ha bajado hace algo más de un día del barco que lo trajo a Buenos Aires, casi lo descubren en el puerto por una valijita médica que no condice con sus documentos pero pasó, el contacto que le dieron en Alemania no ha funcionado y se tuvo que meter en una pensión. Ayer era todopoderoso, un semidiós, un investigador médico con muchos cuerpos humanos a disposición, ayer era Josef Mengele y hoy es un fugitivo que no puede ni decir su nombre y al que le ofrecen, de favor, un puesto de obrero: pasará el día cepillando lana. Todo esto ocurre en las primeras páginas de La desaparición de Josef Mengele, el libro del francés Olivier Guez que se está distribuyendo en la Argentina y que tiene, además, una visión unívoca de la colaboración del peronismo con los prófugos nazis.
La llegada del jefe alemán a Buenos Aires, en 1949, no es lo que él esperaba, aunque su familia -ricos industriales que hacían máquinas agrícolashabía pagado un buen escape... y lo seguiría haciendo a través de los años.
Pero primero tiene que moverse en la ciudad: "Avellaneda, La Boca, Montserrat, Congreso... ante un mapa desplegado, se familiariza con la topografía de Buenos Aires y se siente diminuto ante el damero, insignifican- te como una pulga, él, que hasta hace poco tenía aterrorizado a todo un Reich", cuenta Guez. Un poco es investigación y un poco, novela.
En la Argentina, dice Guez, Mengele -se hace llamar Gregor- se siente a gusto: es el país más desarrollado de Latinoamérica, hay cines y teatros y "como en Alemania en tiempos del Reich, la gente profesa un auténtico culto al líder de la nación, un dúo, un oso con uniforme de opereta y un gorrión engastado en joyas. El redentor y la oprimida: Juan y Evita Perón se exhiben triunfalmente en todos los muros de la capital". También tuvo una vida social con una activa comunidad nazi.
En el libro, Guez no sólo retrata la personalidad del personaje sino también la trama por la que este asesino y torturador consiguió evitar pagar por sus crímenes. La justicia alemana, la Mossad –agencia de inteligencia de Israel– y el célebre cazador de nazis Simon Wiesenthal intentaron seguir sin éxito el rastro del oficial nazi.
Tras su paso por la Argentina -vivirá primero en un hotel en Palermo, después en Olivos- empieza un periplo durante el cual cambia varias veces de nombre y acaba viviendo en Paraguay y Brasil. Países que “los ayudaron o cerraron los ojos” cuando éstos se instalaron en ellos, recuerda el autor, a pesar de los relatos sobrecogedores que llegaban sobre el Holocausto desde el otro lado del Atlántico.
Sostenido económicamente por su familia en Alemania y por protectores filonazis, Mengele fue escabulléndose a pesar de que poco a poco iban saliendo a la luz cada vez más testimonios sobres sus prácticas crueles y ma- cabras en Auschwitz. “Embutido en su inmaculado uniforme, el 'Ángel de la Muerte' se erguía radiante en la rampa de selección (del campo de concentración), aterrorizando a los gemelos del 'zoo de niños' que se había asignado en un barracón”, explica Guez, que ha obtenido el premio Renaudot 2017 con esta novela.
Si bien el autor evita recrearse en los detalles más morbosos de las fechorías del temible Mengele, deja constancia de ellos a lo largo de la obra. Como, por ejemplo, cómo con un movimiento de bastón sellaba la suerte de sus víctimas: a la izquierda, la muerte inmediata, las cámaras de gas; a la derecha, la muerte lenta, los trabajos forzosos o su laboratorio. Allí torturaba a enanos, gigantes, tullidos y gemelos para develar los secretos de la gemelaridad, producir superhombres y acrecentar la fecundidad de las mujeres alemanas.
Olivier Guez asegura que lo obsesionó Mengele desde chico, desde que descubrió la existencia del médico torturador de Auschwitz al ver en televisión Marathon Man (1976) y Los niños del Brasil (1978), películas que alimentaban la leyenda de que el criminal nazi continuaba propagando el mal tras la Segunda Guerra Mundial.
Empezó a indagar sobre su auténtica vida en 2014, cuando trabajaba en el guión de una película sobre el rastro en Argentina de Adolf Eichmann, con quien Mengele se había relacionado en Buenos Aires. “Quise saber por qué y cómo se las arregló para escapar. Y en un plano más metafísico, si fue castigado de algún modo en Sudamérica”, comenta el autor. “Al parecer, más de una vez grité ‘¡Mengele!’ en sueños”.
Pero también Guez viajó a los lugares clave de la vida del médico y antropólogo nazi: su ciudad natal – Günzburg-, la Argentina y Brasil. “En San Pablo descubrí la granja donde Mengele ‘se enterró’ durante diez años”, cuenta el autor en alusión a la larga etapa en la que el oficial de la SS convivió con una familia de origen húngaro.
Guez admite que recurrió a la forma novelesca y reconoce que “determinadas zonas de sombra probablemente jamás se esclarecerán”. Por ejemplo, ¿cómo fue posible que el médico de la SS lograra escapar durante 30 años? ¿De qué complicidades se benefició?
“Con esta historia, un enigma moderno, quería contar qué fácil es para un hombre corriente – débil, mediocre y sin cualidades- hacer daño a la gente. La historia de Mengele es un aviso para nuestros tiempos”, argumenta el periodista y lanza la advertencia: “No os dejéis fascinar por el mal”.
Aunque nunca fue capturado, el escritor sostiene que Mengele tuvo un final “patético”, en 1979, en Brasil. “No me lo invento. A pesar de que pensaba que era Superman, acabó como una rata, solo, enfermo y paranoico”.
Quería contar qué fácil es para un hombre corriente -mediocre y sin cualidades- hacer daño a la gente.” Olivier Guez Periodista