Un ex nuncio en EE.UU. acusa a Francisco de encubrir a un pedófilo
Es el conservador Carlo Viganò. Dice que protegió a un cardenal. El Papa no quiso hablar del caso.
La carta de 11 páginas fue publicada el sábado en un puñado de medios ultraconservadores de EE.UU. Pero se conoció ayer, en un delicado momento para el pontificado de Francisco, golpeado por los escándalos de pedofilia y cuando las víctimas le exigen que sea más duro con los abusadores. El ex embajador de la Santa Sede en Washington entre 2011 y 2016, Carlo María Viganò, acusó al pontífice argentino de “cubrir” y silenciar los abusos del cardenal estadounidense Theodor McCarrick y le pide que “dimita”. Anoche, en el avión que lo llevaba de regreso al Vaticano, el Papa declinó comentar el caso ( Ver pág. 24).
En su texto, Viganò asegura haber informado a Francisco, apenas iniciado su papado, que el cardenal había sido acusado ya por acoso sexual a un adolescente y que Benedicto XVI le había impuesto una serie de sanciones que restringían sus poderes. Presuntamente, la respuesta de Bergoglio nunca llegó hasta este verano, cuando el caso salió a la luz. Pero lo cierto es que el Papa hizo algo duro e inusual en la Santa Se- de: le retiró a McCarrick su condición de cardenal y lo aisló.
Viganò es un controvertido y ultraconservador arzobispo que ocupó altos cargos en el Vaticano y que ya estuvo en las entretelas del llamado caso Vatileaks, que obligó a la renuncia de Benedicto XVI. En rigor, Viganó dispara a todos lados e involucra a las máximas autoridades de la curia en los últimos 20 años. Su larga misiva está llena de dardos envenenados al círculo más cercano de Francisco, de quienes dice que “pertenecen a la corriente filohomosexual favorable a subvertir la doctrina católica respecto de la homosexualidad, corriente que ya fue denunciada por Benedicto”. En su carta, también la emprende contra el anterior secretario de Estado, Tarcisio Bertone, responsable de su traslado forzoso a Washington, contra su sucesor, Pietro Parolin, y contra un reguero de cardenales, obispos y responsables de las congregaciones que, supuestamente, supieron durante de años del comportamiento de McCarrick y lo ocultaron. El exnuncio, que fue apartado de Roma en su momento por Benedicto XVI y enviado a Washington, sostiene que ha decidido hablar porque “la corrupción ha llegado a los niveles más altos de la Iglesia” católica.
El eje fundamental de su acusación es que, supuestamente, Benedicto XVI ya había tenido conocimiento entre 2009 y 2010 del caso McCarrick – una serie de abusos a seminaristas a los que invitaba a dormir a su cama en una casa que tenía en la playa- y le había impuesto unas sanciones canónicas según las cuales debía dejar el seminario donde vivía, se le prohibía celebrar misa en público, participar en reuniones, dar conferencias o viajar. McCarrick negó todo. Pero Francisco, siempre según esta versión, “siguió encubriéndolo”.
Ayer, en una larga nota en La Stampa, el conocido vaticanista Andrea Tornielli subrayó que lo denunciado ya se conocía desde el 2000, aunque el texto “está claramente dirigido contra Francisco”. “El documento -explica- retoma, contextualizando voces e informaciones circulantes en los últimos dos meses en la galaxia mediática antipapal y tradicionalista americana y europea, y trata de volcar toda responsabilidad sobre las espaldas del actual pontífice”.
La acusación se basa en el testimonio de Viganò, quien pone a Dios por testigo. Y es, por tanto, su palabra contra la del Papa. Pero la carta es un inesperado misil que llega en un momento difícil para Francisco. La carta es una acusación sin precedentes a un pontífice lanzada desde un nivel tan alto en la jerarquía. Fue difundida por medios conservadores como el The National Catholic Register, LifeSiteNews o InfoVaticana. ■