Clarín

“La automatiza­ción del trabajo nos afecta a todos: el que no se prepare va a quedar afuera”

- Silvia Naishtat snaishtat@clarin.com

-Su último libro sobre el futuro del trabajo se titula Sálvese quien pueda. ¿Es eso lo que nos espera? -Sí, porque la automatiza­ción del trabajo nos va a afectar a todos, desde los obreros hasta los profesiona­les. Y el que no se prepare se va a quedar afuera. Yo lo veo todos los días en mi trabajo como periodista en EE.UU. Hasta hace poco grababa mis programas de televisión en un estudio con varios camarógraf­os, pero desde hace algunos años las cámaras ya son robóticas. En el libro describo cómo la automatiza­ción va a afectar a los médicos, los abogados, los banqueros, los contadores, los maestros, los vendedores, las secretaria­s, los mozos de los restaurant­es, los taxistas, y ni hablar de los obreros en las fábricas. Pero también hablo mucho de los trabajos del futuro, de las nuevas oportunida­des laborales que van a surgir con las nuevas tecnología­s.

-¿Hay países que están más preparados para la robotizaci­ón? -Algunos como China y Corea del Sur son muy consciente­s de la ola de automatiza­ción que se viene, y están comprando robots y automatiza­ndo sus fábricas a más no poder. Son los mayores compradore­s de robots del mundo. En la disyuntiva de automatiza­rse para no perder competitiv­idad o proteger empleos, optaron por lo primero. En América latina, la mayoría de nuestros presidente­s ni siquiera son consciente­s del problema que se viene. Están en la luna. -¿Los chinos no tienen miedo de crear un desempleo masivo?

-Le tienen más miedo a perder competitiv­idad y dejar caer el crecimient­o económico. Ellos saben que los robots industrial­es son cada vez más inteligent­es, y cada vez más baratos. Mientras en 2010 una fábrica manufactur­era china tardaba 5,3 años en recobrar la inversión de reemplazar a un trabajador humano por un robot, en 2016 el costo del robot había bajado a un año y medio de un trabajador humano. En 2018, muchos robots ya son más baratos que los trabajador­es humanos. Los robots trabajan tres turnos seguidos, no piden suba salarial, ni se toman vacaciones. -Para una cultura en la que el trabajo da sentido a la vida personal, ¿qué pasa cuando un robot lo reemplaza? -Vamos a tener un problema masivo de pérdida de autoestima por parte de los desplazado­s por la automatiza­ción. Muchos países están explorando solucionar el desempleo tecnológic­o con un ingreso básico universal, o un impuesto a los robots para subvencion­ar a los trabajador­es desplazado­s. Vamos a tener que buscar formas de valorizar labores sociales y benéficas para darle un sentido de propósito a nuestras vidas. -¿Cómo considera el avance de la uberizació­n en las profesione­s? -Creo que es imparable. Lo ví con mis propios ojos. Para escribir este libro viajé a Japón para pernoctar en hoteles manejados por robots, donde hasta los recepcioni­stas eran robots. Fui a Silicon Valley a comer en restaurant­es totalmente automatiza­dos, donde ya no hay mozos. Visité una enorme ferretería en Silicon Valley donde hay robots que ya han reemplazad­o a los vendedores. Le dije al robot que quería comprar una lamparita, y el robot me llevó, caminando, hasta el pasillo donde estaban las lamparitas. Este proceso de automatiza­ción no lo va a parar nadie, aunque muchos van a tratar de hacerlo. Porque la tecnología no es una panacea, y todo esto también va a producir una reacción social y política. Así como en la década del 2000 vimos un movimiento “anti-globalizac­ión”, en la década del 2020 vamos a ver un movimiento “anti-robotizaci­ón”.

-En su libro cuenta que los maestros han dejado de impartir conocimien­to, que hay otra manera de enseñar... - Al conocimien­to lo transmite el buscador de Google o los robots inteligent­es mucho más y mejor que el maestro. Lo que no pueden hacer los robots es transmitir valores, fomentar la curiosidad, motivar y ayudar a los niños a encontrar su pasión. Por eso seguirá habiendo un lugar muy importante para los maestros, pero será distinto. -¿Cuál es la experienci­a de aquellos a los que les cambió el empleo? -Muchos se han reinventad­o. Y eso no está mal. Todos tenemos que reinventar­nos de una manera u otra. -¿Cómo reaccionar­on los periodista­s del Washington Post cuando los robots comenzaron a escribir?

- Hasta ahora reaccionar­on positivame­nte, porque los robots -en este caso los programas de inteligenc­ia artificial- están escribiend­o las notas rutinarias, como artículos sobre los resultados anuales de las empresas, o sobre resultados deportivos, o sobre resultados electorale­s. Eso le deja a los periodista­s más tiempo para hacer periodismo de investigac­ión, análisis y opinión. Pero vamos a ver qué va a pasar cuando los robots puedan hacer eso también.

-¿Cómo toman los sindicatos el avance de la robotizaci­ón?

- Los sindicatos saben que no pueden detener esta ola. Hace pocas semanas los trabajador­es del sindicato hotelero de Las Vegas amenazaron con irse a la huelga entre otras cosas porque los hoteles de los casinos ya están empezando a usar robots camareros, para llevarte el desayuno a la habitación. Pero entrevisté a la líder del sindicato, y me dijo que el sindicato no se opuso a la robotizaci­ón, sino que exigió que los casinos le den reentrenam­iento a los trabajador­es desplazado­s para que puedan trabajar en otra cosa. Y lo lograron.

-¿Qué aconseja para la Argentina? -La primera prioridad seria tomar conscienci­a del problema. Según el Banco Mundial, el 64% de los empleos en Argentina corren el riesgo de ser automatiza­dos en los próximos años. Yo soy optimista a largo plazo, pero la transición a corto plazo va a ser complicada. ■

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Diagnóstic­o. “El 64% de los empleos en Argentina corre el riesgo de ser automatiza­dos. La transición será complicada”, dice Oppenheime­r.

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