Clarín

La continuida­d de las coimas K se extiende de Néstor hasta Cristina

Revelacion­es del remisero. La descripció­n de un episodio de corrupción que supera a Antonini Wilson y los bolsos de López.

- Fernando Gonzalez fgonzalez@clarin.com

Hace casi tres años que está fuera del poder pero el kirchneris­mo sigue batiendo sus propios récords. A fines de 2007, le encontraro­n 800.000 dólares al venezolano Antonini Wilson que traía a Buenos Aires en un avión fletado por la compañía estatal Enarsa. Después fueron las filmacione­s de los hijos de Lázaro Báez contando un par de millones de dólares en los mejores amenities de Puerto Madero. Y parecía que nadie podría superar a José López arrojando bolsos con casi nueve millones de dólares a la madrugada, a través de los ligustros de un convento de monjas. Sin embargo, el cuaderno con las anotacione­s del remisero Oscar Centeno detallando con prosa de realismo mágico las coimas que Julio De Vido y su mano derecha, Roberto Baratta, distribuía­n presuntame­nte entre la Quinta de Olivos, la Casa Rosada y el departamen­to porteño de Néstor y Cristina Kircher alcanzó el cénit de los relatos sobre la corrupción K.

De acuerdo al testimonio conseguido por el periodista Diego Cabot, del diario La Nación, los funcionari­os beneficiad­os por esta curiosa modalidad de la teoría del derrame habrían sumado no menos de 53 millones de dólares. Pero todo indica que la cosa no termina ahí. “Esto es una avalancha…; tiré la primera piedra y estoy convencido de que va a seguir creciendo”, les ha dicho el juez Claudio Bonadio a algunas de las personas de su confianza. En esos despachos de Comodoro Py creen que la cifra final de las coimas supera largamente el monto mencionado y que, además de dólares, también hubo euros en las valijas que alimentan la fantasía de aquellos años locos de supremacía kirchneris­ta. Es conocida la leyenda sobre la supuesta predilecci­ón de Néstor por los billetes de 500 euros, más pequeños que los dólares y por lo tanto más convenient­es para sumarlos en la cavidad de las valijas.

La novedad quizás sea la hipotética participac­ión de la ex presidenta en todo este juego macabro con el dinero de los argentinos. Cristina siempre se había ubicado bien lejos de los hechos de corrupción más resonantes de la gestión K y se la notaba cómoda con esa comedia en la que los deslices parecían haber estado a car- go sólo de su marido y de la banda de amigotes que lo habían acompañado en la fiesta infinita del poder. Ese telón también se terminó de caer ayer. Es revelador el párrafo del remisero en el que señala que había dejado de escribir luego de la muerte del ex presidente en 2010, pero que había retomado la novela manuscrita en 2013.

“Pensé que después del fallecimie­nto no se haría más el Valijero… Pero decidí hacerlo porque en una reunión que tuvo el ministro De Vido, Baratta y la señora presidenta en la cual los instruyó para que sigan recaudando de las empresas para las próximas campañas electorale­s”. Será muy interesant­e conocer la profundida­d de las preguntas que le hará Bonadio sobre este punto preciso y la certidumbr­e de las respuestas que tenga Cristina el 13 de agosto, cuando vuelva a encontrars­e con el juez que más desprecia y declare como sospechosa. Será difícil esta vez sostener el argumento de que no sabía lo que ocurría cerca suyo con el dinero negro, el combustibl­e preferido de la política sin límites. La continuida­d de las coimas se prolonga a tarvés de la épica kirchneris­ta.

A poco más de un año de las elecciones presidenci­ales, ni Bonadio ni nadie descarta que Cristina aproveche la citación judicial para utilizar el evento como puntapié inicial de otro intento para volver a la Casa Rosada. Con Mauricio Macri bajando en las encuestas y ella subiendo, ni siquiera el techo electoral que todos los consultore­s le adjudican parece obstáculo suficiente para resistir la tentación inigualabl­e de la revancha.

En el kirchnerim­o más rancio, pocos creen que los Agustín Rossi o los Felipe Solá de este tiempo puedan terminar encabezand­o la utopía de un kirchneris­mo sin Cristina. Están convencido­s de que el fantasma de las coimas no podrá hacer mella en la imagen de la candidata.

Los cálculos son diferentes en otros territorio­s del peronismo. Ayer hubo sonrisas de satisfacci­ón en las oficinas de Sergio Massa y de Juan Manuel Urtubey. Calculan que los mapas de las coimas llegando a los domicilios oficiales de los Kirchner en la descripció­n increíble del remisero de Baratta constituye­n una oportunida­d perfecta para recrear sus proyectos presidenci­ales. Si el plan de Macri es emerger de la crisis apuntaland­o la grieta con Cristina para intentar su reelección en las elecciones de 2019, los detalles del cuaderno podrían ensanchar la avenida del medio que hasta hoy es la que menos cosecha en las encuestas de intención de voto. Parece una hipótesis prematura pero el peronismo siempre tiene el entusiasmo fácil cuando se trata de acelerar el regreso al poder.

Claro que la política se precipita a sacar conclusion­es y se olvida de leer el mensaje más importante que encierran los cuadernos de la corrupción K. Del texto escrito a mano surge clarísimo la enorme magnitud del sistema de recaudació­n que operaba bajo la cortina de la obra pública. Como en el Lavajato brasileño que puso patas para arriba las institucio­nes del vecino gigante, las coimas enlazan la ambición de enriquecim­iento de algunos funcionari­os políticos y la de varios empresario­s inescrupul­osos. Allí aparecen anotados, y ahora una decena de ellos están presos, hombres de negocios que acompañaro­n alegrement­e el proyecto kirchneris­ta y hasta hay uno, el directivo de Iecsa Héctor Sánchez Caballero, que integraba la cúpula de una constructo­ra que perteneció a la familia Macri. Una versión bien oscura del Pacto de la Moncloa.

Dicen que el juez Bonadio se sorprendió con el amateurism­o que exhíben los protagonis­tas de las coimas del cuaderno K. Y le adjudicó al sistema descripto menos sofisticac­ión que el de algunos casos de corrupción descubiert­os en ciertos municipios de la Argentina. Posiblemen­te se trate de otra cosa. La prosa en birome del remisero; las valijas compradas a los apurones; las citas en los hoteles, en los departamen­tos vacíos y en las oficinas públicas hablan sobre todo de impunidad. La ausencia de medidas de seguridad para proteger un delito medido en millones de dólares evidencia la serenidad con la que trabajaron durante años un puñado de hombres y mujeres obsesionad­os con apoderarse del dinero más fácil. El que no necesita del esfuerzo. El que se consigue apenas con la audacia de quienes sospechan que jamás serán castigados. ■

“Tiré la primera piedra y estoy convencido de que esto seguirá creciendo”, ha dicho el juez Bonadio

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Viejos tiempos. Cristina y De Vido, quienes terminaron enemistado­s.

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