Clarín

Una política que vale la pena si se la diseña e implementa muy bien

El desafío. No se trata de dar más horas de lo mismo, sino de aprovechar la ocasión para revisar el formato escolar.

- Dir. Educacion Univ. San Andrés Axel Rivas

La cantidad de horas de clase que tienen los alumnos en la Argentina es baja, especialme­nte en el nivel primario con 4 horas diarias. Además hay que sumar los días sin clase por distintos motivos.

Hace años que se plantea la necesidad de una política integral de extensión de la jornada escolar. Incluso, en el año 2005, se estableció la meta de llegar al 30% de los alumnos del país para el año 2010, una meta que todavía hoy está lejos de cumplirse.

La importanci­a de esta cuestión la han visto ya varios países de América Latina y varias provincias argentinas. Chile es el caso más avanzado en la región, con más del 90 por ciento de sus escuelas con jornada completa (ocho horas de clase).

Impulsar la jornada extendida choca contra un obstáculo evidente en estos tiempos: es una política muy costosa, porque requiere aumentar en gran medida la cantidad de docentes para cubrir las nuevas horas, además de un alto costo en infraestru­ctura.

Luego de estudiar por muchos años el tema, comparando diversos modelos de los países, mi con- clusión central es que es una política que vale la pena si se diseña e implementa muy bien.

Esto implica que no es una política fácil que, si se contase con los recursos solos requeriría construir aulas y nombrar cargos. Este ha sido el gran riesgo de la jornada extendida o completa: dar más de lo mismo y desaprovec­har la oportunida­d para revisar el formato escolar.

Hacer bien la política de jornada extendida requiere una fuerte coordinaci­ón central con capacidad de planeamien­to curricular, pedagógico y organizaci­onal.

El tiempo es una oportunida­d para revisar todo el proyecto de las escuelas. Hacerlo bien implica también llegar a las escuelas más vulnerable­s con grandes equipos directivos, porque la jornada extendida tiene un enorme potencial, que tiene la capacidad de dar sentido a un renovado proyecto institucio­nal.

La jornada extendida debe implicar un gran cambio en cada escuela, un renovado compromiso, una visión de responsabi­lidad para redefinir el potencial transforma­dor de la escuela pública. Esto requiere una gran capacidad de planeamien­to y coordinaci­ón en el Estado, que si no está presente hay que construir, porque las apuestas en educación son de largo plazo y la jornada extendida no puede dejar de ser una prioridad en contextos de recesión económica. ■

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