Independiente buscó pero no pudo sacar ventaja
Empató 0 a 0 con Santos, por los octavos de la Copa. Define en Brasil.
Al menos por ahora el sueño es demasiado ambicioso y la realidad, más cautelosa.
Se sabe como son las noches de Copa en el Libertadores de América, ese estadio donde el nombre y el deseo comparten identificación. Pero la caldera no logro encender al equipo ni asustar al visitante. La culpa no la tiene el hincha, que se entienda. El “vamos por la octava” suena como grito de guerra, exagerado en el espejo del equipo. Porque este Independiente, campeón de la Sudamericana y que luce también con orgullo la flamante Suruga Bank todavía no es el mismo del Maracaná.
Mereció ganar, es cierto, por insistencia, más que por juego.
La idea sí, permanece. Pero la máquina (leáse como sustantivo, no como adjetivo) esta en pleno ajuste, en alineación y balanceo. Hay piezas nuevas (cuatro en esta noche ante el Santos) y algunas de repuesto (Brítez y Braian Romero, por ejemplo) que no eran alternativas fuertes en el mejor equipo de Holan.
Así las cosas, el Rojo no pudo ma- nejar el partido. Pero no por razones de ansiedad o de presion de la gente; simplemente le faltó fútbol. Le faltó Martín Benítez, un dato clave. Porque el misionero es el real conductor, aunque no se trate de un enganche clásico. Conduce desde la gambeta hacia adelante y desde tener la pelota más que ninguno.
Meza, en cambio, aporta rafagas, casi siempre decisivas, pero no continuidad. Y a Independiente le faltó cir- culación, sociedades, triangulaciones. La zurda de Pablo Hernández ilusiona pero por ahora no concreta. La picardía de Cerutti amaga con encender, pero no parece estar al máximo para llegar al fondo.
El 4-1-4-1 que utilizo Holan pareció buscar que el Silva chileno disimulara la improvisación de la inédita zaga central (Brítez-Burdisso) para que los cuatro de juego (Cerutti, Hernández, Meza y Romero) pudieran soltarse sin reservas.
No salió. Ni Meza ni Hernández encontraron el carnet de conductor durante los 90. La pelota no le llegó casi nunca a Gigliotti (la que tuvo en el segundo tiempo la envió de zurda muy por arriba) y pocas veces merodeó el área de Santos por abajo. Por arriba, en cambio, generó algo más de inquietud y allí Burdisso aporta una variante que antes no tenía.
El sueño grande (la octava) suena muy ambicioso por ahora. El más pequeño, pasar al Santos, merece al menos la ilusión. Indpendiente ha crecido jugando de visitante, ¿Por qué no confiar que pueda repetir entonces? Se trata de Independiente, el Rey de Copas. De este Independiente que se anima a volver a ser el de sus días felices. Incluso, a veces, a pesar de sus dificultades, de sus problemas. La semana que viene, en Vila Belmiro, tendrá la chance de volver a demostrarlo. Y no es poco. ■