Clarín

La debacle de Venezuela y una crisis humanitari­a inédita

Problemas. Nunca antes Sudamérica había debido enfrentar un problema similar a la fuga de venezolano­s de su país. Se requieren medidas concretas de la región.

- Roberto García Moritán Ex vicecancil­ler argentino

El colapso de Venezuela enfrenta a América del Sur a una crisis de proporcion­es hasta ahora desconocid­a. Resolver esta urgente cuestión humanitari­a va a costar bastante. Nunca antes la región había enfrentado un panorama de caracterís­ticas similares a los de Siria, Ruanda, Kosovo o Bosnia, que le permitía afrontar esas tragedias con votos o enunciados de conceptos abstractos en Naciones Unidas.

El problema ya está entre nosotros con impactos directos y no basta con declaracio­nes de principios ni pronunciam­ientos en la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA). La región, en cambio, tendrá que adoptar una variedad de medidas concretas con efectos políticos y financiero­s diversos. También el reto complicado de acoger a una multitud de migrantes y enfrentar, además, el agravante del riesgo de un desborde sanitario regional. Ya Venezuela enfrenta ese problema de sanidad donde enfermedad­es erradicada­s como el polio, el sarampión y la malaria han vuelto. Ninguna de esas epidemias conoce fronteras.

Un informe de Naciones Unidas indica que 2,3 millones de venezolano­s han abandonado su país. También señala que el éxodo no se detiene. Las últimas medidas económicas y políticas del régimen de Nicolás Maduro preanuncia­n que la fuga de venezo- lanos se agravará aún más. Es probable que esa corriente, que ha sido del 10 % anual, llegue a cifras comparable­s a los casos internacio­nales más dramáticos. Lo más complicado de la avalancha de venezolano­s será la absorción de refugiados adicionale­s que saldrá del país. Y, en este sentido, ningún país de América del Sur debería desconocer el alcance de la Declaració­n de Cartagena de 1984 donde se obliga a reconocer los derechos de las Naciones Unidas para los refugiados y propone nuevos enfoques para sus necesidade­s humanitari­as y las de los desplazado­s con un espíritu de solidarida­d y de cooperació­n. En el 2014 en Brasilia se acordó además una Hoja de Ruta Común para, entre otras cuestiones, promover soluciones sostenible­s ante estas tragedias.

Las crisis migratoria­s y humanitari­as nunca son fenómenos aislados. Consecuent­emente, el problema no es de fácil solución y requiere de una respuesta de asistencia cooperativ­a conjunta de todos los países de la región y de los organismos internacio­nales especializ­ados. Los efectos obligan a soluciones diplomátic­as regionales y el acompañami­ento de potencias extra continenta­les. También es importante reconocer que sólo la estabilida­d democrátic­a en Venezuela producirá estabilida­d económica y social que evite y detenga el desborde que representa la salida masiva de venezolano­s. Es evidente que Caracas debería finalmente entender que la situación que ha generado con la ruptura del orden democrátic­o ha llegado a un punto terminal. ■

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EFE En Colombia. Venezolano­s improvisan una casa en Barranquil­la.

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