La audiencia final se vivió con la sensación de que el resultado ya está definido
Casi no hubo preguntas para los expositores de ambos sectores. Y duró menos que los encuentros anteriores.
La última reunión del plenario de senadores que debate la legalización del aborto tuvo una particularidad: casi no hubo preguntas de legisladores a los 22 expositores. Los encuentros anteriores habían sido maratónicos por la cantidad de cuestionamientos que planteaban senadores y senadoras a favor y en contra. Esta vez, eligieron escuchar en silencio. El murmullo venía de afuera, de los pasillos, donde parecían definirse los votos que terminarán de decidir si el 8 de agosto la Interrupción Voluntaria del Embarazo se convertirá en ley, o no.
Las senadoras Silvia Elías de Pérez (Tucumán), Cristina Fiore (Salta) y Olga Brizuela (La Rioja), que en las reuniones previas llevaron la delantera con sus preguntas, esta vez no abrieron la boca. ¿Por qué no hay preguntas hoy?, consultó Clarín a Fiore. “Porque hay muchos expositores”, respondió. “El número es el mismo de siempre...”. Fiore sonrió. Desde el pasillo llegaban las noticias de un triunfo del no.
Brizuela intervino para responder a la escritora Claudia Piñeiro, que había hablado de la Unión Cívica Radical como un “partido laico y reformista” que hoy los jóvenes radicales califican de “papelón y vergüenza”. Brizuela se sintió ofendida y lo hizo saber. Piñeiro les había hablado a los legisladores que se oponen: “Yo me imagino lo que es volver a sus provincias y que el cura mire a los ojos a sus hijos... pero si temen que un cura los rete tienen que dedicarse a otra cosa”. Al final, pidió: “Sean responsables, nunca nadie se arrepiente de ser valiente”.
Si bien el salón Illia estuvo más lleno que de costumbre, la jornada transcurrió sin sobresaltos. Los abucheos fueron sólo para Chinda Concepción Brandolino, directora de la ONG Pro-familia y Acción por la Vida, madre de 8 hijos. Habló de “palanganas llenas de pequeños chiquitos” y mostró un video de lo que consideró un aborto en Estados Unidos. “¡Eso es un parto!”, le gritaron varias mujeres. “Sí -respondió Brandolino- tiene 8 meses, con esta ley se podrán hacer abortos en ese momento”. La abuchearon más.
Diana Maffía, directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad, les habló a los indecisos: “El aborto es un dilema ético entre dos males, la maternidad forzada o la interrupción de un embarazo”, pero aseguró que obligar a continuar un embarazo no deseado es “una tortura”. Y se refirió al feto gigante que pasean los antiabortistas en marchas: “Es un feto wi-fi que no está conectado a quien les da la vida, porque a las mujeres se las niega, se las ignora”.
Una expositora que rompió con la oratoria clásica fue Alika Kinan, primera víctima de trata que querelló a sus proxenetas y al Estado. “Cuando una víctima de trata explotada sexualmente tiene que abortar de manera clandestina, está siendo doblemente violada y ultrajada por que no puede hacerlo con las garantías del Estado, un Estado ausente. Por eso debe hacerlo con ayuda de sus proxenetas, que usan ese préstamo para que se lo realice sea como sea, clandestinamente, sin ningún tipo de garantía de que vaya a sobrevivir, a modo de usura y para encadenarla al prostíbulo de manera indefinida”.
La abogada Marisa Herrera, investigadora del Conicet, aseguró que la Constitución, la Convención Interamericana de Derechos Humanos y el Comité de los Derechos del Niño no son trabas para la ley de Interrupción del embarazo, “Tanto que se habla de niños, y el propio Comité acaba de pedir que se asegure el acceso al aborto a las niñas y adolescentes en nuestro país”.
Hubo más expositores a favor y en contra. Que es constitucional, que no lo es. Que baja la mortalidad materna, que la sube. Pero ya nadie pareció indignarse por las distintas posturas. El murmullo de los pasillos, “la rosca”, esta vez, fue demasiado fuerte. ■
Se oyeron diferentes posturas, pero ya nadie pareció indignarse como en otras ocasiones