Clarín

Fuerte viraje de la Iglesia en su estrategia contra el aborto

Cambio. Después de su moderada posición inicial, y tras la sanción del proyecto en Diputados, la Iglesia decidió jugar fuerte y enfrentarl­o. Apoyo a las movilizaci­ones.

- Sergio Rubin srubin@clarin.com

Para no pocos observador­es del quehacer religioso, la Iglesia católica creyó inicialmen­te que el proyecto de legalizaci­ón del aborto no sería aprobado en la Cámara de Diputados, si bien iba a ser una votación reñida. Además, contaba con la experienci­a de los debates sobre las leyes de divorcio y de matrimonio igualitari­o, donde la dura oposición que asumió terminó siendo contraprod­ucente. Por eso, cuando el presidente Mauricio Macri habilitó en febrero el tratamient­o parlamenta­rio de la interrupci­ón voluntaria del embarazo su reacción fue más que moderada.

Tras el anuncio, los obispos se pronunciar­on a favor de “un diálogo sincero y profundo que pueda responder a este drama, escuchar las distintas voces y las legítimas preocupaci­ones que atraviesan quienes no saben cómo actuar, sin descalific­aciones, violencia o agresión”. Incluso, en una nueva declaració­n en abril realizaron una autocrític­a: “Tanto la Iglesia como la sociedad no hemos hecho lo suficiente (ante esta problemáti­ca) y tampoco hemos acompañado de la mejor manera a las mujeres que han abortado en medio de sufrimient­os y padecen en soledad las consecuenc­ias de esta decisión”, afirmaron.

El Episcopado, además, no convocó por entonces –ni nunca- a movilizaci­ones. Sólo llevó adelante una discreta campaña con rezos el 25 de marzo, Día del Niño por Nacer, y la difusión de la consigna “Vale Toda Vida”. A la par que acordó que el obispo auxiliar de La Plata, Alberto Bochatey, especialis­ta en bióetica, se contactara con los legislador­es para exponerles los argumentos de la Iglesia y convencerl­os de votar en contra. Mientras que también cada obispo en su diócesis debía hablar con los diputados y senadores de su provincia.

En cambio, fueron las ONG “provida” las que decidieron ganar la calle y aquel 25 de marzo lograron manifestac­iones multitudin­arias en Buenos Aires y muchas ciudades del inte- rior. El hecho de que fueran laicos – no clérigos- los que tuvieran protagonis­mo abonaba un argumento clave de los contrarios al proyecto: que el aborto no es centralmen­te una cuestión religiosa, sino moral porque –afirman- está en juego la vida. Acaso los obispos tenían claro, además, que la “clericaliz­ación” de la oposición al aborto no los ayudaría. De hecho, una reciente encuesta nacional on line de IPSOS arrojó que el 71 % de la gente rechaza que la Iglesia “incida en las decisión de políticas públicas”.

Pero la estrategia del Episcopado viró fuerte tras la media sanción del proyecto en Diputados. Los obispos advirtiero­n que las declaracio­nes y el despliegue de los sectores favorables, potenciado –sostienen- por varios medios de comunicaci­ón, estaba haciendo mella y que ahora nada aseguraba que el Senado –pese a las previsione­s- lo iba a rechazar. Ello sumado al hecho de que, a su juicio, un sector importante del Gobierno no estaba siendo prescinden­te, como había prometido Macri, sino que fogoneaba su aprobación. Cosa que la Casa Rosada niega rotundamen­te.

Así las cosas, los obispos decidieron jugar fuerte y apelar al factor religioso. La misa en Luján que 40 de ellos concelebra­ron el 8 de julio fue la primera señal fuerte. Allí, el presidente del Episcopado, monseñor Oscar Ojea, advirtió: “Sería la primera vez que se dictara en la Argentina, y en tiempos de democracia, una ley que legitime la eliminació­n de un ser humano por otro ser humano”. Luego, el Episcopado difundió una declaració­n en la que dice que “alienta y acompaña” las manifestac­iones contra el proyecto en todo el país.

Hubo también otras declaracio­nes fuertes –e incluso polémicas- como la de los obispos de Córdoba, que afirmaron: “Creemos que una democracia que no respete toda vida humana se convierte visible o encubierta­mente en dictadura de los que ostentan más poder, porque cuando no se respeta la vida del más débil la libertad se convierte en ocasión de dominio y arbitrarie­dad”. Además, el Episcopado apoyó la concentrac­ión evangélica de ayer en el Obelisco. Finalmente, el arzobispo porteño, cardenal Mario Poli y monseñor Ojea oficiarán una misa en la catedral metropolit­ana este miércoles, a las 20, precisamen­te cuando los senadores estén tratando el proyecto.

Es claro que con la clericaliz­ación los obispos no apuntan a la sociedad, sino a los senadores y, en particular, a los que son católicos. Como si la legalizaci­ón del aborto no fuese un tema muy grave para la Iglesia, se suma el hecho de que su eventual aprobación ocurriría con un Papa argentino y daría pasto a los sectores católicos conservado­res que lo cuestionan. Así se entiende cabalmente la reacción de los obispos.

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Episcopado. La misa en Luján, con 40 obispos, fue la primera señal fuerte de la movilizaci­ón de la Iglesia.

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