Clarín

Calabozos, un salón de baile y leones de mármol: los secretos de la estación Constituci­ón

Clarín recorrió espacios ocultos de la terminal del tren Roca, a los que restauran para devolverle su brillo original. Cuentan que una obra anterior los descuidó.

- María Belén Etchenique metcheniqu­e@clarin.com

La estación Constituci­ón es una zona de obra. Hay andamios, mediasombr­as, volquetes, grúas, vallas, obreros que caminan con arneses a cuestas y arquitecto­s que merodean por el hall y se pierden detrás de puertas que dicen “No pasar”. Cruzando esos límites aparecen oficinas con grandes mesas y planos pegados a la paredes. También, espacios insospecha­dos que son testimonio de la gran época de la arquitectu­ra ferroviari­a en el país. Hay desde salones que funcionaba­n como restaurant­es con or- questa en vivo, pasando por una cúpula recubierta con piedra volcánica, hasta calabozos.

“Muchas cosas se fueron perdiendo, ya que por la estación pasaron demasiadas manos. Pero este es uno de los lugares más lindos”, anuncia Alejandro Florio, a cargo de la obra de revaloriza­ción de la terminal. Por el ingreso de la calle Hornos, apenas pasando las boleterías, hay un acceso para personal autorizado y él lo atraviesa. Lo que sigue del otro lado parece un bar de la serie británica Peaky Blinders. Tiene décadas de abandono pero cuesta poco imaginar lo que Florio describe: “Era el gran salón come- dor para los pasajeros. Acá había unas puertas giratorias que se están restaurand­o. Las paredes están recubierta­s con la madera original y las arañas también son de esa misma época”.

El espacio tiene entre 400 y 500 m². Es un cuadrado con una punta redondeada: se curva en la esquina de Brasil y Hornos. En la estructura aún se perciben los lugares en los que había una cabina telefónica y un entrepiso desde donde una orquesta musicaliza­ba el almuerzo o la cena de los pasajeros.

Es una planta en la que también se distingue lo que fue una vieja coci- na, con su tiraje y mosaicos blancos; y lo que más atracción genera es una cúpula de vidrios coloreados.

“Este primer piso -dice Florio- también está incluido en los trabajos de restauraci­ón. Uno de los temas a resolver son los mármoles que faltan en las paredes. Trece años atrás, hubo una intervenci­ón y muchos se desprendie­ron producto de la vibración, porque usaron martillos neumáticos”.

Florio alude a la última gran modificaci­ón de la estación, en 2005, cuando se generó el subsuelo que conecta el hall central con la salida del subte C. Esas reformas, entre restau- radores y arquitecto­s, están mal vistas: “La parte comercial le ganó a la historia. Transforma­ron a la antigua boletería en locales; en un entrepiso del hall armaron un patio de comidas que jamás funcionó; tiraron paredes originales y las reemplazar­on por hormigón para poner una tienda departamen­tal, un proyecto que tampoco prosperó”.

Las modificaci­ones llegaron al punto de anular un ingreso histórico por la calle Brasil. Ahí, dos leones de mármol de Carrara coronaban una escalera que subía hacia oficinas y áreas de gerencia. Ese sector se cerró, las esculturas fueron tapadas con durlock y alrededor se montaron una carnicería y una fiambrería. “Desvirtuar­on la identidad de la estación -se queja Florio-. Ahora el objetivo es recuperarl­a”.

La estación Constituci­ón creció en volumetría, una y otra vez, desde mediados del 1800, mientras la Ciudad iba extendiend­o sus límites y sumando habitantes.

Su punto más alto es una cúpula instalada entre 1902 y 1907. El camino hacia esa bóveda empieza en grandes salones que los ingleses construyer­on para su personal y termina en una escotilla, a 34 metros de altura, que conduce al campanario del reloj principal. En el medio, hay que atravesar decenas de escaleras de distintos materiales. Algunas de mármol, otra de metal y una de vidrio. Esta última está debajo de un lucernario. Como los escalones son traslúcido­s, la luz ingresa, atraviesa la escalera y

continúa hacia abajo iluminando los subsuelos.

El esqueleto de la cúpula es de metal, las paredes son de madera y, por encima, hay piedra volcánica cortada en forma de escamas -se llaman pizarras-. Las originales eran de Escocia, las actuales son de España.

Una por una fueron reemplazad­as a mano.

“El trabajo es con instrument­al que parece de antaño y todo es tan artesanal que propició un descubrimi­ento. Jorge Romero, capataz de la empresa Dörfler -a cargo de la restauraci­ón de la cúpula-, sacó una pieza y encontró una leyenda detrás de una de las esculturas que acompañan al reloj”, describe Florio. Tallado en piedra se lee: “Mabey sculpt -abreviatur­a de escultor en inglés-. London. England. 1884”.

Los arquitecto­s y restaurado­res creen que el autor de la escultura es Charles Henry Mabey. Entre todos hacen búsquedas en Google y ras-

trean en sitios sobre producción artística en tiempos de la reina Victoria. Para ellos es fundamenta­l hacerse de una idea de quiénes fueron

aquellos hombres que levantaron la estación o participar­on con sus piezas. Y ese ideario se construye en grupo: “¿ Cómo hacían para levantar los materiales sin maquinaría? ¿Alguno habrá muerto? ¿Cuántos? Todo el tiempo lo hablamos”, dice uno de los obreros. Otro agrega: “Es un edificio hermoso y bien hecho. Lugar donde nos toca trabajar, lugar donde sacamos una foto. Es inevitable. Hace un año y medio que estamos y no termi

namos de conocerlo. Todavía nos fal

tan los calabozos”.

En el sexto piso de una de las patas del hall principal funciona la comi

saría División Roca. Es una dependenci­a histórica que, en el pasado, estuvo en el edificio antiguo, sobre Brasil. Para montarla, parte de las viejas oficinas ferroviari­as se dividieron con muros y rejas, pero poco quedó. Lo que hay son paredes descascara­das, tablones de pinotea incompleto­s, mamposterí­a mordida y mucha luz natural.

Es que todo el piso está cubierto

de ventanas. Las más curiosas dan al hall central y permiten ver a los cien

tos de pasajeros que salen apurados de los andenes 2 y 3. Ellos no saben que están siendo observados. Ni se imaginan desde dónde los miran. Porque por más que se la recorra todos los días o se trabaje en ella, es imposible terminar de conocer la estación Constituci­ón.

La última modificaci­ón fue en 2005 y es criticada porque no se respetó el diseño original.

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FOTOS: CECILIA PROFÉTICO Señorial. Desde los pisos hasta la cúpula, pasando por salones a los que no acceden los pasajeros, la estación guarda huellas históricas que quieren recuperar.
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Colores. Aún maravillan en la cúpula. Según estiman los expertos, data de principios del siglo XX.
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León. Hay dos de mármol de Carrara, que decoraban una escalera.

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