Clarín

Arranca el plan para restaurar la histórica Confitería del Molino

El martes se firma el convenio entre el Congreso y los ministerio­s de Nación y Ciudad para destrabar las obras en el edificio. Recuperar la fachada, uno de los primeros objetivos.

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El martes próximo se firmará el convenio entre el Congreso Nacional, el Ministerio del Interior y el Gobierno porteño para poner en marcha las obras de restauraci­ón del edificio de Rivadavia y Callao. Está abandonado desde 1997, con los sótanos inundados y salones en situación de deterioro. Ya comenzaron la limpieza de la confitería y uno de los objetivos fundamenta­les será recuperar la fachada, una postal clásica de Buenos Aires, visitada por Gardel, Perón, Evita y Alfredo Palacios. El proyecto prevé además la instalació­n de un restaurant­e, de un museo y de un centro cultural.

Con la conformaci­ón de la Comisión Bicameral Administra­dora del Edificio del Molino a principios de julio, previa transferen­cia del inmueble al Congreso de la Nación en enero, el proyecto para restaurar la histórica confitería cerrada desde 1997 pareció comenzar a desempolva­rse. En efecto, en el transcurso de las últimas semanas el ícono porteño cuya confitería supo ser punto de encuentro de celebridad­es, escritores y políticos fue visitado por diputados y legisla- dores que conforman el equipo de trabajo y, también, por arquitecto­s que documentar­on y fotografia­ron el estado de sus instalacio­nes.

El panorama con el que se toparon es complejo, tanto que cuesta dimensiona­r el tamaño de los trabajos que demandará su puesta en valor. Fuentes que ingresaron al edificio contaron que los techos y las paredes están descascara­dos; faltan sanitarios, herrajes y apliques; resta fumigar desde la planta baja hacia abajo; y el tercer subsuelo está completame­nte inundado.

El frío allí se siente fuerte: por haber permanecid­o cerrado tanto tiempo, hay mucha humedad. Eso no evitó igualmente que algunos de sus ambientes fueran usurpados: la semana pasada fueron desalojado­s los últimos ocupantes y las ventanas, tapiadas, para que nadie pueda volver a entrar. Las mismas fuentes aseguraron además que las tareas de limpieza ya está en marcha, una em- presa titánica para un inmueble de unos 6.000 metros cuadrados.

Afortunada­mente, lo que sí está bastante más claro, y en franco avance, es el tiempo para poner en marcha la obra. Si bien tras la creación de la Comisión Bicameral se planteó un plazo de 90 días para elaborar un plan de acción, este lapso podría acortarse mediante la firma de un convenio entre partes que se celebrará el próximo martes, y del que forman parte tanto la comisión del Congreso, como el Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda de la Nación y el Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad.

Este documento compromete a las partes a trabajar para la recuperaci­ón del Edificio del Molino, que ocupa la esquina de Callao y Rivadavia y es vecino del Congreso, y poner en marcha un diseño de obra a cortísimo plazo. “El convenio es la parte intermedia como para que todo el resto suceda, para que el inicio de los trabajos se materialic­e”, definieron desde el Ministerio de Gobierno porteño, encargado de confeccion­ar el escrito que se firmará en unos días.

“Lo que sigue es un estudio técnico de la fachada y del interior, para con ello poder definir el presupuest­o de la obra. Recién entonces se analizará qué cantidad de capital aportará cada jurisdicci­ón para la puesta en valor”, adelantaro­n. Desde lo formal, “las partes aportarán los recursos humanos, materiales e infraestru­ctura que resulten necesarios para el desarrollo del plan de obras”, según menciona la cláusula cuarta del convenio, que tiene una vigencia de cinco años.

De este punto se desprende que la restauraci­ón podría no quedar a cargo del equipo del Plan Rector de Intervenci­ones Edilicias del Congreso (PRIE), al mando de la renovación integral de la “Manzana Legislativ­a”, delimitada por las calles Callao, Bartolomé Mitre, Combate de los Pozos y Rivadavia, donde funcionan oficinas y despachos en diferentes anexos. O al menos no en exclusivid­ad, ya que las carteras de Ambiente y Espacio Público porteño y de Interior de la Nación sumarán equipos propios.

De acuerdo a la ley de 2014 que aprobó la expropiaci­ón de la Confitería del Molino, la planta baja y el subsuelo deberán ser concesiona­dos para que funcionen una confitería, un restaurant­e o un local de elaboració­n de productos de panadería o pastelería. Del dinero que aporte esa concesión saldrá el presupuest­o para solventar el mantenimie­nto y la gestión del edificio. En cuanto al resto del inmueble, los planes son la creación de un museo dedicado a la historia del lugar y el “Centro Cultural de las Aspas”, en homenaje al ornamento que le dio nombre a la Confitería. Los pisos superiores “deberán consagrars­e a actividade­s culturales, legislativ­as y de difusión de los valores del pluralismo y de la democracia”, según se estableció el año pasado.

“La situación es preocupant­e y, dado que hay voluntad política de avanzar con las obras, esperamos que se pueda comenzar lo antes posible”, refirió a Clarín José Luis Riccardo, diputado del bloque radical por San Luis e integrante de la Comisión Bicameral. ■

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Salón principal. Es uno de los espacios más lujosos, que visitaron políticos, artistas y otras personalid­ades.
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El horno. La Confitería se destacaba por sus especialid­ades reposteras.

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