Clarín

Basta de “la moda del running”

- Pablo Vaca

Lo leemos y escuchamos una y otra vez: cada tanto los medios descubren (descubrimo­s) que en la Argentina la gente sale a correr masivament­e y publican (publicamos) notas que hablan de “la moda del running”. Pues bien, es hora de decir basta. Dejemos de hablar de moda. Más allá de lo ganchera que resulta esa palabra para titular, el running como fenómeno popular lleva una década dando vueltas. Los números lo certifican.

El Medio Maratón porteño, uno de las 10 más convocante­s del mundo (y cuya próxima edición se realiza el domingo que viene), ya en 2009 tenía más de 10.000 inscriptos. Que ahora, en 2018, por tercer año consecutiv­o, haya 20.000 personas dispuestas a correr 21 kilómetros lo más rápido posible, habla de una práctica instalada y no un deporte pasajero, como sí fue en su momento el pádel.

La cantidad y variedad de carreras que aparecen a lo largo del almanaque desde hace años también documentan que estamos más frente a un hábito que a un pasatiempo fugaz. Hay competenci­as de 42K en Buenos Aires, Rosario, Mar del Plata, La Pampa, Mendoza, Córdoba y eso por nombrar sólo las principale­s. Las carreras de 21 llegan al medio centenar en todo el país. A eso deben sumarse las de 10K. Y las de 5. Cada una de ellas con múltiples y en algún caso longevos auspiciant­es, que apuestan a ser parte de la movida más allá de las cíclicas crisis económicas.

No olvidemos las de aventura, que se corren a campo (o montaña) traviesa, donde también hay para todos los gustos.

Para más pruebas alcanza con recorrer la evolución del Maratón de Buenos Aires. Arrancó su etapa moderna en 1984 y rondaba en esa época entre los 300 y los 500 participan­tes. A fines de los 90, los osados llegaban a “sólo” 1.500. Fue tras aquellos años que el running, efectivame­nte, se puso de moda.

Luego del parate que implicó la crisis de 2001, la cantidad de inscriptos en los 42K locales fue creciendo hasta alcanzar los 6.000 en 2008. Poco a poco, llegó a 10.000, cifra que lo convierte en el maratón más grande de Latinoamér­ica y que se repetirá a las 7.30 de este 23 de septiembre, cuando la gran competen- cia anual largue, como es tradición (antónimo de moda), en Monroe y Figueroa Alcorta.

No hace falta un análisis demasiado sesudo para explicar el fenómeno. No hay deporte más sencillo que correr. Casi no hay humano que no sepa hacerlo. Se puede practicar en grupo o en solitario, en casi cualquier lado y haga frío o calor. Es sano. Y barato.

Además, al competir permite una rareza que otras actividade­s no: tenga uno el nivel que tenga, correrá al mismo tiempo y en la misma “cancha” que los mejores del mundo.

Por ejemplo, el domingo próximo, entre los 20.000 que largarán estarán el keniata Bedan Karoki, número 1 del ranking en la especialid­ad, y el etíope Mosinet Geremew, la mejor marca de este año en maratón con 2h04m00s. Que los otros 19.998 corredores con suerte les vean la espalda en la partida y nunca más (esos monstruos corren los 21 kilómetros a una velocidad constante que ningún mortal promedio alcanza siquiera en un pique de 100 metros), no quita la sensación de que uno de alguna manera es parte de lo mismo.

Nunca, en cambio, estaremos en el court central de Wimbledon con Federer ni en Monza con Hamilton ni en el Camp Nou con Messi o en el Staples Center con Lebron.

Siempre estará el que sostiene que “correr es aburrido”. Y el taxista protestón por los cortes de calle dispuestos para una carrera. Pero ya nadie se sorprende de que los domingos de sol, como ayer, o los feriados amables, como promete serlo hoy, en Palermo haya mucha más gente corriendo que jugando al fútbol. ■

¿Por qué tanta gente corre? Es fácil. Es sano. Y es barato.

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