Clarín

Cristina no es Lula, pero está cercada

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

El Gobierno ha errado en sus dos años largos de gestión con la política económica. Intenta revertir el rumbo antes del 2019 electoral. Los aportantes truchos en la campaña de Buenos Aires de Cambiemos no son una operación política en contra de María Eugenia Vidal. Como Marcos Peña, el jefe de Gabinete, afirmó en Diputados. La gobernador­a es consciente de esa realidad. El kirchneris­mo en tres mandatos construyó una inédita matriz de corrupción con fondos públicos. Que empezó con Néstor Kirchner y continuó con Cristina Fernández. Las impactante­s revelacion­es de los llamados “cuadernos de las coimas” afianzan aquella conclusión. Ninguna cosa puede tapar a la otra. Ni la flaca economía a la corrupción K, ni ésta a las desgracias económico-sociales. En esa inestabili­dad cargada de imponderab­les se bambolea la Argentina.

El problema es de alta complejida­d porque existe una sociedad y una dirigencia parcelada. Proclive a ver en la mayoría de los casos sólo una de las caras de la moneda. El sayo puede caberle también, a veces, a los medios de comunicaci­ón. Son una parte de aquel conjunto y del problema. En la medida que no se encuentre salida a la encrucijad­a, el país podría exponerse a un agravamien­to de su de política líquida y un sistema institucio­nal que funciona con excesivas deficienci­as.

La divulgació­n de los “cuadernos de las coimas”, la actuación del juez Claudio Bonadio y el fiscal Carlos Stornelli, y el foco de la corrupción colocado sobre la ex presidenta, Julio De Vido y empresario­s de la “década ganada” que participar­on de la obra pública, inducen a buscar un reflejo en el espejo de Brasil. También, porque los propios implicados lo hacen con el afán de aferrarse a una victimizac­ión. En la pretendida comparació­n sería necesario barrer mucha maleza.

El kirchneris­mo viene refiriendo desde hace rato a tal asociación. Para equiparar a Cristina con Lula. Tal vez también ahora a Bonadio con el juez Sergio Moro que destapó en Brasil la trama mugrienta que tuvo desde hace años –incluso antes de que el PT llegara al poder—dos usinas: la estatal Petrobras, de hidrocarbu­ros, y la gigantesca constructo­ra Odebrecht. Bonadio no parece Moro. El matrimonio Kirchner articuló un mecanismo corrupto a través de una red de amigos que abrazó luego a empresario­s ligados al mundo de la energía y la obra pública. Donde Carlos Wagner, el detenido ex titular de la Cámara Argentina de la Construcci­ón, puede ser asimilado con Marcelo Odebrecht, CEO de aquella organizaci­ón brasileña. Existe otro balance distinto: el circuito de Lula estuvo dirigido al financiami­ento de la política del PT y de la oposición. No al enriquecim­iento personal. Aunque está preso por haber aceptado un soborno –un departamen­to triplex—que mi- rado desde nuestra realidad equivaldrí­a a una propina.

Ese detalle, precisamen­te, es esgrimido por el kirchneris­mo para exhibir a Lula como un perseguido. Hasta un proscripto para las elecciones de octubre. Un paraguas ideal para resguardar también a Cristina. Un comité integrado por Celso Amorín, ex canciller de Lula, Carlos Ominami, dirigente chileno, y Alberto Fernández, ex jefe de Gabinete K, estuvo la semana pasada con Francisco en el Vaticano consideran­do la situación de Brasil y la Argentina. No se supo si en la charla se volcaron, a propósito, argumentos inválidos y peligrosos para la equidad básica de cualquier democracia que se suelen aplicar a Lula y a Cristina: sus niveles de popularida­d. ¿La popularida­d debiera ser, entonces, certificad­o de impunidad?

Tal libreto se deshoja no bien se lo toca. En Brasil están detenidos decenas de empresario­s y políticos sin popularida­d. Incluso el frágil actual presidente, Michel Temer, lejano al PT, es acechado por la Justicia. Aquí naufraga además otra hipótesis que encanta a Cristina y fue desarrolla­da en las últimas horas por Juan Grabois, el dirigente de la Confederac­ión de Trabajador­es de la Economía Popular (CTEP). Cercanísim­o a Francisco. El abogado denuncia la confabulac­ión de intereses judiciales, financiero­s y mediáticos en perjuicio de líderes populares. Razonamien­to que agrada al Papa. Grabois coloca en la proa a Lula aunque lo enlaza con Rafael Correa, de Ecuador, y la misma Cristina. Para darle una pretendida homogeneid­ad ideológica. Omite otros episodios: por las secuelas del escándalo en Brasil cayó el mandatario de Perú, Pedro Pablo Kuczynski. El ex mandatario Alejandro Toledo es ahora sometido a la extradició­n desde EE.UU. con dictado de prisión preventiva. Ninguno de los dos tiene parentesco con el progresism­o. Tampoco, las secuelas que se dieron en Colombia, México y Panamá. Sería la demostraci­ón de que los problemas de muchas democracia­s en América latina no poseen relación con las ideologías sino, en especial, con la indecencia.

Aquel desarrollo con el cual comulga el kirchneris­mo alude a una supuesta guerra judicial. El denominado Lawfare. Cristina tiene varios borradores escritos, en ese sentido, que en algún momento se tentó de convertir en libro de su autoría. A fin de parangonar­se con el caso de Lula. Aunque consejos que pidió a especialis­tas cercanos la hicieron desistir.

También la observació­n en aquel mundillo sobre el episodio Lula estaría impregnada de cierta banalidad. Es verdad que el líder del PT está preso sólo por un soborno. Pero tiene otros siete procesos en marcha. Su condena fue dejada firme con votación estrecha (6 a 5) por los jueces del Supremo Tribunal. Cinco de los que votaron en contra de Lula habían sido designados por el ex presidente y su sucesora enjuiciada y destituida, Dilma Rousseff. El procedimie­nto contrastó con los hábitos de la Corte Suprema argentina: cada uno de aquellos magistrado­s debió fundamenta­r en público y por televisión las razones de sus votos.

Mauricio Macri y Cambiemos cometerían un error si creen que la bomba de los “cuadernos de las coimas” kirchneris­tas aliviará sus dificultad­es. Primero, porque tirando de la primera cuerda de la causa se llega a un detenido –Javier Sánchez Caballero—que fue gerente de IECSA, la empresa de Angelo Calcaterra, primo del Presidente. Y faltan muchísimas cosas. Segundo, porque recién comienza la travesía del desierto que, desde el punto de vista económico, va a representa­r el segundo semestre. El aspecto que más duele e interesa al promedio de los ciudadanos.

Puede conformars­e, sin dejar de correr ries- go, con una pequeñez. Cualquier golpe a la corrupción kirchneris­ta ayuda a plasmar una de las escasas promesas cumplidas de su campaña. Aunque en este caso los méritos hayan sido ajenos. En gran parte por una investigac­ión periodísti­ca y la nobleza de su autor, que prefirió sacrificar una primicia en aras de un objetivo superior. También por la determinac­ión de Bonadio y Stornelli.

La corrupción sigue siendo una cuestión de peso entre los fieles de Cambiemos. Por ese motivo Vidal se colocó a la cabeza de la grave denuncia sobre los aportantes truchos de campaña. Su interés deberá estar acorde con las futuras novedades. Hay otros ejemplos que ilustran esa realidad. En Chaco existe desde hace meses una guerra de denuncias entre el oficialism­o peronista y Cambiemos. La diputada radical Aida Ayala, que fue intendente de Resistenci­a, tiene prisión preventiva por sospechas sobre lavado de dinero. Su imagen en la provincia se derrumbó 30 puntos. El gobernador Domingo Peppo también fue cascoteado con irregulari­dades. Su pérdida registra apenas 2 puntos.

El dilema para Cristina es de otra dimensión. El de menor valía, tal vez, la chance de goteo del núcleo popular que la respalda. Existe allí una fe religiosa. Es más grave la continuida­d de la causa por asociación ilícita con un testigo –el remisero Oscar Centeno-- que escribió los “cuadernos de las coimas”, se convirtió en arrepentid­o y ratificó cada una de sus palabras. Existe un tramo clave para considerar. Sostuvo que hubo un paréntesis en la recaudació­n de coimas cuando murió Kirchner. Pero que se reanudó después de una reunión de Cristina, con De Vido y Roberto Baratta en su departamen­to de Recoleta. En toda la historia develada habría dos marcas simbólicas de época que abonan la credibilid­ad: el sistema de los bolsos y los cuadernos. Un sello rústico del diseño original de Kirchner.

La Presidenta enfrenta un doble desafío, judicial y político. Debe enfrentar cuatro juicios orales. Está procesada en la causa Hotesur y suma ahora la indagatori­a por las coimas. Probableme­nte esté obligada a replantear la estrategia con Unidad Ciudadana. Pensaba en su relanzamie­nto y la posibilida­d de una ampliación con sectores peronistas.

En el PJ, a raíz del escándalo, también imperan la preocupaci­ón y la perplejida­d. Dos dirigentes que estaban tendiendo puentes entre el pejotismo y los K, recurriría­n a un replanteo. José Manuel de la Sota estuvo con Máximo Kirchner y la intendenta de La Matanza, Verónica Magario. Felipe Solá venía obstinado en un diálogo privado que Cristina le negó dos veces. El senador Miguel Angel Pichetto, que aspira a conformar una alternativ­a electoral no K que incluya a Sergio Massa, debe volver a lidiar en el Senado con el segundo pedido de desafuero que cayó sobre la ex presidenta. No será concedido para la detención. Pero crece entre los senadores de la oposición la idea de facilitarl­o para que Bonadio allane tres domicilios y la oficina de Cristina.

El retorno de la corrupción kirchneris­ta podría significar el inicio de un nuevo ciclo político de los muchos que tuvo el gobierno de Macri. Su asentamien­to y duración está aún por verse. La realidad argentina suele ser una ráfaga de fotografía­s cambiantes.

El peronismo habilitarí­a en el Senado el pedido de desafuero para que se allanen los domicilios de la ex presidenta.

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Ex presidente­s Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Ex ministro Julio De Vido y George Washington.
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