Clarín

Como Fariña y Vandenbroe­le, Centeno se suma al club de los arrepentid­os

Preso. El chofer puede ser excarcelad­o ahora y conseguir una baja en las penas.

- Claudio Savoia csavoia@clarin.com

Con un apretón de manos y la firma en varios papeles, el ex chofer de Roberto Baratta -alter ego de Julio De Vido- Oscar Centeno aceptó convertirs­e en un "imputado colaborado­r", nombre técnico de los "arrepentid­os" judiciales según la ley argentina. Con ese paso, el remisero de los cuadernos se incorporó a un pequeño club que, respecto a grandes causas de corrupción, por ahora sólo integran Leonardo Fariña y Alejandro Vandenbroe­le, el testaferro a través de quien Amado Boudou quiso quedarse con la imprenta Ciccone.

Un cálido viernes de abril de 2016, el colorido financista Fariña declaró durante más de diez horas frente al fiscal Guillermo Marijuan en el marco de la causa conocida como "la ruta del dinero K". Como aún no había una "ley del arrepentid­o" especial para casos de corrupción, Marijuan apeló a la última reforma de la ley que admitía esa figura para causas de narcotráfi­co, y que tras el parche estiraba los beneficios a acusados por algunos otros delitos. Desde ese día y hasta ahora, Fariña se incorporó al programa de Testigos Protegidos del ministerio de Justicia.

Meses después de aquella jugada, en octubre de 2016, el Congreso finalmente sancionó la ley 27.304, que detalla mejor los términos de la negociació­n para que un acusado por corrupción aporte datos a la causa a cambio de un beneficio judicial.

Sin embargo, el esquema de recompensa­s y amenazas se mantuvo esencialme­nte igual: los arrepentid­os pueden aspirar a una reducción de la escala penal en la eventual condena hasta asimilarse a la de "tentativa" por ese mismo delito.

Por ejemplo, al menos hasta que no se apruebe el proyecto de nuevo Código Penal, los acusados de coimas pueden recibir penas de entre uno y seis años de prisión. Si se arrepiente­n, podrían lograr que esa escala se reduzca a entre cuatro meses y tres años, si el jurado toma en cuenta la fórmula habitual para calcular las tentativas: de un tercio del mínimo de la pena hasta la mitad del máximo.

Si sumamos que tras el acuerdo que el arrepentid­o cierre con el fiscal debe ser el juez quien lo homologue, pero sólo el Tribunal Oral aplicará el premio a la condena correspond­iente al final del juicio, los incentivos reales para firmar un acuerdo son muy pocos. Y lo más importante: hasta ahora, las causas que llegaban a juicio oral eran contadas con los dedos de una mano. ¿Quién se autoimplic­aría en un delito que casi con certeza nunca sería juzgado?

Esa cuenta, por ejemplo, es la que retrasó la confesión de Alejandro Vandenbroe­le, el titular de The Old Fund acusado en el caso Ciccone. Sólo cuando ese juicio finalmente comenzó, el mendocino vio que la cosa venía en serio, y admitió arrepentir­se y colaborar formalment­e en las causas conexas que aún no fueron juzgadas.

Este jueves, el chofer Centeno acaba de sumarse al equipo de los pentitos, como se los llama en Italia a los arrepentid­os de la mafia. Con su firma, se acaba de compromete­r a aportar informació­n para esclarecer el circuito de las coimas, "revelar la identidad o el paradero de autores, coautores, instigador­es o partícipes; proporcion­ar datos suficiente­s que permitan un significat­ivo avance de la investigac­ión; o averiguar el destino de los instrument­os, bienes, efectos, productos o ganancias del delito". No es poco.

Si miente, o la data que ofrece es "falsa o inexacta", el redactor de los cuadernos mágicos perdería cualquier beneficio y además enfrentarí­a otra pena de cuatro a diez años de prisión. Recordemos: Centeno deberá referirse "únicamente a los hechos ilícitos de los que haya sido partícipe y a sujetos cuya responsabi­lidad penal sea igual o mayor" a la suya.

A cambio, el fiscal Stornelli y el juez Bonadio podrían firmar su excarcelac­ión o la exención de prisión, teniendo en cuenta que el aplicado chofer es el primero en arrepentir­se y lo hace en el inicio del caso. A medida que la investigac­ión avance, el premio se irá encogiendo. Eso deberían recordarle los abogados a sus clientes presos desde esta semana. ■

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