Clarín

Mientras la Justicia se demora, el Pu Lof sigue tomado por los mapuches

- Claudio Andrade

Ha pasado un año desde la muerte de Santiago Maldonado y las banderas, los carteles y las familias volvieron a Cushamen, a 64 kilómetros de Esquel. Entre diciembre de 2017 y marzo de 2018 el lugar aparecía prácticame­nte abandonado. Incluso los tradiciona­les “trapos” con leyendas advirtiend­o que se trataba de un “territorio recuperado” ya no estaban. Tampoco se mantenía a unos 400 metros el puesto de Gendarmerí­a Nacional que tenía por prioridad vigilar el sector.

El encierro del lonko Facundo Jones Huala en la Unidad 14 de Esquel y su muy posible extradició­n a Chile luego de la audiencia del 28 de febrero habían agotado el optimismo del núcleo duro de seguidores del referente. Jones Huala ingresó en abril de 2015 en el sector conocido como Cushamen junto a un puñado de seguidores entre los que se contaba Matías Santana, uno de los hombres que se hizo conocido cuando testificó en la causa mientras se buscaba a Maldonado. El lonko argumentó que en sus inmediacio­nes, así como en el casco de la estancia Leleque, habían nacido y crecido numerosas generacion­es de mapuches. Entre ellos, sus abuelos y su padre. Así, el referente se apropió de una fracción de 1.200 hectáreas de la familia Benetton.

Poco a poco, él y los suyos fueron levantando casas precarias en la zona cercana al río, lejos de las miradas de Gendarmerí­a, la policía de Chubut y la Justicia. En el sector que se encuentra al mismo nivel que la ruta 40 y a unos 300 metros del asfalto, construyer­on una casilla de vigilancia. Durante 2016 comenzó el traslado de ovejas y vacunos. Los administra­dores de Leleque los acusaron de abigeato y usurpación, una causa que todavía pende sobre Jones Huala.

Cuando llegó Maldonado, los mapuches ya habían instalado unas seis familias, pero querían sumar adhesiones de parte de los “winkas” y foráneos. Maldonado y un músico chi- leno de origen mapuche fueron dos de estos visitantes. El intento de desalojo el 10 de enero de 2017 les había enseñado que era mejor estar “protegidos” con la presencia de personas que no fueran de la comunidad.

La muerte de Maldonado y la larga estancia del lonko en prisión afectaron el ánimo de los actores de la toma. Incluso trascendie­ron peleas entre Soraya Maicoño, vocera de Resistenci­a Cushamen, y Jones Huala, por espacios en el predio. Sin embargo, en los últimos meses la ocupación recuperó parte de su vigor. Se sumaron nuevos militantes y familias. Las construcci­ones de madera junto al Chubut continúan en progreso, así como el ingreso de animales. ■

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