La Inquisición y los crímenes, en la historia de la Iglesia Católica
La caza de brujas. Las Cruzadas, la conquista de América y varias matanzas son algunos de los tristes hitos en donde la Iglesia utilizó la pena de muerte.
La historia de la Santa Iglesia Católica está plagada de crímenes y abusos. Año 314, con Galerio, Licinio y Constantino, la Iglesia sella con el Estado una estrecha alianza que se prolongará por siempre. En el “Edicto de Milán” los obispos decretan en Arles la condena eterna de cualquier rebelde. Luego, el alto clero cristiano asumió la posesión de grandes extensiones de tierra y a quienes le hicieran resistencia los condenaban como “herejes” y les expropiaban sus propiedades. Se inicia una persecución inmisericorde contra todo lo que pusiera en duda los dogmas y la conducta de esa casta jerárquica cristiana.
Uno de los que argumentaron la necesidad de estos tratos violentos y exterminio físico de los herejes fue Agustín de Tagarte (345-430) doctor y padre de la Iglesia: para él era mejor quemar a un hereje que abandonarlo en sus errores.
En el 360, San Ambrosio, obispo de Milán, durante el imperio de Teodosio, instigó al primer incendio de una sinagoga en Kallinikon (hoy Raqqa, Siria). El santo declaró haber dado la orden, ya que los judíos eran merecedores de la muerte. Los ejecutores de la orden fueron monjes. Jerónimo, otro padre de la Iglesia, exhortaba a matar a un tal Vigilancio, en nombre de la salvación de su alma.
En el año 382, Teodosio I suscribió edictos contra maniqueos y paganos donde se contemplaban condenas de muerte y confiscación de bienes. Se iba creando así lo que en el futuro seria la santa Inquisición.
Año 415, el obispo de Alejandria, Cirilo I, fue el verdugo de Hipatia. Ordenó a los monjes que la emboscaran, la violaran, torturaran, sus tendones fueron cortados con afiladas conchas y finalmente fue descoyuntada. El pecado de Hipatia fue haber sido hermosa, filósofa neoplatónica y maestra de matemáticas.
En el concilio de Clermont, 1095, el papa Urbano II pronunció esta beligerante proclama bajo el titular “Dios lo quiere”: “Quienes lucharon antes en guerras privadas entre fieles, que combatan ahora contra los infieles y alcancen la victoria en una guerra que ya había de haber comenzado; que quienes hasta ahora fueron bandidos, se hagan soldados; que los que antes combatieron a sus hermanos, luchen contra los bárbaros”. Todo para dar comienzo a las Cruzadas que dejaron millones de muertos.
La cruzada albigense (denominación derivada de Albi, ciudad situada en el suroeste de Francia), también conocida como cruzada cátara o cruzada contra los cátaros, fue un conflicto armado que tuvo lugar entre los años 1209 y 1244, por iniciativa del papa Inocencio III con el apoyo de la dinastía de los Capetos (reyes de Francia en la época), con el fin de reducir por la fuerza el catarismo, un movimiento religioso calificado como herejía por la Iglesia católica y asenta- do desde el siglo XII en los territorios feudales del Languedoc, favoreciendo la expansión hacia el sur de las posesiones de la monarquía capetana y sus vasallos. La matanza fue total.
El término Inquisición (latín: Inquisitio Haereticae Pravitatis Sanctum Officium) hace referencia a varias instituciones dedicadas a la supresión de la herejía en el seno de la Iglesia Católica. La Inquisición medieval, de la que derivan todas las demás, fue fundada en 1184 en la zona de Languedoc (en el sur de Francia) para combatir la herejía de los cátaros o albigenses. En 1249 se implantó también en el reino de Aragón (fue la primera Inquisición estatal) y en la Edad Moderna, con la unión de Aragón con Castilla, fue extendida a ésta con el nombre de Inquisición española (1478 – 1821), bajo control directo de la monarquía hispánica, cuyo ámbito de acción se extendió después a América; la Inquisición portuguesa (1536 – 1821) y la Inquisición romana (1542 – 1965).
La conquista de América (bajo el signo de la cruz) donde vivían unos 12 millones de indios nativos, dio lugar a que más de 6 millones de ellos perdieron la vida, asesinados, por enfermedad o por trabajar en las minas. La Iglesia fue la principal beneficiaria con el oro y la plata y con la apropiación de las tierras.
En 1542 el papa Paulo III publicó la bula “Licet ab inicio” reorganizando el Santo Oficio de la Inquisición en Roma, centralizando en ella la jurisdicción sobre toda la cristiandad occidental. Se le dio poderes para ocuparse de todos los herejes y de sus protectores para perseguirlos, condenarlos y ejecutarlos. Sólo en Francia fueron quemaron miles de herejes.
Los siglos XVI y XVII no fueron muy distintos. Y hasta en los tiempos de la Guerra Civil española el espíritu y los dogmas de la Inquisición estuvieron presentes. Hay quienes sostienen, además, que lo mismo ocurrió con muchas de las dictaduras de América Latina, legitimadas por la mayoría de las jerarquías católicas. ■
Hasta en tiempos de la Guerra Civil española, el espíritu de la Inquisición estuvo presente.