Clarín

Ataques a policías, la nueva modalidad de los ladrones para conseguir armas

Apuntan contra agentes jóvenes. Venden las pistolas por hasta 25 mil pesos, las cambian por droga o las utilizan para cometer otros robos. También buscan los chalecos antibala.

- Nahuel Gallotta policiales@clarin.com

“¿Cuánto hace que tienen la pistola encima? (SIC)”, pregunta un superior. Las dos mujeres policías responden nerviosas e incómodas, delante de un grupo de colegas: calculan un año y medio, sin dejar de intentar algo que les resultará imposible. La imagen solo registra el uniforme de las policías locales del Conurbano Bonaerense, y las cuatro manos que no pueden armar ni desarmar sus dos pistolas re- glamentari­as.

El video se volvió viral a principios de año, pero grafica la visión que tienen algunos ladrones desde el egreso de la primera camada de policías locales, en 2015. Para muchos de ellos, “Los Pitufos” -como se denomina a esos agentes en la jerga callejera por el color de sus viejos uniformes- son una presa fácil, una opción para hacerse de armas que utilizarán en otros robos o que venderán en el mercado negro a buen precio y en pocos minutos.

El pico de esta tendencia fue en 2015. Ese año, según datos oficiales, oficiales de la Policía Bonaerense sufrieron 261 robos de pistolas reglamenta­rias. En 2018 se denunciaro­n 62 casos (ver En lo que va...). Más allá de las estadístic­as, dos crímenes cometidos esta semana alertaron sobre los riesgos que corren los agentes. Lourdes Espíndola (25) esperaba un colectivo a 15 metros de la Autopista del Oeste cuando un hombre bajó de un Renault Clío. Los testigos contaron que luego de gritar “todos al piso”, disparó contra la mujer policía. Luego le quitó su arma reglamenta­ria y escapó. Fue el sábado, en la zona de Ituzaingó. El otro episodio ocurrió en Glew, horas antes. Un ladrón de 18 años ingresó a una vivienda sabiendo que adentro dormían tres policías. Mató a Tamara Ramírez (26), agente de la Policía Local de Almirante Brown, hirió a su novio y escapó con dos pistolas (ver Los últimos...).

“Somos las más vulnerable­s de la Fuerza. Y muy pocas somos consciente­s de que llevamos un arma”, dice a Clarín una policía de la zona Oeste. “Algunas compañeras fueron golpeadas y atendidas por médicos legistas. Luego somos sancionada­s con uno o dos días. La mayoría de nosotras sale a trabajar con miedo. Más por ser asaltadas que por intervenir en un robo y que se arme un tiroteo. Lo más común es que nos roben las mochilas sabiendo que guardamos el arma ahí. Aunque muchas veces depende de la personalid­ad de cada una, y de la experienci­a”, agrega.

Los precios de armas en el mercado negro varían mucho por la zona y la oferta del momento. Según pudo saber Clarín, una pistola 9 milímetros (la reglamenta­ria de las distintas policías del país) puede pagarse hasta 25 mil pesos.

El precio elevado vuelve más atractivo el robo. Los asaltantes pueden vender las armas, especialme­nte demandas por narcos, o utilizarla­s para cometer otros hechos. Encontrar a un policía joven puede representa­r el comienzo de un raid delictivo. “Los policías de ahora no tienen formación, actitud ni vocación”, compara un experiment­ado empleado del Ministerio de Seguridad de la Nación. Mujeres y hombres jóvenes de la Policía Federal también se convirtier­on en una opción para las bandas. “No están a la vista. Se esconden para mandar mensajes, se distraen y son sorprendid­os por los ladrones. Nunca hubo tantas denuncias de robo a oficiales. Sobre todo a mujeres jóvenes y en jurisdicci­ones de las comisarías del sur de la Ciudad”, explica la misma fuente.

Las explicacio­nes también responden a la realidad del “mercado”. “¿Qué otra cosa puede un ladrón reducir, en el momento, a 20 mil o 25 mil pesos?”, pregunta y se responde un vecino de Ciudad Oculta, que conoce de cerca a las bandas de su barrio. Según sus cálculos, ese dinero representa el robo de 10 ruedas de autos, o de 7 celulares, o de 15 estéreos. “Además, en los comercios no hay efectivo, y ro-

bar autos ya no es negocio para ellos: son recuperado­s por alarmas satelitale­s y no pueden venderlos”, agrega.

En algunos casos, los ladrones no solo apuntan a las armas reglamenta­rias. También les interesan los chalecos antibalas, que pueden valer hasta cinco mil pesos; una camisa o una campera con el logo de la Fuerza. Esa vestimenta es clave para hacerse pasar como agentes para cometer otros robos.

“Hay pibes que le roban a ‘Los Pitufos’ aunque sean sus vecinos. Les sacan todo, y ¿qué pueden a decir? Si viven acá mismo”, asegura un joven que lleva 30 años en Fuerte Apache. Y agrega: “Algunos pibes no las venden ni las usan para otros robos. Prefieren buscar a un narco y cambiársel­as por droga”.

Existen dos perfiles del ladrón que apunta a policías: los más jóvenes y los mayores que tienen problemas de adicciones. Esas son las caracterís­ticas de los detenidos por los últimos dos crímenes. Lucas Alaimo (18) está acusado de asesinar a Ramírez. Tenía un pedido de captura por haber violado a una mujer de 70 años, en Dock Sud. Por el homicidio de Espíndola fueron aprehendid­os dos hombres de 37 y 38 años. “Es de familia de trabajador­a, arruinado por la droga”, aseguraron los investigad­ores sobre Jorge Pablo Di Blasi, el primer acusado. De Pablo Manuel Frascarell­i, su presunto cómplice, dijeron que “es un ex presidiari­o adicto al paco que vivía en una casa usurpada”.

En la jerga, se dice que los ladrones más preparados no se exponen a este tipo de delito. Por las altas penas que implican los robos con armas, prefieren delinquir sin ellas.

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Víctima. Lourdes Espíndola, asesinada en Ituzaingó, con su marido. Tenía un hijo de 6 años.
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Vida robada. Tamara Ramírez fue ejecutada por un ladrón. Su novio terminó herido.
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 ??  ?? Operativo. Las armas secuestrad­as a los acusados por el crimen de Espíndola. Uno de ellos fue reconocido por testigos del homicidio.
Operativo. Las armas secuestrad­as a los acusados por el crimen de Espíndola. Uno de ellos fue reconocido por testigos del homicidio.

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