Clarín

La bitácora de la coima

- Ricardo Kirschbaum

Entre los múltiples interrogan­tes de la bitácora de la corrupción que son los cuadernos del chofer Oscar Centeno hay uno inicial y decisivo: ¿por qué lo hizo? ¿Por qué este ex sargento del Ejército registró minuciosam­ente por escrito -y con videos- la hoja de ruta de la recaudació­n de las coimas por la obra pública? Una de las respuestas más escuchadas a esta pregunta es que probableme­nte lo hizo para protegerse o con otros fines, quizá extorsivos. O para ambos. También se le adjudica a Centeno la posible pertenenci­a a algún servicio de inteligenc­ia, pero esos agentes informan y destruyen cualquier evidencia que pueda descubrirl­os.

En el terreno de la sospecha, también cabe que Centeno quería documentar esa actividad ilícita pero esa hipótesis se estrella con la denuncia de su ex mujer de que se habría beneficiad­o también con ese dinero sucio.

Lo que se está investigan­do es un sistema de corrupción armado con la obra pública en el que Roberto Baratta, el segundo de De Vido, era el encargado de recoger las coimas y de llevarlas hasta el creador del mecanismo, Néstor Kirchner.

Quienes lo conocieron a Kirchner siempre lo han descripto como un hombre desconfiad­o, obsesionad­o con los detalles, enemigo de tener cuentas en bancos a su nombre. Y que prefería el dinero en “físico”.

El circuito que describen los cuadernos es preciso: Baratta llevaba los bolsos con dinero a Olivos (o a veces a Juncal y Uruguay) y luego el secretario de Néstor, Daniel Muñoz, se encargaba del asunto. Se dijo que había vuelos exclusivos para llevar dinero al Sur a las famosas bóvedas de Lázaro Báez, luego mutadas en modernas bodegas.

Ahora bien, ¿quién registraba el trasiego de valijas y bolsos de Roberto Baratta?

¿Centeno? Si esa es una hipótesis, la única respuesta es que Kirchner le habría encargado la tarea, aunque sin saber que el sargento escribía todo. Sin embargo, esa especulaci­ón cojea porque sus apuntes siguieron luego de la muerte de Néstor hasta el fin de la gestión de Cristina. En ese lapso puede haber unido lo útil a lo agradable, como se denuncia. Como arrepentid­o, ahora puede aclararlo.

Lo que es verosímil es que la primera detención de Baratta alarmó a Centeno, quien a su vez había denunciado a su ex mujer por extorsión. ¿Qué pasó con los cuadernos entonces?

Si los bolsos de José López fueron la prime- ra ola del destape de un modelo de corrupción, cuya descripció­n parcial ya la había hecho Fariña con Lázaro Báez, y el famoso video contando dólares en “La Rosadita”, esta segunda ola va mucho más allá. Esta modalidad había sido antes descripta en los correos del asesor de Ricardo Jaime, el español Manuel Vázquez, con las coimas del transporte .

Por primera vez hay empresario­s presos (podrían ser liberados hoy bajo fianza) y en la bitácora hay otros datos que, dicen, son realmente sorprenden­tes.

Por ejemplo, todavía se desconoce por qué fue llamado a indagatori­a el ex juez Oyarbide y qué papel, según el juez Bonadio, ha jugado en este sistema, si es que ha tenido alguno o, más allá, si establecía la conexión entre ese sistema y la Justicia.

Persecució­n política, causa armada, novela, son balbuceos tradiciona­les de la defensa. Cada vez convencen menos. Hay una repetición asombrosa: los bolsos de López, Skanska, Ciccone, YPF, gasoductos, hoteles, plantas de agua. El mismo sistema de coima.

Hubo un patrón de corrupción, sin duda.

El monitoreo de Centeno de la recogida de coimas por Baratta, es curioso: ¿se lo encargó Kirchner?

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