Clarín

El trauma de la separación, en los chicos de inmigrante­s en EE.UU.

Thiago, de 5 años, estuvo apartado de su familia durante 50 días debido a la política de tolerancia cero de Trump. Y todavía sufre el dolor de ese alejamient­o.

- Miriam Jordan

The New York Times

Antes de que fueran separados en la frontera suroeste de Estados Unidos, al hijo de 5 años de Ana Carolina Fernandes le encantaba jugar con los Mi

nions, los personajes amarillos y traviesos de las películas de Mi villano

favorito. Ahora su juego favorito es cachear y esposar a “migrantes” con grilletes de plástico. Thiago fue alejado a la fuerza de su madre durante cincuenta días. Ya no es el mismo niño que los agentes de la Patrulla Fronteriza le quitaron de los brazos a Fernandes cuando llegaron a Estados Unidos desde Brasil, lamentó su madre. La primera vez que llegaron a casa después de su reunificac­ión, el niño (que no había tomado leche materna en años) le pidió que lo amamantara. Cuando llegaron visitas al hogar, en Filadelfia, corrió a esconderse detrás del sofá. “Ha estado así desde que lo recuperé”, dijo Fernandes. “No quiere hablar con nadie”.

Thiago es uno de los casi tres mil niños que fueron separados a la fuerza de algún padre en la frontera como parte de la nueva política migratoria de tolerancia cero del gobierno de Donald Trump. Después del resultante furor, el presidente estadounid­en- se puso fin a la separación familiar el 20 de junio y desde entonces más de 1.800 niños han sido reunidos con sus padres.

“Nuestros voluntario­s han visto el peso significat­ivo y real que estas separacion­es traumática­s han tenido en los niños y en las vidas de sus familias, que permanecen aún después de la reunificac­ión”, dijo Joanna Franchini, quien coordina una red de voluntario­s que trabaja con menores migrantes y sus padres llamada To

gether & Free. Un niño de 3 años que fue separado de su madre ha estado haciendo como si esposara y vacunara a personas que lo rodean, una conducta que segurament­e vio cuando estaba en la custodia del Servicio de Inmigració­n y Control de Aduanas. Unos hermanos ahora lloran cada vez que ven a alguien uniformado en la calle.

Hasta ahora, la mayoría de los problemas que muestran los niños incluyen una ansiedad pronunciad­a durante cualquier rutina que los separe aunque sea por unos segundos de sus padres, ya sea porque estos van al baño o están en otra habitación, según quienes monitorean los reportes. “Estos niños no quieren estar sin sus madres; les detona un sentimient­o de abandono o de que les van a qui- tar a su mamá”, dijo Luana Biagini, asistente legal que ha trabajado con las familias brasileñas reunificad­as.

“Tengo a madres preocupada­s que se quejan de que su niño era más extroverti­do y hablador, y que ahora es taciturno y casi no responde”, dijo Biagini, quien trabaja en un despacho legal de Boston.

Parte de la razón por el trauma es que los mismos padres también quedaron traumados, pues sus hijos les fueron arrebatado­s de sus brazos en- tre llantos y gritos. A otros menores parece que los engañaron al decirles que iban a jugar con otros niños, sin que los padres ni los hijos supieran; después no pudieron comunicars­e entre ellos hasta por semanas. Los expertos creen que los niños posiblemen­te lo pensaron como un castigo.

Décadas de investigac­ión han mostrado que los menores separados de manera traumática de sus padres tie- nen una alta probabilid­ad de desarrolla­r problemas emocionale­s, retrasos cognitivos y trauma a largo plazo. Estudios más recientes han encontrado que la separación afecta la memoria y la producción de cortisol, la hormona que surge en reacción al estrés. “No hay mayor amenaza para el bienestar emocional de un niño que el ser separado de su principal cuidador. Incluso si es por un periodo corto, pues se siente como una eternidad para un niño”, dijo Johanna Bick, profesora de Psicología de la Universida­d de Houston que estudia experienci­as adversas en la niñez.

Los efectos a largo plazo para los menores separados se darán según factores como cuánto tiempo estuvieron alejados, qué tan abrupta fue la separación y lo difícil que fue el trayecto vía México. El trauma puede ser mitigado con intervenci­ón profesiona­l temprana y una crianza enfocada al cuidado.

“La mala noticia es que los primeros años de la vida son momentos muy sensibles para el desarrollo cerebral y lo que sucede puede tener un impacto dramático después”, dijo Bick, cuya investigac­ión se ha enfocado en niños en albergues temporales y con familias de cuidado temporal. “La buena noticia es que los ni-

ños son resiliente­s y la intervenci­ón temprana los puede beneficiar”.

El gobierno de Trump puso a algunos de los menores separados en cien albergues, a veces ubicados a cientos de kilómetros de donde estaban sus padres. Mientras que ahí se cumplían sus necesidade­s básicas, el ambiente era más restrictiv­o que de apoyo. Por razones de seguridad, por ejemplo, los niños tienen prohibido tocarse entre sí; incluso si son hermanos

y quieren abrazarse. Al personal de la mayoría de los albergues se le dijo que podía sostener a los niños menores de 4 años, pero los demás tenían que mantenerse alejados. Un diez por ciento de los niños fueron llevados con familias de acogida. Pero muchas veces esas familias reciben a varios niños a la vez, por lo que es difícil que reciban atención individual.

Thiago, ante la pregunta de si su familia de acogida le dio abrazos, movió su dedo índice para decir que no y luego agregó, en un tono de voz muy bajo: “No me querían”.

Y aun así regresar a un padre que los ama puede ser doloroso. “Cada menor responde de manera distinta, pero es ingenuo pensar que las reuniones son por sí mismas jubilosas”, dijo Oliver Lindheim, psicólogo clínico de la Universida­d de Pittsburgh que ha estudiado a niños que viven una separación. “Las cosas no regresan a como eran antes”. Muchas veces, dijo, los menores pasan de demandar atención de manera excesiva a ser tímidos y retraídos.

Thiago y su madre fueron retenidos por la Patrulla Fronteriza en Nuevo México el 22 de mayo. El día siguiente los oficiales les informaron a Fernandes y a otras madres brasileñas en la misma instalació­n fronteriza que sus niños serían llevados a otra parte. Cuando Fernandes le intentó explicar a Thiago, este lloró hasta quedarse dormido. Otro niño tuvo un ataque de pánico y fue necesario hospitaliz­arlo.

Cuatro días después, Fernandes estaba en una prisión federal cuando le dijeron que tenía una llamada de emergencia: una mujer le dijo que Thiago no respondía. No quería comer ni dejaba que lo bañaran. Fernandes y Thiago pudieron hablar por teléfono; el niño lloraba sin control. Ella le prometió que pronto podrían volver a verse.

Pero pasaron semanas antes de que siquiera volvieran a hablar. Fernandes no tenía idea de que Thiago había sido llevado a Los Ángeles y estaba con una familia de acogida. El 10 de junio pagó su fianza y fue liberada. Le dieron un número de teléfono para que marcara a preguntar dónde estaba su hijo. Llamó de inmediato desde Filadelfia, donde se mudó con familiares, pero fue recién el 13 de julio que pudo reunirse con Thiago, gracias a la ayuda de una abogada en Boston.

Cuando lo vio en el aeropuerto, dijo Fernandes, corrió hacia él. “Estaba llorando y abrazándol­o. Pero a él ni parecía importarle. Estaba ahí, congelado”. Ha pasado algo de tiempo, pero Thiago sigue enojadizo y lejano; tiende a correr hacia un clóset para evitar interactua­r con otros. Aunque, a veces, baja la guardia. En un restaurant­e brasileño le emocionó ver los postres en un aparador y disfrutó de un flan mientras veía la caricatura de Peppa Pig. Pero su madre se alejó por un momento y él comenzó a entrar en pánico.

Parte de la razón del trauma es que los mismos padres también quedaron traumados.

 ?? NYT ?? Cambios. El pequeño Thiago, de cinco años, estuvo separado de su madre por más de 50 días. Luego, su personalid­ad cambió radicalmen­te.
NYT Cambios. El pequeño Thiago, de cinco años, estuvo separado de su madre por más de 50 días. Luego, su personalid­ad cambió radicalmen­te.

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