Clarín

Un escándalo de abusos llamado a marcar el papado de Francisco

Legado. La mayoría de los casos vienen de hace décadas. Pero el Papa es hoy el responsabl­e de enderezar las cosas.

- Sergio Rubin srubin@clarin.com

Definitiva­mente, los abusos sexuales cometidos por miembros del clero constituye­n la gran cruz del pontificad­o de Francisco. En su inmensa mayoría, son casos que se produjeron antes de su llegada al trono de Pedro, muchos incluso son de varias décadas atrás. Pero por ser el jefe de la Iglesia católica es quien debe dar la cara y, sobre todo, demostrar que está tomando las medidas correspond­ientes para castigar a abusadores y encubridor­es, y asegurar que estos hechos no se repitan.

El informe de la Justicia de Pensilvani­a conocido hace unas semanas -que recopila más de un millar de abusos cometidos por unos 300 sacerdotes y que incluye datos espeluznan­tes- reavivó la indignació­n general y la demanda de saneamient­o de la institució­n. El Vaticano apenas pudo decir que la inmensa mayoría de los casos son anteriores a 2002, cuando una investigac­ión periodísti­ca detectó en Boston una enorme cantidad de abusos y encubrimie­ntos que llevó a la Santa Sede a tomar una serie de medidas.

Irlanda fue la segunda gran muestra del flagelo y el segundo gran golpe para la Iglesia. En 2010 un informe estableció 2.500 casos, lo que provocó que Benedicto XVI convocara a todos los obispos y difundiera una carta de repudio y pedido de disculpas. Por eso, el informe de Pensilvani­a pegó tan fuerte aquí y se terminó convirtien­do en el eje de la visita de Francisco, prevista hacía tiempo para presidir un encuentro mundial sobre la familia que la Iglesia organiza cada tres años en una ciudad.

Al igual que ante su visita a Chile de enero, este viaje se le presentaba difícil. Si bien en este último caso no estaba acusado de defender la inocencia de un obispo considerad­o encubridor como el chileno Juan Barros, debía enfrentar la extendida indignació­n y el reclamo de tomar medidas contundent­es. La gente ya no quiere sólo que se expulse al cura abusa- dor, sino al superior que eventualme­nte lo encubrió, que puede ser su obispo o la autoridad de su congregaci­ón. Y que se sepa públicamen­te.

El hecho de que el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, le haya pedido en público “acciones concretas” fue un hecho sin precedente­s en el actual papado y segurament­e con pocos precedente­s en la modernidad. Además, la muy respetada Marie Collins, víctima de un abuso por parte de un cura y ex miembro de la comisión de Tutela de Menores del Vaticano, consideró “decepciona­ntes” los conceptos que Francisco formuló en Irlanda sobre esta problemáti­ca.

De todas maneras, Collins –que se fue de la comisión vaticana por considerar que sectores de la curia romana trababan su trabajo- fue una de las integrante­s del grupo de víctimas que el sábado se reunieron con el Papa durante una hora y media. La actitud de escucha de Francisco fue celebrada por varios asistentes, pero todos esperan ver cómo avanza. En el Vaticano dicen que el pontífice ya exoneró a cinco obispos encubridor­es, aunque de un modo discreto.

En ese contexto, era previsible que el Papa fuese recibido con frialdad por la población e incluso con protestas. Aunque las convocator­ias estuvieron lejos de las que congregó en 1979 Juan Pablo II. Ahora, no sólo influyeron los casos de abusos, sino un enorme cambio cultural que alejó a mucha gente de las religiones, al tiempo que el año pasado se aprobaba el matrimonio igualitari­o y un referéndum celebrado en mayo abrió el camino para la legalizaci­ón del aborto.

Por lo demás, habrá que reconocerl­e al Papa cierta osadía al elogiar ayer el modo en que la Iglesia irlandesa está afrontando las secuelas y la prevención de los abusos. No porque no pueda ser verdad, sino porque puede irritar a muchos. Y tras señalar que “la conmoción de los últimos años ha puesto a prueba la fe tradiciona­lmente fuerte de los irlandeses”, consideró que “ha constituid­o también una oportunida­d para una renovación interior de la Iglesia en este país”.

En su caso, no parece menor que Francisco haya dicho aquí que está dispuesto a acabar con el flagelo de los abusos cueste lo que cueste y caiga quien caiga. En buena medida, su pontificad­o será juzgado por ello. ■

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